A libar con el Benny en el Alí Bar
Ayer cantó en la televisión con el gran Pedro Vargas. Y hoy es noche especial en el Alí Bar, porque está al completo su Banda Gigante.
Nadie lo sabe, ni siquiera el dueño de este lugar Alipio García, pero, cuando termine su actuación de esta noche, aquí en el “Ali Bar”, Benny Moré se irá para Oriente con sus dos nuevos amigos, dos camioneros admiradores que han parqueado casi en la puerta sus rastras repletas de arroz, y no regresará en una semana.
Pero esta noche el Benny, que hace ya muchos años dejó de ser Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, nacido el 24 de agosto de 1919 a las 7 de la mañana, convoca en cada actuación a cientos de cubanos que van puntuales a verle en la Avenida de Dolores y Lucero, donde ha hecho su cuartel general, y si un día falta, regresan a ver si él también ha regresado.
Desde el cercano Caballo Blanco se escucha la aguda voz del Bárbaro del Ritmo, como lo bautizara el locutor del programa “Batanga”, Ibrahín Urbino haciendo historia:
En el tiempo de la colonia,
tiempo de Senseribó,
tiempo en que los negros congo
repiqueteaban tambooooooo…







El Alí Bar está a un tiro de piedra de su “conuco”, que él mismo mandó a construir en 1957, en la avenida 43, entre 84 y 86, en el reparto La Cumbre, en San Miguel del Padrón. Ha vivido en otros sitios de la capital, como en Paula 111, en el reparto Hornos, en Marianao; y en la calle Oquendo 1056, entre Clavel y Santa Marta. En su nueva y definitiva casa de dos plantas, tiene un patio donde siembra y cría animales, cerdos y aves de corral, y tomeguines y canarios a los que bautiza en broma con nombres de artistas y amigos queridos, como Celeste Mendoza y Bola de Nieve.
Y con la guataca, que es como se le dice en Cuba al azadón, en la mano, canta lo que ahora también se escucha aquí en la noche, un tema de Lino Frías, pianista de la Sonora Matancera, que será himno inmortal de la cubanidad:
En mi Cuba nace una mata / que sin permiso no se puede tumbar
no se puede tumbar / porque son Orisha.
Esa mata nace en el monte,
esa mata tiene poder.
Esa mata es Siguaraya.
Aquí, en el Alí Bar, Benny Moré comenzó a actuar con bastante asiduidad en 1953. Pero también lo hacen a menudo Roberto Faz, Blanca Rosa Gil, Orlando Contreras, Celeste Mendoza, Orlando Vallejo y Ñico Membiela, a los que en ocasiones invita a su casa para compartir sus comidas preferidas: lechón asado, chicharrones de cerdo, tasajo, bacalao, plátanos fritos, quimbombó, arroz con camarones, ajiaco, rabo encendido con mucho picante, y una rara comida lucumí, receta de sus ancestros africanos: yuca con harina de castilla, grasa y bolas de maní.
Igual que el mago de Oriente / con poder y ciencia rara,
logré romper las cadenas / que sin piedad me ataban.
Saltó en mil pedazos / como finas copas
lo triste de mi vida / se volvió feliz…




Pero al final de su actuación, esta madrugada, Benny Moré se va a marchar hacia la provincia de Oriente con esos dos camioneros fanáticos que han venido especialmente a verlo. Hace uno o dos meses hizo otra de las suyas cuando terminó su actuación, y recogió a unos amigos para ir a despertar, en la cruda madrugada a Guillermo Armenteros, el Congo de Catalina de Güines, que al reconocerlo armó el tinglado con cervezas y se puso a cocinar sus famosas butifarras.
Ayer cantó en la televisión con el gran Pedro Vargas. Y hoy es noche especial en el Alí Bar, porque está al completo su Banda Gigante, cosa que no sucede nunca, porque él prefiere que lo acompañe un pequeño grupo del cabaret, al que a veces agrega el trombón de “El Tojo”, Generoso Jiménez.
Di si encontraste en mi pasado
una razón para quererme / para olvidarme.
Pides cariño, pides olvido, / si te conviene.
No llames corazón / lo que tú tienes.
De mi pasado preguntas todo / que cómo fue…





Esta es su casa, su refugio, el último reducto, donde vibrarán las paredes después de su muerte, y el asfalto de las calles que rodean a este sitio humilde, el cemento de las aceras y la hierba de los jardines, dirán su nombre cada vez que caiga la noche. Es simbólico porque resume su vida, su lucha por llegar a lo más alto. Benny Moré en La Cumbre.
Cuando se marche, durante varias horas, su voz quedará en el aire de la noche hasta que el rocío del alba lo humedezca. Porque el Benny no se marcha nunca para siempre.
Si me quieren, sé querer.
Si me olvidan, sé olvidar,
porque tengo el alma libre
para amar.
La puerta del Alí Bar se cierra y se apagan las luces, pero él sigue eternamente aquí, cantando.
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