Desi Arnaz

Para millones de americanos, Desi Arnaz no fue Desi Arnaz. Fue Ricky Ricardo, el líder de orquesta cubano del programa de televisión I Love Lucy, conocido por Babalú, que casi nadie en el público sospechó que fuese una oración a un santo afrocubano. Moreno, guapo y carismático, Arnaz hizo el papel del marido volátil pero cariñoso de Lucille Ball, su mujer en la vida real. El papel de Ricky tenía similitudes, pero igualmente contrastes con el verdadero Arnaz. Este hombre de negocios astuto y muy exitoso, proveniente de una familia prestigiosa de Cuba, se salvó de un futuro de incertidumbre como inmigrante en Estados Unidos un día de 1937, cuando colgó una conga de su hombro en un club nocturno de Miami Beach.

Desi Arnaz viviría una doble vida con su alter ego Ricky Ricardo, un personaje que en sí encarnó una dicotomía. Ricky Ricardo reforzó los típicos estereotipos latinos –fue un macho “latin lover”–, cuyo acento pronunciado fue usado para provocar risas entre el público del programa. Pero Ricky-Arnaz fue la primera estrella latina de la televisión americana –y fue una estrella enorme–. Su presencia fue aún más innovadora no porqué el personaje fuera un inmigrante latino que no era un criminal, un miembro de una pandilla, o un portero, sino por ser un hombre de clase media, músico y dueño de un club, que llevara el mismo nombre que el famoso Tropicana de La Habana.

Mirando atrás, parece increíble que Ricky Ricardo se volviera uno de los personajes más reconocidos y duraderos de la historia de la televisión americana, dado que el show se estrenó en el año 1951, cuando la televisión se encontraba aún en su infancia. Las primeras licencias para la televisión americana fueron emitidas en 1941, pero la programación se aceleró después de la Segunda Guerra Mundial.)

De hecho, los ejecutivos del network no estaban muy convencidos de la idea de invertir en un programa sobre una pelirroja estadounidense y su marido cubano. Lo que hizo que la pareja misma lo produjera. Dice mucho del talento creativo y ojo para los negocios de Arnaz y Ball que la sitcom pionera batiera récords de popularidad: fue el primer programa de televisión visto en diez millones de hogares. En 1953, la pareja firmó un contrato con el sponsor Philip Morris por ocho millones de dólares, la cifra más grande hasta la fecha. 

Viendo a I Love Lucy ahora, impresiona la cantidad de español que se escucha. Es cierto que consta de los monólogos de Ricky, quien está gritando a su mujer o quejándose de algo que ha hecho. Pero actualmente, en una época donde la representación latina en la televisión es mayor, y en un país que cada vez es más bilingüe, es poco común escuchar bastantes palabras en castellano en un programa de habla inglesa.

Se tomaba por hecho que la audiencia que veía I Love Lucy no entendía lo que decía Ricardo en español, y que fuera empleado meramente para provocar risas. Seguro que muchos televidentes escucharon el español por primera vez de la boca del personaje. Y para muchos miembros del público, el programa sirvió como una introducción a los ritmos cubanos, llevados por arreglos suaves (del pianista cubano Marco Rizo), y cantados por Arnaz en ingles. Canciones como Cuban Pete, Holiday in Havana o Quizás, Quizás, Quizás tuvieron un sabor a las big bands americanas del momento.

Arnaz murió en 1986 a la edad de 69 años, de un cáncer de pulmón. Diez años antes relató sus memorias para un libro, que escribió con la ayuda de Ken Morgan, el jefe de relaciones publicas de Desilu, la compañía de Arnaz y Ball, y Howard Cady, editor de la prestigiosa editorial William Morrow.

El libro, que Arnaz, mostrando su humor seco típico, título A Book, fue publicado en inglés (ahora está fuera de catálogo y es difícil de conseguir). Con más de 300 paginas, es una lectura entretenida y, al parecer, bastante honesta. Sin pelos en la lengua, Arnaz alude a sus frecuentes borracheras y sus tendencias mujeriegas. Habla con cariño de su infancia en Santiago de Cuba, donde su padre era alcalde. Su bisabuelo, cuenta, fue el primer alcalde de la ciudad, nombrado al cargo por la Reina de España en 1869. 

