Mor-discos

Un programa de José Fajardo

Salazar – Salazar (Escena Music, 2021)

12 de febrero de 2021

¿Cuánto puede haber de jondo en lo telúrico? ¿Puede un piano de corte neoclásico sonar tan cerca de una BSO paisajista, de película de vikingos, como de una fiesta gitana en los soportales de la Triana de mediados de siglo XX? ¿Existen conexiones entre la vanguardia electrónica y un flamenco de corte sacro? En Salazar sucede todo esto y algunas cosas más: su debut es tan inabarcable e indefinible como necesario para resignificar los códigos de un flamenco etéreo y volador.

Salazar son la salmantina, mitad-paya-mitad-gitana, Bego Salazar, artista que ha sido vocalista de Las Migas y que ha compartido escenario con tótems de la talla de Jorge Pardo, Macaco o Juanito

Makandé, entre otros; y el catalán Xavi Lloses, autodenominado como “antipianista, compositor y terrorista sonoro”, productor de tótems también como Jaume Sisa, Marina Rossell o Nico Roig, entre otros, y un teclista ávido de crear universos tan singulares como los de este proyecto.

Juntos, traducen esos 1000 kilómetros que separan sus lugares de origen en un espacio en donde construir una carretera infinita que beba tanto de la música neoclásica de vanguardia y una resonancia del cante jondo recodificado. Apenas nueve canciones y poco más de media hora en un álbum en el que parecen colocarse semillas con momentos que hay ecos desde la música gótica e incluso metalera hasta la música clásica más espectral, sin perder nunca el pie en la raíz flamenca.

Hay matices que nos pueden llevar tanto a una suerte de Mónica Naranjo o Amy Lee de las 3000 Viviendas (“Échame una mano” o “Extraño”), como a tics de una suerte de indietrónica flamenca para piano (“Calle Oscura”), a una suite neoclásica tan jonda como melódicamente pop (“Fujitsu”), a un concierto a piano para bulería, pistola y cuchillo (“Tú no me conoces”) o a una suerte de encuentro entre Nils Frahm y Rosalía, entre James Blake y La Niña de los Peines (“Estrella”). El buen querer de las alianzas sonoras más raciales e impredecibles.

Alan Queipo