Leo Dan

El pasado 1 de enero me desperté con la triste noticia de la partida de Leo Dan. El señor de la emisora, quien informó el fatal suceso, se lamentaba con profunda tristeza, hasta tal punto que, en algún momento de la información, pude apreciar el quebranto de su pena en la impostada voz de locutor profesional.

Entre tantas evocaciones que dijo del cantante, me llamó la atención cuando reiteró lo siguiente: “sin duda, ha partido unos de los máximos exponentes de la balada romántica, el poeta del amor de la canción popular latinoamericana”. En principio, tal afirmación me pareció un poco subida de tono, tal vez llevada por la emoción del momento de alguien, quien muy seguramente bajo su condición de programador musical, pudo haber tenido mayor contacto con las canciones de Leo Dan.

La información continuó acompañada de una serie de sus más conocidas canciones, dentro de las innumerables que dejó registradas en su larga trayectoria musical por más de 50 años, en los que produjo más de 2.000 canciones entre grabadas e inéditas; la mayoría de ellas éxitos garantizados en casi toda América Latina.

Entonces pude recordar a Celia, “La conocí un domingo, hablamos del amor…”, la primera canción que lo lanzó al estrellato, alcanzando en ese momento un éxito desbordante en las distintas emisoras; no solo de Argentina su país de origen, sino también, por todas las de Latinoamérica. Luego le siguieron, Fanny: “Jamás podré olvidar”, Cómo te extraño mi amor, Te he prometido, Mary es mi amor, Santiago querido, y un sinnúmero de canciones conocidas que colmaron la programación de homenaje.

Leo Dan había iniciado su carrera musical en 1963 cuando el cantante contaba con tan solo 18 años. La noticia me tomó por sorpresa cuando todavía disfrutaba del abrigo matutino de las cobijas;y  de súbito esas canciones me devolvieron a la infancia, al momento cuando ya había sido impregnado por el virus de la música y jugueteaba con algunos pocos acordes básicos en la guitarrita de juguete que me habían regalado.

Por ese entonces, la radio era el medio que nos acercaba al resto del país, y fuera de él también, porque emulando una de las tantas enseñanzas de mi padre, se había despertado en mí la afición de sintonizar emisoras de onda corta en un radio Philips de tubos que aún conservo. Lograba precisar con puntual exactitud el dial de algunas emisoras que había elegido como preferidas porque emitían por sus frecuencias sonoras, canciones desconocidas en nuestro medio, ¡vaya a saber de qué lugar! Aunque sin duda la mayoría llegaban de Ecuador, (algunas de Perú o de Chile, incluso otras que trasmitían en inglés).

Entre mis emisoras favoritas que sintonizaba con mayor facilidad preferiblemente en el horario de la noche dada su reconocida potencia y menor interferencia, estaba Radio Zaracay, emisora familiar para los nariñenses. Esta emitía su programación musical y sus renombrados saludos de complacencias desde Santo Domingo de los Colorados en la provincia de Santo Domingo de Tsáchilas en el hermano país.

Esa emisora, como otras locales, sin duda ejerció en mí un papel preponderante en la conformación de mis gustos y preferencias musicales, acercándome por primera vez a los pasillos y albazos ecuatorianos, a los boleros, rancheras, tangos y toda la variada música colombiana, desde bambucos, pasando por rajaleñas, pasajes, joropos llaneros, hasta la música de nuestro Caribe colombiano y de otros lugares vaya a saber de dónde, que se emitían diariamente por la radio. Eran melodías que empezaban a quedarse registradas en mi mente y en mi corazón invitándome a “sacarlas” en la guitarra. Luego aparecieron las baladas románticas, un género nuevo que, junto con otras canciones llamadas de la Nueva Ola, empezaban a irrumpir en el medio con mucha fuerza.

Muy seguramente fue en una emisora local donde pude escuchar por primera vez el nombre de Leo Dan (luego pude saber que su nombre correspondía a la abreviatura de Leopoldo Dante). Y así como él a otra pléyade de cantantes de baladas románticas a través de la radio y los discos. Pasto no era la excepción en esta ola de popularidad.

