En una fecha próxima a 1947 el Coro Yoruba de Alfredo Zayas se acredita, con Celia Cruz, la primera grabación de música litúrgica afro-cubana de la historia. Con los tambores batá de Trinidad Torregrosa, Jesús Pérez y Virgilio Ramírez, de los más reconocidos entre los santeros y practicantes, Celia pone voz a los cantos rituales de los toques de santo, los rezos yorubas a los orishas Changó, el dueño del fuego, los rayos, el trueno, la fuerza, y Babalú ayé, el sanador de los enfermos ante el cual las plagas retroceden, y que, en los procesos de transculturación se sincretizan en Santa Bárbara y San Lázaro.

Era la primera vez que esos cantos y toques salían de las casas de religión donde se les veneran para quedar fijados en un disco. Antes, Don Fernando Ortiz los había llevado a las conferencias de extensión cultural que impartiera en el Teatro Campoamor y en la Universidad de La Habana, pero ahora, gracias a la iniciativa de Ramón Sabat, dueño y fundador del sello Panart, esos cantos serían recogidos en discos de 78 rpm, junto a los que también grabaría Merceditas Valdés cantando Ochún y Yemayá

(P-1170) también con el Coro Yoruba y los tambores batá, y Obatalá y Elegguá (El Niño de Atocha) (P-1191) junto a Bienvenido León y Facundo Rivero. Panart publicaría estos tres discos en un hermoso álbum, en cuyas notas se describe la importancia cultural de estas grabaciones.

Este disco parece ser también el que inicia la profusa discografía de Celia Cruz, su primera grabación. (RM)