Inauguramos el programa con los Doors, para recordar lo alargada que es la sombra de Hooker: una música enraizada en la fértil tierra negra del Mississippi que se reconfigura en la industrial ciudad de Detroit y se convirtió en una bestia imbatible llamada boogie, que alborotó (¡y alborota!) los escenarios del rock.
Aunque parecía un primitivo, John Lee demostró ser un músico hábil y flexible: en sus manos, el blues se convertía en plastilina que se alargaba a voluntad. Funcionaba perfectamente como solista, marcando el ritmo con el pie; hasta experimentaba en el estudio. Se adaptó al formato de combo eléctrico y facturó una obra inmensa, apropiándose con desparpajo de hallazgos ajenos (como se hacía allí abajo, en el delta) y creando el personaje del bluesman lúbrico, ligón y bebedor, escéptico y sufrido.
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