Myrta Silva

ID Colección: 1040
Formato: Postal
País origen: Cuba
Año: 194-
Featuring:
Myrta Silva - Cantante(s)
Descripción:

Sin dudas, los posados de la guarachera puertorriqueña Myrta Silva (Arecibo, Puerto Rico. 11 de septiembre de 1927 - 2 de diciembre de 1987) en los estudios habaneros de Narcy y Armand resultaron en las mejores fotos de la carrera de la llamada Gorda de Oro. Esta foto, firmada por Narcy (Ibrahim Arce Olázabal) data de la década de los 40, los años de su mayor permanencia en Cuba y en los que se disparó el éxito y la popularidad de Myrta Silva en la radio y el teatro en la isla, sobre todo a partir de su vinculación a la Sonora Matancera.

Cantante, guarachera, compositora, animadora y locutora, Myrta Silva es un valor esencial de la música puertorriqueña y destaca entre las precursoras en la música popular de Latinoamérica. Muy temprano comienza a tocar instrumentos de percusión, imprescindibles en los sones, guarachas y hasta boleros. Maracas, güiro, bongó, tumbadora, no hay instrumento de percusión que se resista a sus manos ni a su sentido del ritmo. Su experiencia con los timbales la coloca probablemente en el lugar primero entre las mujeres que se aventuraron entonces con un instrumento que era de exclusiva ejecución masculina. De hecho, es la primera mujer que aparece registrada como timbalera en los precisos y puntuales records de la Unión de Músicos de Estados Unidos.

Sin embargo, las conquistas de Myrta Silva van mucho más allá, son asombrosas si se piensa en el contexto social y cultural en que emergió y avanzó hasta poder afirmar con orgullo, décadas después: “Soy una triunfadora. Solo me equivoqué al inicio de mi carrera… desde que me convertí en una figura pública, nunca he fallado.”

Poco tenía a su favor, en una sociedad que marcaba férreos patrones estéticos a cumplir por las mujeres que quisieran acercarse a algo parecido al éxito. Para alguien como ella, debió ser muy difícil, pero su inteligencia natural le mostró el camino hacia el diseño de sus propios patrones y hacia la imposición, a través de un género que capitalizó -la guaracha-, de una nueva manera de entender y recibir la presencia femenina en un escenario y en un estudio de grabación.

Myrta conoció muy temprano los rigores de la pobreza, lo que aguzó su habilidad innata para superar adversidades. Solo tenía 10 años cuando comenzó cantando y tocando las maracas con la compañía de Ernesto Wilches y asombra a todos con su voz, su cadencia y su soltura cuando debuta en el teatro Oliver de su natal Arecibo. Es la época en que aprende a tocar guitarra y decide, junto a dos sobrinos, que hay que salir de ese pueblo del norte de la Isla del Encanto, donde no pasaba nada.

A bordo del vapor Coamo, la niña Myrta y sus acompañantes ponen rumbo a Nueva York. Lo que le esperaba, ya era sabido: trabajos domésticos, de sirvienta, hasta que consigue acercarse a una estación de radio en Brooklyn, donde comienza a vender publicidad, pero siempre con la mirada puesta en el micrófono.

Para la investigadora Licia Fiol Matta “…Silva era muy consciente de la complicación existente entre ‘figura’ y ‘fracaso’. Cuando, siendo apenas una inmigrante adolescente, pisó la ciudad de Nueva York, ella aprendió que el fracaso estaba siempre a la vuelta de la esquina. Había emigrado para convertirse en una artista […] vivió en la pobreza en la gran ciudad junto con miles de inmigrantes puertorriqueños y latinos, trabajando como promedio en veinticinco revistas musicales por semana, para encontrar un medio de apoyo y una forma para iniciar su carrera musical.”

En un momento de suerte, logra hacer una grabación rudimentaria, acompañada por Julio Roque, médico y violinista puertorriqueño, y consigue llamar la atención del gerente del sello Víctor en Nueva York: logra un contrato por diez años y a partir de entonces, ya nada la detendría.

Por ese tiempo trabaja también como animadora y canta en el Teatro Hispano de Nueva York. Y ocurriría un hecho crucial en la vida de Myrta Silva, al que estaría asociado también Don Julio Roque: es él quien la presenta a su coterráneo, el músico y compositor Rafael Hernández. El encuentro no fue precisamente amable, pero al final, la voz y el talante de la guarachera pudieron más. Don Rafael la invitó a cantar en su Cuarteto Victoria, que entonces integraban Rafael Rodríguez y Bobby Rodríguez como cantantes, y Pepito Arvelo y Rafael Hernández en las guitarras. Era 1939 y con él Myrta recorrería Puerto Rico y varios países de Latinoamérica. De esta unión quedarían notables grabaciones realizadas para el sello Víctor, como Mis tres novias, Los hijos de Buda y Pobre Sebastián, entre otras.

