© Juan Pérez-Fajardo

A Andrés Herrera (Sevilla, 1963) no le gusta que le llamen por su nombre. De hecho cuando se presenta, pide que se refieran a él como Pájaro. Y es que durante años este ave de buen agüero ha volado entre hippies y flamencos o lo que es lo mismo entre Silvio, Kiko Veneno, los Pata Negra, las marchas de Semana Santa, músicas de pelis de indios y vaqueros. Con su tercer álbum, Gran Poder (Happy Place Records, 2018) completa una trilogía cada vez más combativa y potente, componiendo canciones que su madre no aprobaría y recuperando himnos de otros tiempos que funcionan como si nada hubiera pasado desde entonces. Les recomendamos que le den una escucha al A Galopar (Paco Ibañez y Rafael Alberti) que se marca Pájaro.

 

En esta versión sobria de Lágrimas de Plata para RGP planta cara a su propio imaginario religioso, con referencias veladas al fervor, al amor, a la muerte y a los santos. Y silba como situándonos en el plató de un western, insinuando de entrada la tragedia, ese paisaje tan arraigado en los mitos andaluces de Yerma a Demófilo.

 

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