Creo mucho en los frutos de la inexperiencia
El reconocido músico y productor argentino Gustavo Santaolalla charló en exclusiva con Gladys Palmera antes de iniciar su gira europea.
Ando rodando cantaba Gustavo Santalaolla a comienzos de los años 80 y esa frase podría definirlo perfectamente hasta estos días porque el músico y productor argentino es un hombre en constante movimiento. Buscando salir de su zona de confort, ya sea en producciones propias, en colaboraciones con otros artistas o en trabajos para el cine y los videojuegos, Santaolalla vive a sus setenta años con el espíritu de un adolescente que sale a comerse el mundo. Es por esa constante mirada hacia adelante que sólo hasta hace pocos años decidió poner una pausa en su actividad para revisitar su pasado. Justamente su gira Desandando el Camino es la que lo lleva el 7 de julio al Teatre L’Aliança del Poblenou de Barcelona acompañado por la SantaBanda, en un concierto retrospectivo en el que promete repasar gran parte de su trayectoria.
Christian Alliana: Cuando comenzaste a revisar tu obra, ¿qué fue lo que más te llamó la atención de lo que hiciste?
Gustavo Santaolalla: Hace unos años cuando por motivos personales puse un freno y empecé a hacer un análisis de mi carrera a través de mi música, me encontré con algo muy lindo al que todo artista aspira: sentí la atemporalidad de mucha de mis canciones. En este espectáculo por ejemplo hay un tema compuesto a los 17 años llamado Canción de Cuna para un Niño Astronauta, que es del primer disco de Arco Iris editado en 1969, y es una de las cosas más modernas que he escrito en mi vida.
Desde Buenos Aires, Santaolalla cuenta que le gusta que a sus shows acudan personas de distintas edades, desde adolescentes que lo descubrieron por su música para videojuegos como The Last of Us, cinéfilos amantes de bandas sonoras como la de Secreto en la Montaña o viejos rockeros que lo siguen desde sus comienzos en Arco Iris o Soluna. También están los amantes de sus acercamientos electrónicos con Bajofondo o aquellos más interesados en sus propuestas de música de raíz. Es que así de ecléctico es el universo Santaolalla y ese cruce entre generaciones es algo que entusiasma sobremanera al multipremiado músico que cuenta en su haber con dos premios Grammy, 16 Grammys Latinos y dos Oscar.
CA: En Sonido nativo del Río, el reciente single de Bajofondo, cantás que “estando lejos lo nuevo y lo viejo se vuelven espejo” y participa el joven trapero argentino YSY A. Hay un diálogo generacional y también una fusión de tango con trap. Te gusta nutrirte del acercamiento a artistas jóvenes…
GS: Si mirás mi carrera como productor la mayoría de trabajos fueron primeros álbumes de artistas que estaban comenzando. Eso tiene una frescura que me encanta, creo mucho en los frutos de la experiencia, pero también creo mucho en los frutos de la inexperiencia, todo lo que ofrece el desconocimiento. En el caso de YSY A hay una búsqueda de identidad y se acercó porque sabe que yo tengo esa preocupación desde siempre. Entonces ahí veo que esa búsqueda que yo tenía a la edad de él, él también la tiene ahora.
CA: ¿Qué ves de similitudes entre estas nuevas generaciones que no son rockeras y la tuya de fines de los años 60? Se habla mucho sobre que el éxito de la música urbana es pasajero.
GS: Hay una actitud que tiene que ver con el rock que va más allá simplemente de un ritmo, hay una parte de espíritu de la música urbana que se relaciona con el rock. Cualquier artista groso tiene que tener capacidad de reinventarse sin perder su identidad, como hicieron los Beatles que son el mejor ejemplo de eso. Yo tengo una canción que dice: “y volvemos hoy a cambiar para ser siempre lo que fuimos” y este es el desafío que tienen los pibes de la música urbana; en algún momento van a tener que reinventarse.
Gustavo Santaolalla es reconocido por haber sido uno de los pioneros del rock en castellano cuando a fines de los años 60 fundó Arco Iris, banda que a su vez incorporaba sonidos folclóricos latinoamericanos. Esa impronta que también tenían presente otros grupos como Los Jaivas en Chile o El Polen en Perú, con el transcurso de los años se vio cada vez más representada en los trabajos del músico oriundo de Ciudad Jardín. La fusión entre el rock y lo latino derivó en una constante búsqueda de la identidad, un buceo intencionado en las raíces y en los pueblos americanos que aparece siempre en sus composiciones. Mi identidad musical es una combinación de todas las cosas –define el reconocido productor-, soy de la idea de ir sumando y agregando en mi vida, no de dejar etapas atrás. Nunca me olvido de dónde vengo, mantengo un contacto estrecho con Argentina y viajo por todo el mundo, por eso la identidad está en expansión.
Uno de los picos máximos de esa búsqueda identitaria lo alcanzó a mediados de los años 80 cuando se unió a su compatriota León Gieco en una gira por las provincias argentinas para registrar canciones folclóricas en el mismo lugar donde fueron concebidas. Ese monumental trabajo que fue editado en varios volúmenes bajo el nombre de De Ushuaia a la Quiaca está considerado como uno de los más importantes de la música argentina. Para Gustavo es una obra importante que fue el fruto de la curiosidad de dos muchachos que ya en su música mezclaban folclore y quisieron ir a la raíz a ver cómo era eso. Es un trabajo que se pone cada vez mejor con el tiempo y marcó un camino.
Marcar caminos parece ser una constante en la vida de este inquieto integrante de Bajofondo que durante los años 90 se transformó en el ícono del rock alterlatino y produjo múltiples álbumes exitosos. Artistas tan variados como Divididos, La Vela Puerca, Kronos Quartet, Café Tacvba, Bersuit, Juana Molina, Los Prisioneros y Maldita Vecindad, entre otros, se pusieron a su servicio y realzaron sus carreras. La riqueza que tiene la música latina es su gran variedad. Por eso mi visión es bien amplia y trata de abarcar esa riqueza que tenemos, no quedarse con la connotación comercial que por ahí se le da a lo latino en Estados Unidos, reflexiona el hombre radicado en Los Ángeles.
CA: Fuiste uno de los productores del documental Rompan Todo (2020) –estrenado en Netfilx y donde se repasan cincuenta años del rock en Latinoamérica–, que fue un furor pero que también recibió muchas críticas. ¿Cómo ves hoy a la distancia ese trabajo?
GS: A la distancia lo veo todavía más valioso de lo que era en su momento. Si bien soy uno de los productores y no el único, sabía que por mi visibilidad me iba a ligar los tomatazos. Pero sabemos que hay una legión de haters que se dedican a eso y muchos comentarios que se hicieron fueron erróneos. Dijeron que aparecían sólo grupos que yo produje y de 90 bandas entrevistadas, yo sólo trabajé con 13. Además queríamos grupos que tuvieran representatividad regional, no sólo que fueran conocidos en su propio país. Lo más importante de todo era contar la historia del movimiento en yuxtaposición con lo que era la realidad socio política de lo que pasaba en Latinoamérica en ese momento, cosa que nunca se había hecho. Lo considero un documental muy valioso que abrió el dialogo.