El primer flechazo musical del baterista Tino Contreras, cuando solo era un niño en Chihuahua, fue el jazz norteamericano que tocaba la orquesta de su padre, la Orquesta 622. A lo largo de su carrera siempre fue fiel a ese género y, a modo de declaración, tituló su autobiografía “Mi amor, el jazz” (Ediciones del Gobierno del Estado de Chihuahua, 1986). Sin embargo, a principios de los años 50, la fiebre por los ritmos tropicales se apoderó de su mente y de sus baquetas y Tino grabó su primera obra personal, el disco de 10 pulgadas “Volado por los merengues”, otra declaración, esta vez de loca pasión por la música afro-antillana.

Todo ocurre en el año 1953, cuando el saxofonista y arreglista Héctor Hallal “El Árabe” le presenta a Luis Arcaraz. El director de la entonces mejor jazz-band de la ciudad de México, le invita a hacer parte de su sección rítmica al lado del pianista Mario Patrón y del contrabajista Víctor Ruiz Pazos. Los instrumentos de vientos son Nacho Rosales, Chucho Ferrer y César Molina, liderado por el primer trompeta Vicente Flores. Al poco tiempo, la orquesta acompañada por la rumbera cubana María Antonieta Pons y varios cantantes y bailarines viaja a Santo Domingo donde los recibe en persona el mismísimo (y tristemente célebre) General Trujillo.

Allí el merengue está de moda y unos de sus principales intérpretes es Papa Molina, trompetista al frente de la estelar y brillante big-band Orquesta San José. Sus cantantes son Joseíto Mateo y Vinicio Franco; Pepín Ferrer, cubano, es el pianista, Luisito Rosario, el güirero, y “El Chinito” González, toca la tambora. La tambora, justamente, es con la güira la columna vertebral del ritmo, el secreto de su cadencia y de su sabor. Es un tambor de dos membranas -una de chivo macho y otra de cabra- que se toca con la palma de la mano de un lado y con un palo corto de otro lado. Papa Molina, gran admirador y pronto amigo de Tino Contreras, le inicia en el instrumento. El baterista mexicano se muestra muy entusiasta y después de tres semanas de práctica empieza a componer sus propios merengues.

De Santo Domingo, la orquesta de Luis Arcaraz vuela rumbo a La Habana. Cuenta Contreras en sus memorias: “En el avión todo era alegría y ritmo de merengue… Tin Tan traía como novedad una tambora para tocar merengue y gozaba dándole como podía. Luego los músicos de la orquesta gritaron: ‘Pásale la tambora a Tino, a ver si es cierto que la aprendió a tocar’. ‘Orale mi carnal, aquí la tiene’. Agarré la tambora y comenzó con ritmo de merengue apambichado (sic), que es un beat cadencioso y muy bailable y, puesto que todos traíamos la influencia de este ritmo, ya que lo escuchábamos todo el tiempo que estuvimos en Santo Domingo, el avión se convirtió en una locura colectiva de merengue beat, y comenzamos todos a cantar La cruz, uno de los números más populares por estas tierras… Una de las azafatas del avión se puso a bailar con Tin Tan el solo de tambora que me toqué en el avión. Casi duró el mismo tiempo que la travesía por el Caribe. Rumbo a La Habana se nos vino una tormenta de esas que son famosas en el Mar Caribe y el avión se desvió a Miami. Ahí, al bajar al aeropuerto y pasando migración, nos detuvieron a todos los pasajeros unas horas, porque no traíamos documentación para pisar tierra de los USA. Ahí se formó otro Jam Session de merengue. Tin Tan y Marcelo gozaron mucho con este incidente”.

De regreso a México, Tino Contreras plasma toda esta locura en su primer LP “Volado por los merengues”. Aunque el disco dice Orquesta Tino Contreras, en realidad los músicos son todos de la banda de Luis Arcaraz y los arreglos son del trompetista Nacho Rosales. El cantante es Humberto Cañas “El Criollo”. Además del ya citado La cruz de Ricardo Rico, Lecciones de merengue de Ramón Márquez, Compadre Pedro Juan de Luis Alberti (precursor del merengue “urbano”) y Baila mi merenguito de Emilio Renté y Gamboa Ceballos, figuran cuatro merengues de la autoría de Tino Contreras; Querubín, Paso del merengue, Merenguito y Loco loquito, que reitera la locura del mexicano por el ritmo dominicano.

Pero no es una locura pasajera. Con el éxito del disco, Tino Contreras decide abandonar la orquesta de Luis Arcaraz y formar su propia banda para defender el ritmo afro-antillano. En sus filas, su hermano Mario Contreras (trompeta, arreglos), El Güero Xochimilca (trompeta), Inocente Díaz (saxo alto), Cayetano “Kay” Pérez (saxo tenor), Carlos Gutiérrez y Neri (saxo tenor), Raúl Stollwort (piano, arreglos), Artemio López (bajo), Maquiavelo (batería), Malanga y Namorado (congas) y Eduardo Lara (güiro, voz). También pasarán Adolfo Sahagún y César Molina (trompeta), Esteban Favela (saxo alto) y Al Zúñiga (piano). Cuenta Tino Contreras: “… mi orquesta era la que más hueso tenía. A diario me presentaba en el Follies Bergère teatro, cabaret en Marycel, Variedades de Medio Día... esto sin parar y durante meses. Tres trabajos diarios para la orquesta nadie los tenía; entonces me bautizaron con el nombre de ‘El Rey del Merengue’”. También viaja por todo el país y graba un nuevo disco de merengues, que le encarga una noche, en el Follies, Mariano Rivera Conde, director artístico de la RCA Víctor mexicana, el hombre detrás de los éxitos de Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejía, José Alfredo Jiménez, Pérez Prado y Benny Moré, entre muchos otros. Participan en el proyecto los cantantes Tony Gary, Tony Camargo y de nuevo Humberto Cañas, y Mario Contreras como trompetista y arreglista. Pero el LP nunca saldrá al mercado.

La fiebre tropical que se ha apoderado de Contreras tal vez está bajando, y rememora: “Pero con todo y todo yo no estaba contento, tenía éxito, dinero no mucho, me decían que estaba triunfando, pero a mí me faltaba algo, ese algo era el jazz y… de repente aventé todo al demonio, dejé la dirección de la orquesta y me fui en busca del jazz”.

- Tommy Meini