El santiaguero Pilón de Enrique Bonne
Enrique Bonne es un símbolo de la creación musical cubana. Pacho Alonso, Ismael Rivera y muchos más han dado voz a su infinito talento.
Llegar a Santiago de Cuba, y amar esa ciudad es un solo acto. En América Latina las ciudades Santiago tienen magia: Santiago de Cuba, Santiago de León de Caracas, Santiago de Veraguas, Santiago de Chile, San Felipe y Santiago de Montevideo, Santiago de Cali, todo el Caribe en ella sin ella ser caribeña (por geografía, vamos). ¿Mayor magia?
En el caso de Santiago de Cuba se trata de la energía que sale de sus calles, de sus plazas, de sus playas, de sus montañas, y de sus habitantes con su música, tradiciones y ocurrencias.
Santiago de Cuba contiene casas natales y lugares de descanso eterno de grandes luminarias musicales, contiene al primer Café Concert de todo el Caribe, y al Museo del Ron, y tiene cerca de sí a La Gran Piedra, al Puerto Boniato (en plena montaña), a la playa Siboney, a El Caney, a la Mina e Iglesia de El Cobre (con su majestuosa Caridad), a La Isabelica, hacienda que atesora más de 200 años de historia del Café. Santiago es alegre, con su inconfundible conga, y su corneta china, con su anual Festival del Caribe.
Cuando se llega al parque Céspedes se llega al corazón de esa ciudad. A pocos metros de ese parque está la Casa de la Trova, epicentro de encuentros, tertulias, propuestas, críticas y mucha creación musical.
Fue precisamente en Santiago de Cuba donde conocimos por fin al autor de Yo no quiero piedra en mi camino, tema que casi todo el Caribe le adjudica a Ismael Rivera, su gran difusor, pero que pertenece a un nacido en la provincia de Santiago de Cuba, residente desde siempre en Santiago, Enrique Bonne, genial persona tanto en lo humano como en lo musical.
Bonne
Llegamos a su hogar, ubicado en calle D entre la Avenida Céspedes y Calle cuarta del centralísimo Reparto (urbanización) Sueño. Allí estaba instalado junto a su esposa y su sonrisa de dioses, por lo eterna. Pareciera que este hombre nunca tuvo un disgusto.
Luego de los saludos, apretones y el café, Enrique Alberto Bonne Castillo, el hijo de José y Engracia, nacido en San Luis, al norte de Santiago de Cuba el 15 de junio de 1926, fue ilustrando su historia.
Enrique fue hijo de José Bonne Moirano (puntista azucarero y autor musical) y de Engracia Castillo Griñán, profesora de piano. Nos los contó así: Mi madre fue profesora de piano que representaba al conservatorio Orbón en San Luis y Palma Soriano, y mi padre, aunque no era músico, componía. Hizo danzones como Los efectos del mercurio y boleros dedicados a una palmera. Lo que te quiero decir es que tengo antecedentes musicales. Yo estuve estudiando piano con mi mamá y aunque no fui un dedicado perfecto en ese sentido logré avanzar bastante en ello.
Cuando estaba en el Instituto Santiago terminé en una orquesta vocal, algo así como Vocal Sampling de Cuba y ahí se interpretaban números de algunos compañeros míos, y míos. Y ya para 1950 el Conjunto de René del Mar, de Santiago de Cuba grabó mi primer número que fue el Italian Boy dedicado a un peinado que se usaba en esa época. También lo grabó la Orquesta Hermanos Castro de La Habana. A partir de ahí comenzó a funcionar la parte de la composición.
La orquesta de Mariano Mercerón grabó el Chachachá de la Reina, interpretado en esa oportunidad por Pacho Alonso que era el cantante de esa orquesta. También fue grabado por Felipe Dulzaides y su grupo. En fin, me fui adentrando en el campo de la música.
Hay que acotar que Enrique Bonne y Pacho Alonso siempre fueron amigos, desde la juventud. Siempre, y por ello no es casual que casi todos los temas escritos por Bonne fueran estreno en la voz de Alonso. Así lo declaró una vez: Pacho y yo nos conocíamos de la antigua sociedad Luz de Oriente y del Balneario de La Estrella. Nuestras familias eran amigas, nos veíamos siempre en los bailes. Él no sabía que yo hacía mis cosas, aunque yo sí sabía que él cantaba en reuniones de grupos. Ahí nos vinculamos, y Pacho empezó a trabajar la música mía en la década del 50. Grabó una conga titulada En esa me voy, grabó Se tambalea. Grabó muchos números.
Hay un LP que no salió en Cuba, que es completamente de obras mías interpretadas por Pacho.
El Ritmo Pilón
En cuanto a la percusión yo siempre fui amante de los ritmos, y cuando tuve la oportunidad de estar de profesor en una escuela en el campo, invitado por un amigo que estaba medio enfermo vi pilar el café y de ahí me surgió la idea de crear un ritmo y lo titulé ritmo pilón, porque se usaba con el golpe del madero con que se pilaba el café. Entonces comencé a trabajar todo lo que era la ritmática y me adentré en eso hasta que en 1961 cree un grupo de percusión con 54 miembros. Ya había tenido uno pequeño de siete que era el que utilizaba cuando representaba la orquesta para apoyar los carnavales de los distintos municipios en los que participábamos.
