Uña Ramos, un sonido en el viento
Recordamos al innovador compositor argentino Mariano Uña Ramos, referente indiscutido de la música andina en todo el mundo.
Nacido el 27 de mayo de 1933 Mariano Uña Ramos pasó su infancia en Humahuaca, un antiguo pueblo de la Puna argentina, en la provincia de Jujuy. Allí desde muy pequeño contempló los inmensos paisajes de montaña en donde el cielo parece darle la mano a la tierra y se impregnó de la energía ancestral de aquellos lugares. Su padre fue el primero en acercarlo a la música cuando a los cuatro años le regaló su primera quena para que le pusiera sonido a su vida. Este legendario instrumento de viento precolombino sería el que lo conectaría con sus raíces indígenas y lo convertiría en un referente mundial de la música andina.
Hijo de madre aborigen y de padre boliviano con ascendencia asiática, el pequeño Uña registró su primer material discográfico a los siete años a instancias del musicólogo Carlos Vega y a los once, maravillado luego de presenciar una actuación del pianista Luis Peralta Luna, decidió dejar su pueblo y trasladarse a Santiago del Estero. Estudió Teoría Musical en el Conservatorio de esa provincia y conoció todas las danzas del país desde el gato y la zamba hasta la chacarera y el pericón. A la par que se ganaba la vida como telegrafista en el Correo de Santiago, continuó estudiando y aprendiendo a construir sus propios instrumentos. Cuando al cabo de unos años consiguió trasladarse a Buenos Aires para trabajar en el Ministerio de Comunicaciones –en el que estuvo 25 años–, Ramos ya era un músico respetado por sus pares.
En la capital argentina se codeó con grandes nombres del folclor como el charanguista Jaime Torres, el pianista Ariel Ramírez y el armonicista Hugo Díaz. Pero al humahuaqueño no le gustaba que lo encasillaran solamente en lo autóctono porque si bien reconocía sus raíces folclóricas se sentía un compositor inquieto, en permanente evolución. Yo puedo tocar cualquier tipo de música siempre que sea buena para los oídos y pueda disfrutar de ella, repetía siempre que podía en las pocas entrevistas que dio a lo largo de su vida.
Su espíritu aventurero prontamente lo llevó a buscar nuevos horizontes fuera de su país y en 1970, como integrante del grupo Los Incas –fundado por el argentino Jorge Milchberg en Francia–, grabó una versión de El cóndor pasa con el exitoso dúo folk estadounidense Simon & Garfunkel. Esta emblemática canción del peruano Daniel Alomía Robles fue publicada en el disco Bridge over Troubled Water y pondría a la música andina en el centro de la escena mundial.
Luego de este suceso Ramos se radicó definitivamente en Francia y en 1971 se publicó por primera vez en Europa El arte de la quena, su álbum debut, que había sido grabado y editado dos años antes en Argentina por el histórico sello Trova. Según su punto de vista, el país galo fue el primero en entender su música y por eso desarrolló su carrera allí donde también compartió encuentros con otras legendarias figuras argentinas como Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui y Astor Piazzolla. Por este último sentía una admiración profunda, al punto de tomarlo como referente a la hora de innovar el folclor.
Así como Piazzolla había provocado una ruptura paradigmática en el tango, Uña quiso hacer lo mismo y fue muy criticado por los sectores folcloristas más conservadores. Sin embargo, nada de esto impidió su avance y su exilio artístico devino en el crecimiento de un público que lo veneraba no sólo en tierras europeas sino también en Japón y Estados Unidos.
El prestigioso sello discográfico francés Le Chant du Monde publicó varios de sus discos como Don Pablo (1975), Un Roseau plein de Musique (1976) y La Vallée Des Coquelicots (1983), entre otros. Allí encontró lugar para fusionar la música andina con sonidos modernos e introducir instrumentos que hasta ese momento no eran parte de ella. Los redoblantes, las guitarras de 12 cuerdas y sintetizadores se amalgamaron a las quenas que construía él mismo y dieron como resultado composiciones que rebasaban de originalidad.
El cantautor y guitarrista argentino Roque Narvaja y su compatriota percusionista Domingo Cura fueron algunos de los que le advirtieron a Ramos que estas innovaciones iban a generar el rechazo de los puristas del folclor. Pero el tiempo puso las cosas en su lugar y el quenista contaba orgulloso en una entrevista que: yo impuse mi música y mis composiciones. Ahora todos los músicos que tocan folclor tienen guitarra eléctrica (…) pero no me siento culpable sino responsable. Asimismo decía sentirse orgulloso de escuchar a los jóvenes de hoy tocar creaciones suyas de hace 30 ó 40 años atrás.
En 1972 publicó su canción Aquellos ojos grises, inspirada en su primera esposa francesa; y Tokiko Kato, una cantante japonesa muy conocida en su país, grabó una versión con una letra especialmente compuesta en su idioma. Así, casi sin saberlo y en forma sorpresiva, Uña Ramos se convirtió en una figura en Japón y llegó a vender más de 15 millones de discos a la par que realizó varias giras por la isla nipona. Sin embargo, a pesar de su éxito internacional, en Argentina la música del quenista nunca llegó a ser popular por lo que sus conciertos en su tierra natal fueron muy escasos aunque a la hora de componer admitía inspirarse en los recuerdos de las montañas de Jujuy, sus amigos y su casa de la infancia.
Al igual que Inti-Illimani, Quilapayún y Los Jaivas fueron importantes para la difusión de la música andina por el mundo, Ramos también cruzó barreras que parecían imposibles. Fue invitado varias veces a presentarse junto a las Orquestas Filarmónicas de Berlín y de Tokyo y se arrimó a sonidos cercanos al pop y el blues. Así lo recuerda su histórico socio francés, el guitarrista Bruno Pauvarel, en un documental dirigido por el músico argentino Nicolás Repetto que está próximo a estrenarse. En dicha obra audiovisual el galo también recuerda que: Uña podía escuchar música clásica y jazz, él creaba constantemente y le encantaba el sonido de la guitarra Gibson Les Paul. Incluso en 1986 en el disco La princesa del mar usamos sintetizadores, flangers, ecos y reverbs digitales por primera vez.
Luego de una larga carrera de más de quince discos y numerosas reediciones, en 2014 Mariano Uña Ramos pasó a la eternidad en París a sus 80 años. Habiendo dejado un importante legado y una filosofía artística vanguardista su obra es venerada en todo el mundo y en Argentina músicos como Micaela Chauque, Raúl Olarte y Lorena Moyano, entre muchos otros, continúan manteniendo viva su llama.