Estos nuevos géneros musicales que empezaban a despuntar en nuestro medio moldeando corazones y configurando nuevos gustos musicales en especial en niños y adolescentes de entonces, habían surgido principalmente en México y Argentina pasando por Brasil, y expandiéndose rápidamente por el resto de los países latinoamericanos. Así se configuró lo que Jesús Martín Barbero había denominado “una sensibilidad común latinoamericana”.

Estos nuevos géneros que emergían en el medio bajo la reconocida influencia del rock & roll surgido en Estados Unidos, en especial por Elvis Presley a mediados de los años 50, y reforzado luego por cantantes como el canadiense Paul Anka y el estadounidense Neil Sekada principalmente, provocaron un nuevo movimiento musical que se vino a consolidar con el surgimiento de los Beatles en Inglaterra.

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CUANDO EL ROCK AND ROLL LLEGÓ A AMÉRICA LATINA HUBO TODA UNA REVOLUCIÓN JUVENIL.

Este nuevo movimiento musical, pronto llegaría a competir en sintonía con la música que tradicionalmente habíamos venido escuchando por nuestras emisoras locales; y es así que los discos del nuevo género pronto empezarían a ser parte importante de nuestras fonotecas familiares.

En Europa, el fenómeno había sido igual de impactante, surgiendo cantantes románticos de renombre que fueron bien recibidos en nuestro medio. Entonces fue cuando empezamos a conocer, escuchar y entonar canciones de Raphael, Charles Aznavour, Hervé Vilard, Doménico Modugno, Adamo, Nicola Di Bari, Nino Bravo, Cecilia, Manuel Alejandro, Luisito Rey, Massiel, Ana Belén, Marisol, Gigliola Cinquetti, Mari Trini, Rocío Dúrcal, Miguel Bosé, Julio Iglesias, Camilo Sesto, José Luis Perales, Manolo Otero, Manolo Galván, Paloma San Basilio, Mocedades, Joan Manuel Serrat (quien merece un capítulo aparte por la calidad poética de sus letras y música, de quien realmente me apasionaría más tarde), y toda otra cantidad de cantantes baladistas españoles, italianos y franceses surgidos en renombrados festivales de la canción de ese entonces como Eurovisión o San Remo, trampolines que les brindarían la oportunidad para llegar al mercado discográfico latinoamericano.

En nuestra América Latina sucedió lo mismo, primero fueron México y Argentina, (también Brasil, aquellos baladistas que cantaban en castellano). Estos países fueron los abanderados en donde empiezan a resonar con mayor fuerza los primeros y grandes baladistas, gracias al desarrollo de su industria fonográfica.

En principio, cantantes jóvenes mexicanos u otros no mexicanos, pero radicados en ese país, que comenzaban a popularizar la balada romántica, destacándose principalmente algunos como Enrique Guzmán, Alberto Vásquez, César Costa, Armando Manzanero (con más influencia del bolero), José José, José Feliciano (también bolerista), Mona Bell, Angela María, Juan Gabriel, Joan Sebastián, entre otros. De igual manera, en Argentina surgen jóvenes intérpretes del nuevo género, tales como Palito Ortega, uno de los pioneros y miembro fundador del programa de televisión y movimiento de la balada y de la Nueva Ola llamado El Club del Clan (que tendría su réplica en Colombia y en otros países de América Latina), Sandro, Leo Dan por supuesto, Beto Fernán, Piero, Leonardo Fabio, Sabú, Gerónimo, Elio Roca,  Diego Verdaguer, Rabito, Yaco Mont. De Brasil pudimos escuchar a Roberto Carlos, Nelson Ned y José Augusto principalmente.

En nuestro país, Colombia, sobresalieron baladistas como Harold, Oscar Golden, Hernando Casanova, Vicky, Leonardo, Cristopher, Rodolfo (en principio incursionó en la balada), Isadora, Claudia de Colombia, Lyda Zamora, Mariluz, Billy Pontoni o Fausto. De manera similar, en el resto de países latinoamericanos empiezan a surgir nuevos intérpretes de la balada, haciéndose aún más larga la lista, y con ello, permitiendo que el nuevo género musical se popularice progresivamente; pronto no solo serán solistas los que incursionen en las baladas, empezarán a surgir también una buena cantidad de grupo musicales que se dedicarán a la interpretación y promoción el nuevo género musical.

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NO SÓLO FUE PSICODELIA. UNA GENERACIÓN MELÓDICA TAMBIÉN CONTRIBUYÓ AL PRIMER ROCK COLOMBIANO.