El pilón es una herramienta (vasija) utilizada en los campos de todo el Caribe, de fabricación artesanal y se usa para desconchar no sólo el café, también el maíz, el arroz u otro cereal, al que haya que desconchar. Usualmente de madera, es alto y hondo y en una suerte de mortero se ejecuta el “chas chas” de subir y bajar el mazo de madera de doble cabeza que pegará contra los granos. También los hay de piedra. En la actualidad la industria los sustituye, pero en los campos siguen existiendo. En las ciudades y en cualquier hogar hay un pilón pequeño para machacar el ajo, o la pimienta.
Según la discografía el primer pilón en grabarse fue Baila José Ramón, en 1963, con el sello RCA Víctor. Hay que acotar que José Ramón es el campesino en cuyo hogar se encontraba Bonne ( y con él Pacho Alonso) cuando escucharon el pilar del café.
Ya dentro de ese género, Pacho Alonso graba el tema Rico pilón y lo convirtió en un exitazo. La amistad de Pacho Alonso y Enrique Bonne es famosa en Santiago de Cuba. Por eso casi todos mis temas los estrenaba él. Y se aclara que el tema Rico pilón es de Pacho, pero el ritmo es de Bonne.
Bonne de Carnaval
Eso que se levanta, que viene, que sacude la tierra, es el carnaval y mi relación con el carnaval vino por un amigo que trabajaba en la municipalidad de Santiago de Cuba. Me propusieron encargarme de los desfiles de paseos y comparsas… y estuve 29 años como presidente de esa área. Yo hasta hice una samba llamada Si me faltara el carnaval, y el estribillo lo hicimos entre Rafael Lay, director de la Orquesta Aragón, y yo. Esto lo contó con su eterna alegría a esta redactora. Recordó también lo que una vez declaró a la prensa cubana. Señalaba Bonne que el carnaval de su ciudad nunca fue de lujo, pero sí de expresión colectiva. En Santiago cuando llegaba el carnaval todo se fundía. Era una fiesta loca, de alboroto, venía gente de todas partes. Cuando salía la conga, todo el mundo se tiraba para la calle. Había quienes se disfrazaban de mujer, de cualquier cosa, y desfilaban porque era algo abierto donde la gente perdía el complejo. Todo eso le dio mucha fama al carnaval de Santiago, hasta que el gobierno de Fulgencio Batista, por razones políticas, eliminó el disfraz.
En cuanto a su grupo de tambores, queda claro que la de Enrique Bonne fue la agrupación más numerosa por mucho tiempo en la música popular de Cuba. Dice Bonne: Los integrantes fundadores eran mayormente gente del barrio, tocadores de las congas tradicionales de los carnavales santiagueros: Los Hoyos, San Agustín, Paso Franco, San Pedrito, Alto Pino, y El Guayabito. La fecha de fundación fue el 15 de septiembre de 1961. Su génesis es incluso anterior: Yo representaba orquestas y marcas de discos, y tenía un pequeño piquete de conga de siete integrantes, que llevaba para no perder el contacto con los clientes. Un día se me ocurrió ampliarlo… y llegamos a 49. Después puse los chekerés que se usaban en ciertos rituales, y por primera vez aparecieron en la “música profana”. También incluí dos cornetas chinas y llegamos… a 54 miembros. No cabíamos en una sola guagua y había que dividir el grupo. Su sonoridad se fundamentaba en la cantidad de instrumentos de percusión que tenemos los cubanos, y dime tú, los santiagueros.
Fuimos a La Habana en 1962, para participar en el carnaval, y aquello fue un escándalo. Trabajamos en el teatro Karl Marx, actuamos en el cabaret Tropicana, un grupo de percusión de semejante envergadura nunca se había presentado bajo las estrellas. En los años 80, nos fuimos al Carnaval de Varadero, y durante casi una década actuamos en el Festival de la Playa Azul, donde acompañamos, entre otros, a Irakere y al afamado compositor francés Michel Legrand. A fines de los años 90 estuvimos representando a Cuba en el Festival de Cali, Colombia… Todo no cabe en mi memoria.
Yo no quiero piedra en mi camino
En la obra autoral de Enrique Bonne hay temas muy populares como Yo no me lo robé, vigilante y Yo no quiero piedra en mi camino. Lo de la piedra es verídico. Yo lo presencié. La esposa sorprendió al marido tomando cerveza con la amante y se formó el jaleo en voz alta, pues. Entonces la amante le dijo al señor: vete que yo no quiero piedra en mi camino; es decir la amante lo botó, no quiso más nada con él, y yo me quedé con la frase.
Lo grabó Pacho y lo grabó Ismael Rivera. Siempre agradeceré mientras viva que Ismael Rivera tomara en cuenta el tema para cantarlo, por ser la figura que era y además que el fue muy cuidadoso con el tema para hacerlo tal como era y con una fuerza tremenda para que gustara al público.
Bonne es Premio Nacional de Música en Cuba en 2016. Se mantiene activo a sus 96 años. Yo sigo creando, no he dejado de crear. Un conjunto de Santiago de Cuba el Granma grabó un Long Play de música mía donde hay unos cuantos números nuevos y otros no tan nuevos pero que no eran conocidos. En la actualidad no he estado muy bien de salud, pero mientras tenga lucidez voy a seguir creando.
Cada vez que lo requerimos, nuestro dilecto poeta y trovador santiaguero Gabriel Soler, productor de esa excelencia que es Ecos del Tivolí nos apoya en todo lo que haya que hacer en Santiago de Cuba. Escríbanle, que siempre atenderá y apoyará.
Gracias Gabriel. gabrielsoler290@gmail.com . Gracias a Enrique Bonne por su amistad entrañable, y gracias a Santiago de Cuba, la inmensamente hermosa.