V de Viñeta

Uno de los aportes que Rubén Blades hizo a la salsa fue la extensión de las letras de la salsa, pues a partir de su obra las canciones salseras se convirtieron en verdaderas historias llenas de sentido y donde la presencia del personaje fue inevitable para causa y efecto del mismo. Aunque la salsa narrativa es un patrimonio del compositor panameño, el personaje no es una incorporación de su exclusividad, ya que desde mucho antes habían existido personajes violentos en la música del Caribe.

El más famoso de estos personajes es Papa Montero, compuesto por Eliseo Grenet y que narra la muerte y el velorio de un popular bailarín y buscapleitos cubano que vivió realmente, pero cuya interpretación a cargo del Trío Matamoros lo llevó a los límites de la leyenda. Como muestra de ello Nicolás Guillén le dedicó unos versos que entre muchas cosas dicen: “Bebedor de trago largo, garguero de hoja de lata, en mar de ron barco suelto, jinete de la cumbancha. Que vas a hacer con la noche si ya no podrás tomártela, ni que vena te dará la sangre que te hace falta, si se te fue por el caño negro de la puñalada”.

Otro personaje violento de la música cubana fue Canallón, de Félix Ferrer, aunque este no tuvo la referencia real de Papá Montero y fue más bien un ser indefinido cuya alusión cantada podía ser asumida por cualquiera.

Es en Puerto Rico que el personaje violento va adquiriendo su carácter teatral con el famosísimo número de Bobby Capó en versión de Cortijo y su Combo, El Negro Bembón, que narra las circunstancias de un crimen y su posterior investigación policíaca: “Y llegó la policía y arrestaron al matón, y uno de los policías que también era bembón, le tocó la mala suerte de hacer la investigación. Y saben la pregunta que el hizo al matón: ¿porqué lo mató?, diga usted la razón. Y saben la respuesta que le dio el matón: yo lo maté por ser tan bembón. El guardo escondió la bemba y le dijo: esa no es razón”.

El Negro Bembón tiene todavía un sentido humorístico en su letra, el cual está todavía presente en números como El Negro Panchón, de Johnny Pacheco & Pete El Conde Rodríguez, en el cual se narra la historia de un asesino que corta cabezas con machete en la calle 25 de Nueva York. Pero este humorismo se va perdiendo cuando el dramatismo de las letras de Blades se comienza a imponer. En este sentido podríamos hablar de Te Están Buscando, Pablo Pueblo, Juan Pachanga y ese símbolo del malandraje y la marginalidad social que tanto ha sido cantado por todos y cuya mención es inevitable no sólo para hablar de personajes o de temáticas violentas, sino para aducir a la crónica urbana en general, Pedro Navaja.

Pedro Navaja es para Blades un ejemplo “… del sentir de los habitantes de las ciudades latinoamericanas: sus angustias, sus esperanzas, su felicidad, su dolor”, y el hecho de que un drama tan violento como este haya sido puesto en una música que provoca alegría se debe según él a una necesidad anímica: “Bueno, nuestra generación se crió con la violencia, dice Blades. Experimentamos la cólera que sienten todos los jóvenes. Algunos deciden unirse a pandillas juveniles; otros manifiestan conducta antisocial. Creo que nuestra reacción fue muy parecida a la de los chicos de la parte sur del Bronx hoy en día (1986), que expresan su cólera a través del breakdancing. Yo creo que esa forma de bailar es una alternativa a la violencia. Los jóvenes que andan en pandillas, agrediendo a otros, ahora hallan en esa forma de bailar, por el esfuerzo que exige, una manera de relajar las tensiones, una válvula de escape constructiva a la rabia. La dinámica de la salsa nos permitía disipar la cólera y la violencia que sentíamos…”.

“Para Blades los hechos y las personas del Harlem hispano siempre fueron una preocupación inevitable. Sus retratos muestran seres absolutamente solos, totalmente anónimos, abandonados a su suerte, sin más alternativas que el delito como fuente de subsistencia. Personajes que acaso (en ese momento y de esa forma) sólo podían darse en Nueva York, donde una ciudad inhóspita y agresiva les golpea la cara y el bolsillo. Seres que se destruyen a si mismos en medio del ghetto explosivo donde emergen sombras fantasmales para robar y matar a la más leve oportunidad bajo el puente de la estación del subway o en uno de los apartamentos abandonados y en escombros de las viviendas sociales del Bronx. No son héroes a pesar de ser protagonistas. Son antihéroes por la ambigüedad de su ética y la dureza de sus rasgos. Siempre se meten la mano en la chaqueta, en algunos momentos para sacar un revolver o una navaja; en otros para descubrir que no sobra ni un centavo. Son jóvenes oprimidos física y mentalmente. Son viejos beodos que viven de los recuerdos en medio de una cantina. Son muchas veces nuestros amigos y frecuentemente nosotros”.

