Qué quieren, nos gusta ser picajosos y señalar incongruencias. Las incoherencias son la sal de la vida, lo que finalmente nos separa de esos pluscuamperfectos robots que están fabricando. Aunque tiene cierta lógica que un cantautor como Nathaniel Rateliff se reinvente como soulman del sello Stax o que los peludos de la Edgar Broughton Band acoplen un éxito de los Shadows (¡millones de chavales intentaron tocar “Apache”!) con un no éxito del Captain Beefheart (una orgullosa reivindicación del underground, al que pertenecían ambos).
De la misma forma que todos los dulces necesitan un punto de sal, aquí cerramos con una conmovedora obra cumbre del minimalismo: esa pieza del inglés Gavin Bryars que despega con un anónimo vagabundo cantando un himno religioso, una expresión de fe frente a la adversidad que aquí es retomada por el trueno de Tom Waits. Otro día pondremos integra esta versión de Jesus’ blood never failed me yet, que dura…74 minutos.
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