Pero el motivo central que me ha convocado a activar la memoria para recordar como referentes lo anteriormente descrito, ha sido la partida del gran Leo Dan, el cantante y “poeta del amor” como lo definió acertadamente quien comunicó la fatal noticia. La gran mayoría de las canciones de este cantante argentino nacido en la provincia gaucha de Santiago del Estero, fueron éxitos indiscutibles que invadieron en su momento las programaciones radiales en muchas emisoras del continente. No en vano logró la desorbitante venta de cerca de más de 40 millones de copias durante las casi seis décadas en las que se dedicó a componer y divulgar sus canciones, lo que lo llevó a ser reconocido con el premio Grammy Latino a la Excelencia, retribuyéndole de alguna manera las inmensas ganancias con que se vieron beneficiadas las casas discográficas que le grabaron sus setenta discos.

Casi todas sus canciones hablan del amor o del desamor. El tenía la capacidad innata para enaltecer a través de letras sencillas, diáfanas y hasta superficiales, esos romances inocentes provincianos, historias cotidianas de amores sutiles que surgían a primera vista, narrando o cantando los desatinos, las desilusiones y desencantos, los anhelos y añoranzas que brotaban de su romántica imaginación.

Las letras de las canciones de Leo Dan, no son complicadas, podríamos decir que son asequibles para el gran público que las escucha. Sin duda no tuvieron la calidad literaria y poética de composiciones como las de Serrat o la de otros contados cantautores, pero lograron quedarse rondando en el imaginario popular de una gran cantidad de seguidores y no seguidores. Sus canciones han marcado una huella imperecedera en la memoria y en el corazón de quienes se sintieron identificados con ellas.

En esa aceptación masiva de sus canciones, pudo haber favorecido el hecho que narra de manera sencilla y clara, situaciones comunes vividas por tantos “jóvenes populares” enamorados, lo cual pudo permitir una mayor conexión, identidad y afinidad con ellas. En sus letras, aunque centradas en el amor, se podría encontrar en su trasfondo, reflexiones sobre la vida, la sociedad y la lucha interna de los seres humanos frente al amor y el desamor. Tenía la virtud de hacer canciones “pegajosas” para un gran público y eso queda demostrado en el hecho que la mayoría de sus grabaciones fueron éxitos garantizados generando millonarias ventas e inmensas ganancias económicas, tanto para el cantante, como para sus disqueras.

Podríamos asegurar que en ese entonces existía de otra manera la maquinaria del marketing que hoy en día vivimos en la era digital, en donde, muchas veces la cantidad de ventas no necesariamente corresponde a la calidad de las composiciones y de sus intérpretes. Hoy en día sabemos que pesa más la imagen mediática del artista que la misma obra. Su inspiración debió forjarse en su niñez enmarcada por la nostalgia y la añoranza gauchesca, donde la soledad de la extensa pampa se hace cotidiana en aquellos hombres curtidos por las duras faenas del campo, y el único refugio es el rancho, la mujer, los hijos, el mate, el caballo y la guitarra.

Según los biógrafos, nace en el seno de una familia humilde. Cuentan que a los cinco años ya traveseaba con una armónica y una flauta de juguete, a los diez años pudo adquirir su primera guitarra y a los diez y seis empezaba a escribir sus primeras canciones en un cuadernito que le había regalado su madre, motivado principalmente por su abuelo italiano quien tocaba el acordeón por las calles de Villa de Atamisqu, el poblado donde había nacido. A Leo Dan lo apodaban el “León de la Pampa”.

Leo Dan tampoco tuvo la potencia de la voz de un Nino Bravo, de un Raphael, de un José José, o de muchos otros cantantes de la época. Sin embargo, su voz es melodiosa y expresiva caracterizada por esa “erre” arrastrada muy propia de los habitantes de la zona central y este de Argentina, lo cual le imprime un sello particular, (similar a los folcloristas de esas zonas), que, a mi modo de ver, refuerza ese toque especial de identidad popular propia de la gente humilde del campo.

Adicionalmente, el registro “normal” de su voz permitía que sus canciones fueran asequibles para quienes las quisieran cantar, lo que también pudo favorecer su aceptación. La armonía y el ritmo no eran complejos; los arreglos fueron sencillos, pero expresivos gracias a melodías dulces y encantadoras, lo que pudo permitir que fuesen aún más fáciles de asimilar.