En 1942 llega a La Habana para cumplir su primer contrato con la ya reconocida emisora CMQ Radio. El contacto directo con la música cubana enriquece su proyección, lo que tendrá reflejo en los discos que continuaba grabando para la RCA, con el respaldo del Conjunto de René Touzet, las orquestas Casino de la Playa, Hermanos Palau y la de Julio Gutiérrez. En sus reiteradas temporadas en Cuba, Myrta Silva nutrió su repertorio con numerosas guarachas de quien fue un artífice creador del género: Antonio Fernández Albelo, Ñico Saquito, a quien le grabó e hizo famosísima su guaracha Camina como Chencha la gambá y títulos como Échale tierra y tápala, Cómo duele eso, El trompo y la cabulla, Papita salcochá, Dónde me pongo Cachita, Pellízcame donde no me duela, Por un besito, Adiós comay gata, parodia del famoso Adiós compay gato. En la línea de la guaracha paródica, la Gorda de Oro hizo famosa la versión de Ahora seremos felices.

También la Silva se acercó a piezas de notables compositores cubanos como Bobby Collazo (Serenata Mulata), Orlando de la Rosa (Rumba desaforá), Guillermo Rodríguez Fiffe (Si la envidia fuera tiña), entre otros.

Durante los años cuarenta, Myrta Silva grabó en México, con una orquesta dirigida por Rafael Hernández, las guarachas Mercé la mulata y Sinvergüenza. También lo hizo allí con la orquesta del cubano Absalón Pérez, dejando los registros del bolero Isabel y los afros de Eliseo Grenet La farola luce y Drume negrita. Con la orquesta del músico colombiano Carlos Molina, registra temas como la rumba-fox Sí, mi hijita linda. En Chile realiza seis grabaciones acompañadas por la orquesta del cubano Charlie Rodríguez, que incluyen las guarachas Ay qué sospecha tengo, Sabrosa y La mujer y la pulga. Myrta se hace popular como la gran guarachera y lo prueba en sus viajes a México, Panamá y Venezuela. Su abarcadora discografía es una verdadera bitácora de la guaracha continental de su tiempo. Al regresar a Puerto Rico, triunfa como solista en el Escambrón Beach Club y hace honor al nombre con que la identifican: La Reina de la Guaracha. Al finalizar la década de los cuarenta, ya Myrta Silva era la mejor vendedora de discos del sello Victor en Suramérica.

En 1949 en su tercera visita a Cuba es invitada a cantar con la Sonora Matancera, de mucha popularidad y reconocimiento ya en ese momento. Myrta Silva será la primera mujer en cantar y grabar con el legendario conjunto cubano, haciendo presentaciones en directo en Radio Progreso, CMQ Radio y teatros, que la convierten en la voz femenina de la música popular en ese momento en la isla. A pesar de sus numerosas presentaciones en directo durante el año que permaneció con la Sonora Matancera, quedaron solo cuatro grabaciones comerciales de Myrta con el conjunto cubano: Qué corto es el amor, Suelta ese paquetón, Loca y Sangongo.

La salida voluntaria de Myrta de la Sonora Matancera un año después, en plena popularidad, para volver a su Puerto Rico natal, convenció a su director Rogelio Martínez, de la conveniencia de encontrar otra voz femenina. Fue Myrta Silva el antecedente para la entrada de la gran Celia Cruz como artista invitada de la Sonora Matancera. Regresa a La Habana en 1951 y es contratada por Radio Progreso, pero esta vez tendrá el respaldo de Nelo Sosa y su Conjunto Colonial. Durante la década de los cincuenta volverá a La Habana en reiteradas ocasiones, de las que son muy recordadas sus presentaciones en el cabaret La Campana. Su vínculo con Cuba y los músicos cubanos nunca terminó: desde mediados de los cincuenta mantuvo una columna en Show, la mayor revista cubana dedicada al espectáculo donde comentaba sobre el trabajo de los cubanos y puertorriqueños, y en Nueva York y San Juan acogió a sus colegas cubanos en los programa que con mucho éxito mantuvo en la televisión. (Rosa Marquetti)