Doble cumpleaños para la cantautora quintaesencial
La canadiense Joni Mitchell cumple 75 años y celebra medio siglo de música sobre el “apetito femenino por la intimidad”
Poco antes del final del siglo XX, Mitchell participó en una gira modesta —precios ajustados, locales de media capacidad, publicidad limitada— con otros dos paladines de la mitología del pop anglosajón: Bob Dylan y Van Morrison. Estos versionaron algunos de sus grandes éxitos. Ella, nunca complaciente, estrenó canciones nuevas. Eran bastante malas y dejaron frío al público. Joni se defendió con rabia:
—Nunca he querido ser una jukebox humana. Lo que canto ni siquiera se enseña a los alumnos en los conservatorios, es música fuera de la ley…
La bravata no era un alegato trivial. Mitchell cumple el 7 de noviembre 75 años y celebra también en 2018 medio siglo trabajando como compositora, cantante e intérprete. Su discografía supera la veintena de álbumes y ha escrito letra y música de casi 300 canciones. Inquieta y curiosa, nunca se conformó. Del folk de raíces pasó al pop, el jazz, la electrónica, la música sinfónica y el ballet.
Pese a los tratos infamantes de algunos medios, Joni nunca ha callado. La revista Rolling Stone le concedió con bastante grosería el premio a la Vieja Dama del Año por su número de amantes: Graham Nash, David Crosby, Jackson Browne, Leonard Cohen, James Taylor y otros —que, por cierto, no fueron llamados proxenetas—.
Joni dijo:
—Me gusta escribir canciones sobre mis ligues. Me gusta ver cómo compiten para adivinar quien va a ser el definitivo.
Entretanto, enlazaba un cigarro American Spirit tras otro desde los nueve años —no es una errata: es la gran fumadora compulsiva de la música popular—, superó una polio a los ocho, la penuria de un hogar humilde en el remoto Saskatchewan —“incluso siendo canadiense, ser de mi pueblo es como ser de ningún sitio”— y las apreturas económicas que le obligaron a pedir dinero puerta a puerta para pagar la licencia que el sindicato de músicos exigía para actuar.
A los veinte se quedó embarazada de un novio que se desvaneció en cuanto supo que sería padre. El aborto era ilegal en Canadá y Joni entregó a su hija para que fuese adoptada, aunque con el tiempo la localizó y normalizaron la relación. La historia aparece citada con profusión en el cancionero de Mitchell. Destaca River, con una melodía de sabor navideño tocada al piano y una letra que relata como una madre desea enseñar a su hijo a patinar en los ríos helados, una experiencia que “es igual a volar”.
Coyote – Joni Mitchell & The Band [The Last Waltz, 1971]
Las dos efemérides se celebran con sendas reediciones: el libro de entrevistas biográficas Both Sides Now, de la periodista Malka Marom (Omnibus Press) y el cofre de cuatro discos Love Has Many Faces: A Quartet, a Ballet, Waiting to Be Danced, que en noviembre pondrá a la venta Rhino. Estaba agotado y la nueva tirada agrupa 54 canciones y una colección de postales que reproducen óleos y acrílicos de Mitchell, que pinta desde niña y ha firmado buena parte de las cubiertas de sus álbumes.
La playlist que acompaña este texto traza un recorrido parcial por mis canciones preferidas de esta mujer larga y fascinante. Hay también una versión de Björk y otra de Prince, ambos admiradores de una artista que nunca ha querido pactar con la industria del entretenimiento, basada en el escape y la negación de la realidad. “El planeta y nosotros estamos en alerta roja, no podemos olvidarlo”, ha declarado Mitchell, que se recupera lentamente de un aneurisma cerebral sufrido en 2015.
Se toma bastante en broma su segunda dolencia, que padece desde 2009, el llamado síndrome de Morgellons, cuya descripción, pese a que no procede tomarse la cosa en broma, es esta: “una condición en la que la persona que lo sufre tiene el delirio de que está infectado por agentes enfermizos, tales como insectos, parásitos, pelos y fibras, pero en realidad solo presentan rara vez fibras de colores rojas, azules, negras y blancas saliendo de las llagas que ocasiona la enfermedad”.
Con el amargo humor de siempre, Joni dice:
—Durante los episodios me tengo que acostar desnuda en el suelo. Los médicos dicen que es algo somático. Hasta el momento mi vida era casi monástica, pero ahora me siento como una monja tibetana que acaba de descubrir las hamburguesas y la televisión… Me siento… como una marciana.
Cuida de nosotros, star girl.
Playlist
Noticias relacionadas
