Las nanas abren a las criaturas los ojos a la vida. Poco entienden de las palabras que allí se cantan o susurran pero al oírlas tantas veces al día, musitadas del mismo modo, llegan a no poder pasar sin ellas. Aunque poco se sabe de sus orígenes, estos pequeños poemas de cuna tiene en común una cadencia acompasada que sirve para arrullar con su ritmo lento y amoroso. La gran mayoría son letras populares pero en la literatura son muchos los autores que han escrito o recogido estos “cantarcillos viejos, con que acallaban a los niños”. En esta selección, Alberto Manzano tira de memoria nostálgica y compone una sesión de músicas que amansarán a las fieras.
Las nanas abren a las criaturas los ojos a la vida. Poco entienden de las palabras que allí se cantan o susurran pero al oírlas tantas veces al día, musitadas del mismo modo, llegan a no poder pasar sin ellas. Aunque poco se sabe de sus orígenes, estos pequeños poemas de cuna tiene en común una cadencia acompasada que sirve para arrullar con su ritmo lento y amoroso. La gran mayoría son letras populares pero en la literatura son muchos los autores que han escrito o recogido estos “cantarcillos viejos, con que acallaban a los niños”. En esta selección, Alberto Manzano tira de memoria nostálgica y compone una sesión de músicas que amansarán a las fieras.
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