La lujuria, ese pecado capital presente por naturaleza en todos los seres humanos; para unos, el gran vicio que asola a la especie hacia el ocaso de la decencia, en cambio para otros, el verdadero motor de la vida. Si les sirve de consuelo, diremos que la perversión tiene múltiples rostros y que todos están estudiados en los manuales de filias. Todos son todos. Fetichistas, masoquistas, voyeurs y un largo etcétera tienen descrita su patología en el ámbito de la psicología.
Probablemente, lo que ningún profesional le aconsejará nunca será dar rienda a sus antojos sexuales de manera desmedida. Pero, buenas noticias, este es un gabinete regentado por una especialista en perversiones extremas y el tratamiento recetado les provocará un efecto nada inhibidor de sus simpatías carnales…
Así que para empezar, atacamos por tangente y vamos directos al magma de los tabúes: la hibristofilia. Diríase de la atracción que experimentan los humanos del sexo femenino hacia criminales de toda calaña. En los casos más leves, se trataría de una fijación por delicuentes de poca monta; en los más extremos, la mujer siente una irremediable persuación por auténticos malhechores, seres crueles y despiadados, capaces de las peores tropelías. Para ambientar este peligroso trastorno, DJ Andy Grey estudia la BSO de un caso clínico sacado a la luz en 1994 por Paúl Dini. Se trata de uno de los episodios más famosos de hibristofilia, protagonizado por la ardiente Harley Quinn y su foragido enamorado, Joker. ¿Les suena?
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