No hay nada que siente peor que un exceso de éxito. Cuando alguien triunfa tiene muchos más fans que enemigos pero estos, son los que esperan sentados -en este caso- un descalabro de Rihanna en esto de la música. La de Barbados es mucho y se ha reinventado completamente asumiendo el handicap de diva del pop, pero construyéndose una personalidad que arrasa.   Le ha costado ubicarse, pero ahora más que nunca la artista ha encontrado su sitio, deleitándonos con una nueva Rihanna que presume de ser una diva cool con una talento innato. Hay muchos ingredientes en la receta que se cocina hasta hacer una gran estrella del pop. Rihanna es toda alquimia, la única cosa que no se puede jamás ser falsa. En un mundo de estrellas de la música cuidadosamente empaquetados, su espontaneidad es emocionante. La ahijada de Jay-Z, está ya muy cerca del trono que ocupaba Madonna, sus últimos discos son híbridos en los que aparece desde el dance al reagge-électro. Y él ha creado una compañía solo para ella como hiciera con su mujer Beyoncé. La cantante quiere convertirse en la nueva Suprema del sonido urbano y la jugada no le ha salido nada mal. A los 28 años y con nueve discos, Rihanna es una estrella para estos tiempos: nacida en Barbados, apadrinada por Jay-Z pero ya independiente, con su propio sello, entiende el negocio de la música en el mundo actual. Esto es: a canciones extraordinarias, que son gemas pop y al mismo tiempo hits pegajosos, le suma negocios, diseño de indumentaria, mientras graba con Paul McCartney y hace covers de Tame Impala. Icono de la moda, sobrevivió a la violencia doméstica –cantando sobre el tema, desafiando simplemente sobre su posición de mujer atacada– su disco ANTI dio otro golpe ofreciendo canciones delicadas, y llega su nuevo récord: cien millones de descargas de sus canciones, la marca más alta de la breve historia de la música digital. En Barbados, la pequeña isla entre los mares Caribe y Atlántico donde nació, todos la conocían por Robyn. La chica solía vender ropa en la calle con su padre, un hombre violento con problemas con el alcohol y el crack, que terminó perdiendo a la familia aunque su hija lo perdonó.   De la mano de un cazatalentos y poniéndose sexy se coló en el estudio del rapero Jay-Z y después de 12 horas Rihanna ya tenía compañía. Pon The Replay funcionó y Rihanna se ubicó en un mapa que mostraba la decadencia de Spears y la explosión de Beyoncé; Christina Aguilera ya no sorprendía. Y llegó el paraguas (Umbrella) una canción simple, pero que hizo de ella una estrella: “Cuando el sol brilla, brillamos juntos. Ahora que llueve más que nunca, nos seguimos teniendo, puedes venir bajo mi paraguas.” Ahí llegó su primer Grammy. Su sueño de amor con Chris Brown, ese que amas y te ama sin sentido ni medida, terminó en agresiones y malos tratos, del que pese a todo no quiere hablar mal para no estropearle su carrera. Ahí es dónde comienza la nueva RiRi como la llaman, con un temple que ni la falta de empatía, las preguntas socarronas de su vida amorosa, hasta las adulaciones desmedidas parecen resbalar por el tobogán que forman su frente y nariz. Rihanna sabe mucho, quizás porque se crió en las calles y tiene mucho talento, ella crea su imagen. La fotografía Annie Leibovitz en Cuba, es la primera negra que posa para Dior, tiene perfumes, trabaja para Puma y Manolo Blahnik y le entrevista para el New York Times, Miranda July la directora y escritora más adorada por la moderna intelectualidad. Con el dinero de una marca de televisores 25 millones, creó un teatro futurista llamado Punchdrunk, hace de todo y como dice July tiene los pies en la tierra. Lo canta en Consideration: “Vengo del país del nunca jamás, el tiempo no puede detenerme”, canta en paralelo al aplastante beat, con apenas producción alrededor. Ahí le habla a alguien que no la respeta ni la deja crecer, una etapa que a los 28 años ella ya superó. “Tengo que hacer las cosas a mi manera, darling”. https://youtu.be/HjBo–1n8lI