Vale la pena mencionar que, el contexto en el cual surgen las canciones de Leo Dan como las de otros cantantes de la época, es la década de los 60, en la que empiezan a proliferar entre los jóvenes del común, la lectura de aquellas novelas de “amores rosa” que se distribuían como pan caliente por toda Latinoamérica; en especial las de Corín Tellado, la escritora española que dejó huella en el imaginario popular de los jóvenes de aquel entonces, atizando un romanticismo  de galanes y doncellas que se reforzaría gracias a las nuevas baladas románticas difundidas a diario por la radio, los discos, el cine y la televisión.

Unos años antes había ocurrido algo similar gracias al cine mexicano y a los discos, permitiendo que el público conociera por primera vez a los intérpretes de corridos, rancheras, boleros y tangos, dejando marcados los nuevos gustos musicales de la época. Fue una época de oro para la industria discográfica, que acrecentaba notablemente sus ganancias, gracias a las millonarias ventas de las nuevas canciones románticas que irrumpían en el medio.

Vale la pena recordar que Leo Dan incursionó también en el cine, tanto en Argentina como en México, donde más tarde se radicaría (también estuvo radicado por un tiempo en España), siendo protagonista en cuatro películas, una serie, y otra, en la que el tema musical es su canción Te he prometido (película Roma del director mexicano Alfonso Cuarón, ganadora del León de Oro y nominada al Oscar). De igual manera, tuvo innumerables presentaciones en televisión y en distintos escenarios del mundo.

Definitivamente Leo Dan fue un cantautor popular por excelencia, llegó a los distintos estratos o sectores sociales de la población, sus canciones no solo fueron bien recibidas en la tranquilidad del hogar. De igual manera fueron ambientadoras necesarias en aquellas noches de bar, bohemia y serenatas. Una canción imprescindible en toda serenata para el día de la madre fue A la sombra de mi madre: “Todos tiene una madre, ninguna como la mía…”; una de sus canciones emblemáticas que todo músico serenatero tiene que aprender como parte de la celebración en el día de la madre.

Así mismo, incursionó en el ámbito religioso haciendo innumerables canciones que aún se mantienen vigentes dentro de los cultos. En su estadía por México, Leo Dan tuvo la iniciativa de articular sus canciones a la ranchera, lo cual lo volvió aún más universal dado ese carácter popular que tradicionalmente ha tenido este género musical por toda Latinoamérica.

Un hecho relevante que no debe pasarse por alto para los colombianos, es que, en 1980, Leo Dan graba un disco con temas vallenatos (Leo Dan – Vallenato), y aunque no tuvo la difusión que se esperaba, su popularidad se hizo aún más notoria en nuestro medio. La virtud que tuvo para transformar las emociones personales en relatos populares y universales, es lo que permitirá que las canciones de Leo Dan puedan continuar trascendiendo por mucho tiempo en la mente y en el corazón de la gente.

Leo Dan fue un cantautor popular por excelencia, llegó a los distintos estratos o sectores sociales de la población, sus canciones no solo fueron bien recibidas en la tranquilidad del hogar, de igual manera fueron ambientadoras necesarias en aquellas noches de bar, bohemia y serenatas. Sus canciones (balada, rock, surf, rockabilly, twist y demás) fueron llevadas a los escenarios y grabadas por infinidad de artistas. Aquí resaltamos algunas de ellas en versiones de otros músicos también muy conocidos de América Latina y el Caribe en forma de salsa, cumbia, merengue, bolero y más.

Playlist

1. Olga Guillot - Con los brazos cruzados
00:00:15
2. Cesar Altamirano - Celia
00:03:40
3. Doris Elizabeth - Te pido que me guíes
00:06:43
4. Carlos Alberto - Lita
00:08:49
5. Joe Quijano y su Conjunto Cachana - Mary es mi amor
00:11:15
6. Los Teen Agers - Fanny
00:14:23
7. Orquesta Maracaibo - Te he prometido
00:17:13
8. Alfredo Gutierrez - Pideme la luna
00:20:49
9. Grupo Toppaz - Esa pared
00:24:27
10. Café Tacvba - Como te extraño mi amor
00:28:02

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