No hay película que pueda abarcar la vida de Marianne Faithfull. Su vida es más larga que una novela rusa. Más intensa que el más duro poema. Es una mujer que se ha sobrevivido a sí misma. Es la última de las grandes. Ha podido con el éxito, los Stones, la droga, el alcohol, el cáncer y la hepatitis. Y puede contarlo. Todo la han hecho más fuerte, más persona, más actriz, más cantante. Algo que sólo lo consiguen los grandes. Hay fracasos que se convierten en éxitos, porque te enseñan el camino del vivir. Y sé de que hablo.

Con 17 años era una estrella pop que cantaba por bares de Londres, con 18 era madre, a los 19 salía con Mick Jagger, que huyó de aquella relación dejándola en su descenso a los infiernos de la droga. Sister morfina para olvidar y mucho alcohol, que le dejó una voz ronca e inquietante que siempre nos gusta oír en esas tardes de lágrimas como lluvia. Baladas como Lucy Jordan o So long, Marianne. Unas canciones furiosas, tristes y hermosas.

Hace unos meses la novia de Mick Jagger que todos envidiaban en los años 60 y parte de los 70 ha admitido que despreciaba a la gente famosa y que para tener sexo tenía que recurrir al alcohol y las drogas. La cantante de Wild Horses y As Tears Go By fue invitada del programa Who do you think you are? (“¿Quién te crees que eres?”) de la BBC y en ese documental, Marianne sin cortarse un pelo, -para eso está cerca de los 70-, ha explicado su aversión al sexo. Un trauma provocado por la violación de su madre Eva y de su abuela Flora en Viena a finales de la segunda guerra mundial por el ejército rojo invasor.

“Hasta que llegué a los 50 más o menos, no podía tener una relación sin tomar alcohol o drogas para tener relaciones sexuales”. Sorprendente pero cierto. Los traumas de un icono sexual de los años 60. Y eso que junto a Anita Pallenberg, eran las chicas salvajes de Los Rolling Stones. Las dos son piedras muy rodadas.

Broken English, editado en 1979, es uno de los mejores discos de rock de la historia; aunque nunca llegó a ser popular, fue sumamente influyente y generaciones de chicas punk trataron de copiar el raro estilo vocal de Marianne. “Mi voz es madura”, dice ella. “Está cargada de tiempo, marcada por cada cigarrillo que me fumé y cada whisky que bebí.” De la voz angelical a la voz decadente, pero siempre hermosa. Hija de una decadente baronesa austríaca que se casó con un espía inglés durante la Segunda Guerra mundial y con un tío-abuelo, el barón Leopold von Sacher-Masoch, el creador del término “masoquismo” en la novela La venus de la pieles.

Novia de Dylan, mujer de un galerista donde se conocieron John y Yoko, inspirador de canciones míticas como Let’s spend the night together, Ruby Tuesday, Wild Horses, etc.. salieron de las propuestas de Marianne. Era la Marianne de So long, Marianne de Leonard Cohen. Varias recaídas, varios álbumes inmensos, varias películas míticas entre otras La chica de la motocicleta. Mucha inteligencia, excesiva sensibilidad, quizás demasiada pasión y algo de melancolía han hecho de ella una artista icono del siglo XX.

Lo que siempre quiso ser con los años lo ha conseguido. “Lo que he querido siempre es parecer una buena persona. Nunca he querido ser conformista . Ya tengo más de sesenta años y creo que lo he conseguido. Amo a mis amigos . Y no estoy muerta . Estoy viva. Creo que todavía puedo tener ese control”.

Forever Marianne, tú no eres Lucy Jordan. Eres una de las mujeres fabulosas de los 60’s.