The Last Poets: Jalal Nuriddin (izquierda). /Foto: Phil Ochs Archives

Nacido en Brooklyn en 1944, usó los alias artísticos de Lightnin’ Rod y Alafia Pudim antes de convertirse al Islam y tomar el nombre de Jalal Mansur Nuriddin. De compleja y difícil juventud —se alistó como militar y acabó en la cárcel por pequeños delitos— grabó durante medio siglo versos que sonaban como música de educación cívica y guerrilla urbana. A finales de los años sesenta fundó el colectivo The Last Poets, los primeros en atisbar el poder rítmico de la palabra. Perseguido como sospechoso de radicalismo por el FBI, se autoexilió en Gran Bretaña y Francia. Fue reivindicado como ‘abuelo del rap’ por Nas, Tupac, A Tribe Called Quest y Wu Tang Clan. Cantó con Jimi Hendrix la única canción ‘funk’ del idolatrado guitarrista.

No hay posible disputa sobre el momento del natalicio: las primeras descargas de rap son imprecisas, tan viejas como mascar el polvo de los pies al arrastrase encadenados mientras los pulmones se anegan de arenilla de sílice. Eso es el rap: una forma de hablar-cantar-recitar con la ronquera de una tropa de insectos. Eran poco más que eso, cuatro millones de personas de piel negra y valor de zánganos. A mediados del siglo XIX, bichos en propiedad de señores blancos del sur de los EE UU. Gente esclavizada, desgajada de la vida y lo social, mucho menos valiosa que las reses de los establos. Preguntarse cuándo nació el lamento del negro afroestadounidense es una cuestión tan yerma como intentar conocer la identidad del primer de los esclavos.

Hace unos días en Londres murió de una las formas de cáncer que nos regala la mala vida uno de los abuelos del rap. Antiguo habitante de todos los infiernos —el cuartel militar, las cárceles, los guetos…—, era un tipo callado y de nula soberbia, pero dejó en el mundo una huella bastante más prodigiosa que un gol de rabona: once hijos, Ahmad (Ibn), Yasmin, Azizeh, Bukhari, Jamillah, Tariq, Tariqah, Sadja, Sophia, Soraya y Lucy; decenas de crónicas escritas o cantadas sobre la eternidad de la esclavitud y la admiración de una tropa de músicos

Jalal Mansur Nuriddin nunca quiso revelar el nombre familiar de desclasado de Brooklyn con el que nació en 1944. Usó los apodos de Lightnin’ Rod y Alafia Pudim y, hasta los 20 años, el sistema intentó aplicarle las disciplinas de sometimiento de siempre, la prisión, el servicio militar obligatorio (en paracaidismo), el racismo, los guetos y el desprecio cotidiano. No llegaron a doblegarle jamás.

Converso al Islam desde los años ochenta, Jalal Mansur peregrinó a La Meca varias veces y se rebautizó con el único nombre que aceptó con agrado: Jalal Mansur Nuriddin. Mantuvo la costumbre de no honrar a la bandera de los EE UU y aceptaba con una sonrisa que los grandes del hip hop, el funk y el soul —Nas, Tina Turner, Billy Preston, Wu Tang Clan, Tupac Shakur, A Tribe Called Quest, Be…— le llamasen “el abuelo del rap” por los discos que grabó durante 50 años como solista y con The Last Poets.


Fragmento del documental ‘Hustler’s Convention’ sobre la vida y obra de Jalal.

El contacto de Jalal Mansur con la música llegó por la spoken word africanizada de un colectivo de Harlem acompañado por tambores, cueros y otro tipo de percusiones. Aunque gozaban de una gran fama como improvisadores orales, grabaron casi una decena de discos oficiales y piratas en los años setenta y participaban en todas las primeras descargas de las que nació el hip-hop, The Last Poets no descollaron como Kool Herc, Sugarhill Gang, Afrika Baambata y otras de las estrellas dedicadas a las mezclas y el baile que emergieron del movimiento, entre ellos también el único que disputó a Jalal en algunos círculos mal informados la condición de pionero, Gil Scott-Heron.

