Cuando era pequeña Melody Gardot solía pasear por Filadelfia por una calle diseñada por el que proyectó los Campos Elíseos. Por aquella calle soñaba con París y unos años más tarde ha cantado en seis ocasiones en el Olympia y borda la mítica canción de La vie en rose. Los sueños aún cuando la vida te ponga escaleras para tropezar, se cumplen. Eso sí hay que entrenar muy duro. La música, la práctica budista y la dieta macrobiótica ayudaron, según lo cuenta ella misma, al renacimiento en vida de una de las más grandes cantantes de jazz en la actualidad: Melody Gardot.

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Hay personas que han crecido guapas por fuera comiendo zanahorias. Otras por dentro leyendo buenos libros. Melody Gardot tuvo un accidente del que le costó salir, un casi igual al de Frida Khalo: su pelvis se partió en dos, perdió la voz, además de no poder caminar. Se pasó muchos meses a base de morfina por eso ahora lo que le gusta es vivir, caminar- un poco ayudada por un bastón- y cantar hasta rompernos el corazón. Musicophilia, el libro del neurólogo Oliver Sacks, dice que la música es una bendición terapéutica. Los afásicos, escribe, no pueden localizar palabras, pero a menudo son capaces de cantar las palabras de las canciones.

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El arte cura, así que Melody para recuperarse echó mano de lo que más conocía: la música. Grababa canciones para recordar palabras con una guitarra -aún cuando había estudiado piano en la cama es un instrumento difícil de tocar en ella-. Unas libretas de esas que nos gustan a todas las chicas y unos bellos cuadernos donde apuntaba todo. De esa cama nació The bedroom Suites que sirvió para reconectar las zonas del cerebro. Años después de esa cuasi-muerte, dedica parte de su esfuerzo y dinero para aplicar en hospitales sesiones especiales de musicoterapia, para el manejo del dolor físico y la recuperación cerebral, como ocurrió en su caso.

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Ella tiene muchas secuelas, tuvo que re-aprender a caminar, lo que no impide que viaje de parte a parte del mundo. Eso sí, su gato llamado Maestro, su asistente musical que daba el visto bueno a cada canción se ha tenido que quedar con la asistente de su madre. Pero como Gardot es budista practica “el desapego”.  Se declara “ciudadana del mundo” y viaja 11 meses al año solo con dos maletas, pues a diario se desprende de sus pertenencias y posesiones.

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Cuando canta también se desprende de su alma y nos la regala. Su hermosa voz, su manera tierna y profundamente luminosa es pura poesía sencilla. Carla Bruni dice que ella es tan buena como Emily Dickinson. Sus conciertos en vivo son verdaderas fiestas donde improvisa, se mezcla entre el público y pone a todos a bailar, aunque su vulnerable condición física la obliga a hacer descansos para recibir oxígeno a través de una mascarilla. Su sonido está siempre en continua evolución. Es más versátil que la mayoría. En sus albumes explora la música del mundo; hay canciones inspiradas por el movimiento estadounidense de derechos civiles (Preacherman, con un rollo a lo Dusty Springfield), y otros que hablan sobre la guerra, el hambre y la pobreza. Además, ella experimenta con nuevos ritmos – elementos del funk de los años 70 en incluso con el gospel.

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Hay una famosa frase a menudo atribuida a Thelonious Monk: “hablar de música es como bailar sobre la arquitectura“. Escribir sobre música no es más fácil, se escribe de Melody Gardot porque enamora. Y no se necesita saber de colaturas ni de fraseos ni floreos, sino dejarse llevar por una de las voces más bellas sobre un escenario. Cantando el Why de los Beatles, de exuberantes armonías, pero en las manos de Gardot, una forma de lamento emerge en la canción. Podía con las notas grandes, pero, como en toda su música, la moderación en lugar de la pirotecnia vocal es el objetivo. Su voz es pura pero con sabiduría y experiencia, no parece de su edad, es casi como escuchar el canto de una mujer de 70 años que ha estado en descanso vocal durante las últimas cinco décadas.

 

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Solo vivir con esa cantidad de dolor a una edad tan joven te cambiará para siempre, dicen los especialistas médicos. Nunca serás la dulce joven que eras antes. Serás una persona que en dos años ha vivido lo que la mayoría de la gente no vivirá en toda la vida.

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Dice que se olvida de casi todo. Se olvida de los amantes. Y cuenta que estaba en Nueva York y había un caballero que vino después de un concierto y me llamó “baby“. Le dije: “no soy tu bebé”. Él dijo: “¿No te acuerdas? Tuvimos una hermosa noche”. Le dije: “Bueno, francamente, no debe haber sido tan maravillosa, porque no recuerdo nada“. Y él dijo: “Bueno, déjame refrescar tu memoria“. Así que salimos esa noche y ahora sí con seguridad, recordé la razón por la que me había olvidado de él. Frase que parece puro Hollywood.

 

 

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Melody Gardot representa el éxito en una escala completamente diferente. La terapia musical no solo permitió a una joven disfrutar de una vida normal normal después de una lesión traumática, sino que sacó un regalo que se la llevado al éxito. Ha vendido millones de álbumes “Gardot es jazz, sin serlo, aún siéndolo”, opina el crítico -por supuesto francés- de jazz de Le Monde. Ella aclara: “El jazz es libertad. Tengo un estilo, pero he descubierto cosas en mis viajes y añado otros ingredientes para probar… Si te fijas en tipos como Miles Davis ves que nunca hizo la misma cosa dos veces.”

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Mientras vivimos, estamos siempre en movimiento. Y sin duda ella más que nadie,  porque sabe lo que significa no poder hacerlo.

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