Hay mujeres que son excesivas incluso en su nombre: Yolanda Yvonne Montez Farrington, nació en Spokane Washington, Estados Unidos, en 1932 pero responde al más indicado de Tongolele (mitad africano y mitad tahitiano), que es producto del ingenio de ella misma. Desde que empezó hasta hoy sigue moviéndose y dando marcha a sus caderas.

A los pocos años ya tenía la vocación muy clara: se dedicaría a bailar con 15 años ya estaba siendo profesional del ritmo con bongos y grandes orquestas, que debían seguir sus movimientos improvisados, porque según ella “odia la rutina”. Tongolele, a los 83 años va vestida de “animal print”, porque no hay diva o icono de esa época que no aparezca felina y salvaje.


Su mata de pelo negro con una blanca mecha que adorna sus ojos atigrados dice mucho de su carácter. Pilotaba aviones, saltaba de los árboles, se comportaba como un “muchachote” dice, para más tarde ser mito de hembra y provocar la “tongomanía”.
El poeta español Max Aub escribió sobre ella “Muy corta. Muy pequeña, muy poca cosa. Pero en su pequeñez, en su reducido terreno, en su tamaño, es excelente. Tiene clase, personalidad, y… ‘lo que hay que tener’. Y baila … muy bien —si a lo que hace en escena se le puede llamar bailar. Baila un baile tan antiguo como el hombre: el que remeda la rotación de la tierra, el baile de la semilla, el baile del vientre, el baile de la gravitación eterna”.
Yolanda Montes fue una de las bailarinas más famosas de América Latina, su particular habilidad para bailar, además de su personalidad y exótica belleza, le abrió las puertas para trabajar en los principales salones de la Ciudad de México. Ahora a sus ochenta ha vuelto a revivir parte de la época que le tocó protagonizar. Ello le representa “un gran orgullo, satisfacción y felicidad”. Y sigue subida al escenario “ahorita mismo” con el musical Perfume de Gardenia.


“Yo no bailo una rutina, soy como los gitanos, yo bailo como me siento en el momento, aunque hay lugares específicos donde tengo que bailar algo de cada bongosero (que son cuatro).
Lo que devuelve a la escena a Tongolele es el fragor de la batalla del ritmo, con los cuerpos sexys de sus boys, torneados y calentados bajo las pasiones. Y así se presentan; en trajes envueltos de esos salpicados de espuma de mar y arena blanca y fina. En México todo es posible y la vuelta de un mito es realidad. Muchas películas, mucha vida, la llamada bailarina de la cara seria y las caderas sonrientes fue protagonista junto a Pedro Infante, Tin Tan y Boris Karloff, siendo acusada hasta de espía de Stalin.

Tongolele es un cruce de razas y sangres, predestinada a una carrera tan exótica como sus ancestros. Una de sus películas Han matado a Tongolele rodada en tres días en 1948, resultó un éxito de público sin embargo, la crítica la declaró peor película del año. Hoy es una película de culto. Hace unos años, el periódico La Prensa de Panamá, con ese verbo desbocado que se gastan por allá calificaba a Tongolele de “ave de tempestades en un México de eternos contrastes”.

 

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