Portada del primer disco de The Last Poets.

El primer álbum del trío —un colectivo al que llegaron a pertenecer siete cantantes y compositores, que nunca firmaron un contrato ni se entendieron por nada distinto a la música y el mensaje— fue grabado en 1970, medio año antes que el de Scott-Heron. Uno y otro se respondieron, inagurando la fórmula de la batalla que sería signo de identidad del rap. En sendos temas, los artistas dialogan. La gente de Jalal Mansur ironiza en Wake Up Niggers sobre la apatía de la raza:

A los negros les encantan los anuncios de publicidad
“Puedes sacar a los negros del país, pero
No puedes quitarle el país a los negros”

Los negros son amantes, son amantes, son amantes
A los negros les encanta escuchar el rap de Malcolm X
Pero ellos no aman a Malcolm
Los negros aman todo menos a ellos mismos

Tampoco el hedonismo queda fuera del análisis nada condescendiente de Niggers Are Scared of Revolution:

Los negros hablan sobre follar
Joder, joder esto, joder lo tuyo, joder a mi hermana
Sin saber para qué están follando
No están follando por amor y aprecio
Solo follan para estar jodidos

Una de las grandes y por años desconocida aportación de Jalal a la historia del rock fue su imprevisto encuentro artístico con Jimi Hendrix. Ya expliqué los pormenores casi milagrosos del asunto en una entrada de un blog en cuya redacción participaba, pero los resumo ahora.

El gran reproche que había perseguido a Hendrix durante toda su carrera fue el de hacer música para blancos. Algo de cierto hay en la crítica: basta ver el abundante material cinematográfico del músico para percatarse de que sus conciertos no eran raciales y uno debe esforzarse para encontrar en los auditorios pieles oscuras.

El fogoso guitarrista —un compendio genético del melting pot estadounidense— reunía ancestros que descendían de esclavos afroamericanos, indios cherokee e inmigrantes irlandeses, pero siempre mostró una personal predilección por los sajones. Los músicos de su grupo, The Jimi Hendrix Experience, era cien por cien blancos; eligió el Reino Unido para empezar a volar como estrella; sus muchas novias eran sofisticadas muchachas inglesas y, aunque era un gran intérprete de blues, despreciaba la gran música soul que medró en su tiempo.

¿Importa la circunstancia de un semidios dedicado a engatusar exclusivamente a blancos? Desde luego no a estas alturas de la película, pero en su momento era chocante tan clara laxitud racial y Hendrix fue el primero que se dio cuenta de lo que estaba perdiendo al renunciar a la pegada del soul, la eléctrica potencia del funk y la libertad creativa del jazz cuando, en 1970 y hacia el final de su corta carrera, montó el trío Band of Gypsys con dos grandes músicos negros, Buddy Miles y Billie Cox. Con ellos Hendrix hizo la mejor música de su vida. También empezó a apoyar con donaciones económicas al Black Panther Party, cuyos dirigente le habían dado algún toque por su desentendimiento de la lucha racial.

En 1969, durante una sesión de ensayo de Band of Gypsys en Nueva York, por el estudio pasó a formalizar una visita de cortesía Lightnin’ Rod. El poeta traía unas notas caligrafiadas que narraban la tragedia de una prostituta de lujo. Hendrix (bajo y guitarra) y Miles (batería) estuvieron encantados de poner fondo musical al lírico.

Portada de Doriella Du Fontaine.

La canción, Doriella Du Fontaine, que estuvo perdida durante años y fue editada finalmente por una discográfica pirata en 1992, muestra la única descarga funk de Hendrix en edad adulta y permite comprobar que, pese a lo que él mismo pensaba, el gran guitarrista sí sabía tocar como un negro.

