En un país que llamamos las antípodas, remoto y paradisíaco, donde el aire es limpio y la vida segura, viven los “kiwis”. En Nueva Zelanda, en un pequeño suburbio costero llamado Devenport, surgió la joven estrella pop internacional, Lorde.

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Decir que David Bowie la admiraba es colocar el listón alto. Lorde desde que comenzó su carrera en plena adolescencia estuvo apadrinada por personajes que arrastran a sus fans a tú lado. La neozelandesa es un icono desde que fue asumida por la escena más reconocida y alternativa de NYC.

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Con una madurez increíble y bien asesorada, con 13 años, firmó un contrato con productores que trabajaron con ella hasta dar con un concepto, un estilo y una diferencia. Hasta que Joel Little llegó a su vida, le presentaron a varios. Sin embargo, Little creía que al talento hay que dejarlo crecer y más en una adolescente post internet muy despierta, así que fue el elegido.

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Lorde no hacía lo que cualquier adolescente; dedicaba mucho tiempo a la lectura: Kurt Vonnegut, Raymond Carver, Tobias Wolff eran los autores preferidos de una digna heredera de Sonja Yelich, poeta reconocida y premiada en su país.

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Empezó escribiendo, no tocaba ningún instrumento, sus canciones se basan en su voz y letras. Practica un electropop pequeño, a base de teclado, batería y mínima programación, inspirado en James Blake y en Lana Del Rey, y hace un marketing de ahora mismo. Una insólita campaña de prensa acompañó la salida de su primer disco, Pure Heroine: en lugar de portadas con su cara, aparecieron letras de las canciones en distintos lugares de la ciudad: colectivos, vidrieras, paredes. Cosas de su tiempo y edad, y eso mola.

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Con Melodrama, su excelente segundo álbum, continuó apuntando a lo universal. Si se oye el disco repetidamente el cuerpo lo interiorizará como un ritmo circadiano. La cantante dice que es “el arco de una noche”, una fiesta que comienza, disminuye y termina dejándote completamente solo.

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Apasionada por la realeza -más bien de sus vidas trágicas- su primer disco se tituló Royals, y su nombre proviene de Lord, feminizado. En su carrera tuvieron mucho que ver las recomendaciones de Bowie, Tilda Swinton o de la compositora canadiense Grimes paradigma de lo contemporanéo. De esas compañías llegó hasta los dos Grammy’s, porque sus discos pedían paso en medio del aburrimiento del pop.

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Parecía inverosímil que una canción tan potente, tan poderosa, pudiera haber surgido de la mente de una casi niña. Porque Royals no era una canción para chicas adolescentes; era una canción para todos. ¿Quién no podría identificarse con una estrofa como, “la vida es genial sin que te cuiden / no estamos atrapados en ese tipo de amor”? Muchos tardamos años hasta llegar a esa conclusión.

 

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Al comienzo tenía un estilo levemente romántico, y un poco gótico blanco – estilo que ya ha corregido- pero desde ahí, lanza una critica a los jovencitos de clase media, comunes y corrientes, aburridos, tecnologizados y contradictorios. Esos pijos que se dan en todo el mundo hipercapitalista. Se atreve incluso a criticar los chatos mensajes del hip-hop. La niña ha llegado muy crecida.

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También se puede dejar llevar por la lírica, bastante bien compuesta para contarnos paisajes soñados de praderas silenciosas y mares siempre cerca. Desplazándose por esos paisajes puede en su canción 400 Lux declarar verdades tales como“seremos superficiales pero somos valientes”.

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Suena a veces tan fresca como una hierba recién cortada y sin embargo sus estribillos son bastante venenosos, como se puede apreciar en Tennis Court o Team.

Lorde tiene genes poéticos. Dentro de cada línea hay una historia, dentro de cada alusión, un secreto. En una obsesiva balada con piano canta: “te amaré hasta que mi respiración se detenga / te amaré hasta que llames a la policía“. Es un tipo de obsesión que no está únicamente en la cabeza de las adolescente ridiculizados. Es una obsesión neurótica. Es un melodrama, y te lo crees.

Ella Yelich-O’Connor, tiene una innegable presencia escénica, y demuestra que no hace falta manual de instrucciones de discográficas y productores, para llegar a los altares del disco, sino que la calidad es algo con lo que nace, no se enseña.

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