Es cuestión de trascender: integrar lo apolíneo en lo dionisíaco (o al revés). Algo saben de eso los desmesurados grupos de cuatro diferentes países que abren el programa, grupos que alternan luminosidad y embriaguez, impulso y raciocinio. Grupos de rock, esa música que -nos aseguran- ha vuelto al underground (y está bien, el underground facilita la fertilidad).
El segundo tramo presenta a músicos en estado de insurgencia, reinventando el canon de lo que se puede tocar en un contexto de jazz: Marc Ribot busca el epicureísmo sugerido por un tema de los Ohio Players; Charles Lloyd transmite sin palabras la furiosa denuncia de Dylan; Bill Frisell encuentra la semilla de emoción pura en un encargo cinematográfico que le hicieron a Morricone.
Hacia el final, las piruetas. (1) La soleada experimentación lúdica de Lee Perry con Augustus Pablo, (2) la inmensa desfachatez del dúo Matmos creando todo un disco con sonidos extraídos de una lavadora modelo Whirlpool Ultimate Care II, (3) la expansividad de Kooper y Stills a partir de una crónica paranoica de Donovan Leitch. Todo logrado con, creemos, juiciosas dosis de cuerpo y alma.
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