Jalal nunca regresó a las calles de Harlem o Brooklyn. Después de un autoexilio de casi dos décadas en Francia y el Reino Unido: le alertaron de que el FBI estaba interesado en ponerle obstáculos en el camino por ser demasiado radical, cruzó el Atlántico para morir con su amplia familia en Atlanta. En los últimos años no dejó de escribir —una trilogía biográfica rimada está entregada a las imprentas: The Hustlers Convention, The Hustlers Detention y The Hustlers Ascension— y grabar discos más inclinados hacia el free jazz que a la spoken word. Seguía teniendo un gran sentido del humor, practicando algunos movimientos de gimnasia shaolin y escribiendo letras de canciones de una altura literaria muy poco frecuente.

Dejo un ejemplo final del expresivo e inteligente mensaje de este artista semiolvidado: The Mean Machine.

Botón de control remoto automático, genética sintética, comanda tu alma…

Me estoy volviendo loco, tornillos, tornillos
La tristeza de pagar las cuotas
Las noticias programadas con mentiras cubiertas de miel
Tejiendo la magia del diablo con el último ‘gadget’
(…)
El mismo juego con otro nombre
Soplando tu mente
Robando tu tiempo, suave y resbaladizo
Con el último truco para hacerse rico rápidamente
(…)
Altavoces que explotan dentro de tu cabeza
Diciendo lo que dijo otra persona
Para que hagas lo que ellos quieren que hagas
(…)
El mismo juego con otro nombre
Fábricas de locura jugando con tu vanidad
A medida que distorsionan el sentido de ti mismo
Cómo tener éxito, sondeando tu mente
Con reglas diabólicas
(…)
Dispositivos de venta de muerte a precios altos
Diseñados para ti como cliente
Te matan lentamente y algunos ni siquiera sabemos
Que estamos pagando la máquina de la muerte
(…)
Los trasplantes para revivir a los zombies
Reemplazar la verdad con mentiras
Periódicos, radios, televisores
Difundiendo mentiras en siete mares
Robots, hombres con cerebros de computador
Naves espaciales, automóviles, trenes y aviones
Todo calculado para volar tu mente
Moverse más rápido que el tiempo
(…)
El diablo te hará creer que es Dios
Y algunos bailarán en un trance hipnótico
Estos serán los signos de los tiempos cambiantes
De que el final se acerca
Y la máquina del Diablo traerá su propio fin
Y la paz, el amor y la alegría reinarán una vez más

Playlist sobre los cincuenta años de dedicación a la poesía y la música del afroestadounidense Jalal Mansur Nuriddin, nacido en Nueva York hace 73 años y muerto tras un cáncer el 4 de junio de 2018. Como es de justicia, la mayor parte de las canciones son de The Last Poets, el colectivo de spoken word fundado por Jalal, que entonces era conocido por alguno de sus alias, sobre todo Lightnin' Rod. Cronista de las calles y los ambientes sombríos de las ciudades, el artista nunca evitó el pronunciamiento (se negaba a saludar y reconocer como suya a la bandera de los EE UU) y firmó crónicas avanzadas de lo que sería el rap. Añadimos un par de temas de su rival y amigo Gil Scott-Heron, colaboraciones tardías con Nas y Common, artistas que admiraban a Jalal, y el mítico encuentro de 1969 con Jimi Hendrix, en la única ocasión en que el guitarrista regresó al sonido funk de sus inicios.

Playlist

1. The Last Poets – Wake Up Niggers
00:00:18
2. The Last Poets – Jazzoetry
00:03:01
3. Lightnin’ Rod – Sport
00:06:39
4. Lightnin’ Rod – Spoon
00:09:11
5. The Last Poets – Niggers Are Scared of Revolution
00:10:24
6. The Last Poets – When the Revolution Comes
00:15:34
7. The Last Poets – Meam Machine Chant
00:18:00
8. Gil Scott-Heron – The Revolution Will Not Be Televised
00:19:17
9. Lightnin’ Rod – Four Bitches Is What I Got
00:22:35
10. Gil Scott-Heron – Sex Education: Ghetto Style
00:26:20
11. Jalal – Science Friction
00:27:08
12. Nas Ft. The Last Poets – Project Roach
00:34:47
13. Common Ft. The Last Poets – The Corner
00:36:22
14. Jimmy Hendrix & Lightnin’ Rod – Doriella Du Fontaine
00:40:06

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