Desiderio Alberto Arnaz y de Acha III vivía una niñez idílica marcada por excursiones de pesca en barco acompañado por el sirviente negro de la familia, y su primera visita a un burdel a la edad de 15 años. Ese estilo de vida fue interrumpido en 1933, con un golpe de estado liderado por Fulgencio Batista. Las propiedades santiagueñas de los Arnaz fueron quemadas por una multitud hostil. 

Desi y sus padres salieron al exilio en Miami, donde, cuenta, lucharon por ganarse la vida durante el día y mataban ratas en el almacén donde vivían por las noches.

Nunca supe que significaba el prejuicio racial hasta que llegue a la Florida, comenta Arnaz en el libro. En vez de tener prejuicios, sentíamos orgullo de nuestra población negra. Sin embargo, Arnaz no explica el porqué de la falta de músicos negros en sus orquestas, las reales y las de la televisión.

En Miami, Arnaz terminó la escuela secundaria, donde se hizo amigo del hijo de Al Capone, Sonny. Consiguió un trabajo limpiando jaulas de pájaros, hasta que en 1936 llegó una oportunidad de hacer más dinero tocando en una banda.

Aprendí a tocar la guitarra de muy joven, escribe. En Cuba, una parte integral del romance es la serenata, y para hacer serenatas la guitarra es perfecta. Sería un plomazo tener que llevar un piano.

Tocó con un grupo llamado Siboney Septet en el hotel Roney Plaza de Miami Beach, y pronto consiguió una plaza en la orquesta de Xavier Cugat. Entonces se fue para Nueva York.

Bing Crosby se encontraba entre el público de un concierto de la orquesta durante una de sus giras. Subió al escenario y cantó Quiéreme mucho con Desi. Después, el joven cubano, con su típica franqueza, contó a Crosby que solo ganaba 25 dólares por semana. Según Arnaz, el astro americano no tardó en decirle a Cugat que era un “español tacaño”. Cugat subió el sueldo de Arnaz diez dólares más por semana.

Fracasarás, le dijo Cugat a Arnaz cuando un día anunció que se iba de la famosa orquesta para formar su propio grupo. No hay mucha gente que conozca y le guste la música latina en este país todavía. Va a ser duro, pasarás hambre.

¡Por cojones, Cugie, tengo hambre ahora!, respondió Arnaz.

Volvió a Miami llevando en su cabeza la canción Babalú, que había escuchado a Miguelito Valdés cantar con la orquesta de Cugat. 

Con 21 años tuvo la oportunidad de presentar su propia banda en un nuevo club nocturno en Miami. El club, Mother Kelley’s, después se haría famoso como el Sant Souci de Miami, y también conocido, tal como el club habanero Sant Souci, por tener conexiones con la mafia.

Arnaz había vendido su banda al dueño del club como una orquesta de rumba cubana. Pero cuenta que le costó encontrar los músicos adecuados.

Esto es lo que conseguí para formar “la única banda típica cubana de Miami Beach”: un italiano que tocaba bajo, un español para la batería –y los españoles no saben tocar nada más que el pasodoble; no saben o no les importan las rumbas, los tangos o las sambas, solamente pasodobles, particularmente los que estaban en (Estados Unidos) en 1937–. Al piano, un muchacho judío –hoy los muchachos judíos tocan la música latina igual o mejor que los latinos, pero en aquella época no sabían nada de la música latina–. Otro italiano tocaba el violín, y tocando saxofón había otro judío.

Después de probar todo lo posible, el único repertorio que llevábamos al trabajo consistía en Para Vigo me voy, Cachita, El manisero, Mama Inés, un par de canciones para guitarra y piano… y un maldito pasodoble para hacer feliz al español.

Lucimos bien, escribe Arnaz, quien durante toda su vida cuidaba su look meticulosamente (una vez fue votado uno de los hombres mejores vestidos de Estados Unidos). Todos los músicos llevaban camisas de rumba que la ex-first lady de Santiago (la madre de Arnaz) había pasado una semana cosiendo. Yo llevaba pantalones de esmoquin, zapatos de charol, una camisa blanca con pequeños volantes, un pajarito rojo debajo de mi chaqueta de esmoquin de verano hecho de lino, con solapas anchas con satín blanco, y un pañuelo rojo a juego con la pajarita, puesto cuidadosamente para ser visible desde el bolsillo.

Sin embargo, en el escenario la banda fue un desastre. El dueño del club estaba listo para echarles después de su primer set, pero a Arnaz se le ocurrió una idea.

