Y sí, infinidad de grupos y solistas negros se liberaron. Lo llamaron psychedelic soul. Prescindieron de los uniformes, facturaron temas largos, incluyeron solos de guitarra o teclado, invitaron a la revolución sexual y/o política. Internalizaron las mismas libertades que se habían ganado los grupos blancos a partir de 1967. Así fue como los Chamber Brothers, músicos folk de Mississippi que actuaban en el Festival de Newport, se reinventaron como banda de acid rock con el muy inquietante “Time has come today”, once minutos de viaje alucinógeno.
Hasta un currito de estudio de Motown, el guitarrista (blanco) Dennis Coffey, se transformó en funkatero e invocó la retórica radical del agitador John Sinclair al bautizar sus acompañantes como la Guitar Army Band. No resulta extraño que, encerrado en la Casa Blanca, Richard Nixon se sintiera paranoico, convencido de que había una revuelta en preparación.
También los jazzmen se electrificaron y se subieron a la cresta de la ola. Algunos hasta se pusieron a cantar o canturrear, caso de Don Cherry, Keith Jarrett…¿qué?...ah perdón, hoy no toca Restoration Ruin, el disco de Keith Jarrett en plan cantautor. Otro día: los finales de los sesenta, principios de los setenta, son tan fértiles en formidable música negra rupturista que se merecen otros programas. Permanezcan en la sintonía.
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