La confirmación de esto se encuentra en una novela de 1968, Run Baby Run!, de Nicky Cruz & Jamie Buckinham, en la que el primero describe su etapa de pandillero en las calles de Brooklyn en el segundo lustro de los años 50. Dice Cruz: “Alcancé a una vieja infeliz. Digo vieja, aunque desde atrás no podía determinar su edad… La odiaba. Ella simbolizaba toda la suciedad y la inmundicia de mi vida. Busqué mi navaja en el bolsillo. Esta vez no iba de broma. Me preguntaba con cuanta fuerza tendría que empujar la hoja a través del fieltro duro del chaquetón y clavársela en la espalda… En ese instante un perrito se acercó corriendo por la calle, y viró para no chocar con ella. Ella dio una vuelta y lo miró fijamente con ojos vacíos. La reconocí como una de las prostitutas consumidas que una vez vivía en mi calle”.

La canción Pedro Navaja, que parecería una continuación de la novela, dice: “Y Pedro Navaja, puñal en mano, le fue pa’ encima. El diente de oro iba alumbrando to’a la avenida. Mientras reía el puñal hundía sin compasión, cuando de pronto sonó un disparo como un cañón. Y Pedro Navaja cayó en la acera mientras veía a esa mujer, que revolver en mano y de muerte herida a él le decía: yo que pensaba hoy no es mi día, estoy salá, pero Pedro Navaja, tu estás peor, no estás en ná”.

Pedro Navaja tuvo una influencia decisiva sobre las composiciones que surgieron en la salsa a comienzos de los años 80. Centenares de nombres ficticios y apodos de malandros acudieron a las canciones de moda: Joe Conexión (Juan Manuel Lebrón), Roberto Revolver (Oscar Pitín Sánchez), Juan Valentón y Joaco Muerte (Pedro Conga), Chico Matanza (Arabella), Juan Cuchillo (José Fajardo) o Felipe Asagay (Kim de los Santos). Muchos temas también pretendían continuar la historia original de Blades y se creaban así, amigos de Pedro Navaja y hasta enemigos del mismo, que formaban una especie de círculo del crimen, un Murders Inc., en las calles de Nueva York.

Hasta tanto llegaron las referencias y el número de herederos que Juan Manuel Lebrón, en el mismo álbum donde estaba Joe Conexión, incluía el número Antón Bravura, y en una de sus improvisaciones decía a manera de súplica: “Por favor yo les pido no lo confundan con un matón”. En tal sentido, este último personaje guarda más relación con los anteriores “guapos” Quimbo Quimbisa, Sansón Batalla, El Títere, El Watusi o El Hombre Increíble.

Heredero directo de la narrativa de Pedro Navaja fue Juanito Alimaña, compuesto por Tite Curet Alonso. En su interés por la cotidianidad y el periodismo, Curet escarbó en todas las posibilidades que la idea de Blades brindó. Por eso son suyas también las citadas composiciones Joe Conexión, Juan Valentón, Joaco Muerte y Chico Matanza. Sicarios y malandros a la carta.

Juanito Alimaña, en cuestión, estaba vocalizado por Héctor Lavoe, un sonero ya veterano para entonces en eso de cantarle al malandraje y al arrabal antillano. Alimaña trabaja en los mismos sectores que Pedro Navaja y bajo los mismos parámetros. Sin embargo, en Juanito Alimaña el protagonista no muere, dando a entender que un siniestro personaje como él puede aparecer en cualquier esquina y en cualquier momento: “Si lo meten preso, sale al otro día porque un primo suyo está en la policía. Juanito Alimaña si tiene mañana, es malicia viva y se alinea con el que está arriba”.

Los Imaginarios y la Cultura Popular. Arteaga y otros. Compilación: José Eduardo Rueda Enciso. Editorial Cerec/Coder. Bogotá, 1993.
La ilustración de este post corresponde a la obra Pedro Navaja del grupo de historietistas independientes V de Viñeta.

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