…Mi cabeza hizo un flashback a los carnavales anuales de Santiago, cuando miles de personas en las calles forman una conga y van por toda la ciudad cantando y bailando por tres días al compás de los tambores africanos congas. También usan sartenes clavados al revés a piezas de madera, que cuando se pegan con palos hacen un sonido agudo de ding-ding-ding-ding it-ding it-ding-ding, manteniendo el ritmo de las congas, que hacen boom-boom-boom-boom.

Nunca se había hecho la conga en Estados Unidos. Fui al bartender y le dije “dame una botella de ron Bacardi”. Y volví adonde estaban los muchachos. Colgé la conga de mi hombro derecho y empecé a golpear boom-boom-boom-boom.

La banda me siguió. La gente en el club no sabía que carajo estaba pasando. Salté encima del bar. Era una barra larga, de unos 30 pies, y bailaba y tocaba la conga de un lado al otro. Desde allí salté a la pista de baile, y tenía todo el maldito club haciendo una linea de conga.

¡Y así es como comenzó todo! Después de una semana la conga line estaba pegando fuerte. Ni se podía entrar en el club. Estaba a tope todas las noches.

El show de la conga llamó la atención, y pronto atrajo a un productor de Broadway. Le dió a Arnaz un papel de un jugador de fútbol americano-latino en una obra de teatro musical, de la que se hizo una película no memorable en 1940: Too Many Girls Y aunque Arnaz no llegó a ser el nuevo Rodolfo Valentino, fue en Hollywood donde conoció a Lucille Ball, la genial comediante que le cambiaría la vida para siempre.

El siguió haciendo giras con su banda hasta que encontró una manera de quedarse cerca de Ball en Los Ángeles: I Love Lucy. Con los años, aunque terminarían divorciándose, su estudio cosechó múltiples éxitos en la televisión americana de los años 60.

Como su libro pone claro, Arnaz no mostraba mucho interés en usar su fama para promocionarse como músico. Prefería ser magnate de Hollywood, y se convirtió en un multimillonario. 

Pero además de I Love Lucy y sus otros programas de televisión, el legado de Desi Arnaz incluye una pequeña colección de discos hechos con su orquesta antes de su fama en la televisión, además de las compilaciones de temas que cantó en el programa. Desi Arnaz también dejó tras de sí muchos fanáticos que pueden no saber nada de la música cubana, pero sí saben cantar Babalú.

Dos canciones llaman la atención en esta playlist: la versión en remix de Babalú, que fuese parte de la banda sonora de la clásica película La Máscara con Jim Carrey, y I Love Lucy, tema central de la serie de culto del mismo título, compuesta e interpretada por el pianista Marco Rizo. La música de Desi Arnaz, como se ve, llegó de una manera u otra a dos de los grandes medios del Siglo XX. El otro, la radio, se puede escuchar en las introducciones de Cachita, Chiu chiu o Rico pulpa, grabados justamente durante una emisión en vivo en 1943. 

Playlist

1. Desi Arnaz and his Orchestra - Babalú
00:00:02
2. Desi Arnaz - I Come From New York
00:03:34
3. Desi Arnaz Orchestra - Cachita
00:06:38
4. Desi Arnaz and his Orchestra - Brazil
00:08:57
5. Desi Arnaz Orchestra feat. Amanda Lane - Easy Street
00:11:42
6. Desi Arnaz Orchestra - Chiu Chiu
00:14:29
7. Desi Arnaz and his Orchestra - Cuban Pete
00:17:26
8. Desi Arnaz Orchestra - Rico Pulpa
00:20:29
9. Desi Arnaz and his Orchestra - Peanut Vendor
00:22:49
10. Desi Arnaz Orchestra - Till We Meet Again
00:25:00
11. Desi Arnaz and his Orchestra - Straw Hat Song
00:28:28
12. Lucille Ball & Desi Arnaz - We'll Build A Bungalow
00:31:10
13. Desi Arnaz and his Orchestra - Tico Tico (No Fuba)
00:35:09
14. Desi Arnaz - I Love Lucy Theme (vocal)
00:38:08
15. Marco Rizo his Piano & Orchestra - I Love Lucy (Theme)
00:40:03
16. Desi Arnaz and his Orchestra - Babalú Music (Weird Al Yankovic remix)
00:42:51

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