Felo Bacallao
Moon-walker caribeño, voz de las charangas reinas.
En el estudio de radio o televisión, en la pista de un cabaret, en la tarima de un bailable, sus pies se deslizan con suavidad y una ligereza inimaginable. La elegancia desafía aquí a la habilidad de ese hombre danzante que asombra a todos. Quienes se consideran reyes de la pista tratan de imitarle, sin éxito. ¿Qué sustancia mágica podría descansar en los portentosos zapatos del cantante-bailarín?, se preguntaban. Muchos se preguntan a quién copió, cómo lo hizo. En todo caso, tampoco se sabe si Rafael Felo Bacallao Hernández vio alguna vez en el cine de Cienfuegos alguno de los filmes donde están los antecedentes de aquellos pasos que lo convertirían en un auténtico moon-walker caribeño.
Nunca pretendió Bacallao apropiarse de la invención de ese estilo habilidoso que tres décadas después universalizó Michael Jackson, cuando en 1983 bailó Billy Jean en la transmisión televisiva por el 25 aniversario de Motown. El genio del pop tampoco se atrevió a adjudicárselo: sabía que desde décadas atrás le habían antecedido otros como Charles Chaplin, Cab Calloway y hasta su ídolo James Brown. En todo caso, el mérito del cubano fue introducirlo en los ritmos y estilos afrocaribeños, pero con un grado de singularidad, que ya es imposible mencionar su nombre sin recordar su legendario moon-walk sonero y guarachero.
Pero antes de seguir, hace falta insistir en algo: bailar no fue el único mérito artístico de Rafael Felo Bacallao, ni probablemente el más importante. Su relevancia dentro del movimiento de las orquestas charangas merece ser valorada en su justa dimensión, en particular, su inclusión en Fajardo y sus Estrellas y la Orquesta Aragón, sin dudas la más alta y genuina expresión de ese formato, y patrón que siguieron –muchas al calco– las orquestas de ese formato que vendrían después en Cuba, Estados Unidos y otros lugares del mundo. Bacallao pudo presumir de ser el único cantante que pasó por las dos orquestas charangas que reinaron en el público cubano de la segunda mitad de los años 50 y los inicios de los 60, y brilló en ellas, a mi juicio, como ningún otro cantante.
Probablemente, esto no fue casual. Felo, que había nacido y vivía en Cienfuegos, venía de cantar en otra charanga valiosa, pero carente de la difusión que merecía: la del también cienfueguero Efraín Loyola. Pero no fue un cantante “de última hora”, de esos que se animan cuando ven el éxito ajeno. Casi desde la adolescencia, Felo quiso cantar y dio muestras de talento. Cantó haciendo parte del trío de su barrio, llamado Arizona; se presentó en La Corte Suprema del Arte allá por 1949; cantó en Cienfuegos acompañado del destacado guitarrista Rafael Felito Molina, quien nunca olvidó aquellos inicios del gran cantante charanguero:
…aquí (en Cienfuegos) le pusieron Daniel Santos, porque sabía cantar igualito y le decían “El Daniel Santos cienfueguero” (…). Bacallao estaba trabajando de electricista con Bienvenido Cantero –y él se afectó, a él le dolió– y le dijo: Me voy pa’ La Habana, contó Felito Molina a la compositora Marta Valdés.
Con Fajardo
Bacallao se fue a una emisora donde estaba tocando José Antonio Fajardo y esperó, escuchando y viendo a través de los cristales de la cabina la actuación de la orquesta del flautista, hasta que consiguió hablar con él. Oígame, yo sé cantar. Y tanto insistió que Fajardo decidió probarlo. Con el olfato premonitorio que dicen, siempre tuvo el gran flautista, cuando lo escuchó lo contrató de inmediato, y al día siguiente Bacallao estaba ya en una de las orquestas de la marca Fajardo y sus Estrellas, aunque muy pronto escalaría a la nómina de cantantes de la orquesta principal. Con un gran sentido comercial y siguiendo el modelo que alguna vez tuvieron algunos sextetos y septetos como el Nacional y el Boloña, Fajardo armaba varias orquestas para aprovechar el tirón y cubrir la gran demanda en bailes y centros nocturnos en momentos de cerrado forcejeo con la Aragón por la cima de la popularidad.
El impulso dado por Fajardo al cantante cienfueguero fue crucial, pues le dio la posibilidad de pulir su estilo, adaptarse y crecer dentro de una formación que marcaba pauta en el panorama musical cubano. Eran los tiempos de las largas temporadas de Fajardo en el cabaret Montmartre, uno de los tres grandes de Cuba, y Bacallao comenzó así a jugar en las grandes ligas de las noches habaneras. Es aquí donde, probablemente, se encuentren los orígenes del estilo singular, ese que lo distinguió no sólo como un excelente cantante, en particular como inspirado bolerista, sino también como un portentoso bailarín. Al cronista Rafael Lam le contó alguna vez: Me hice bailador por necesidad (…) El dueño (del cabaret Montmartre) no quería que yo me presentara y se me ocurrió ponerme a bailar, a ver si escapaba. El público asombrado me aclamaba; nunca antes había visto bailar a un cantante en una orquesta… En vista del éxito tuvieron que poner luces en el escenario para que se viera el espectáculo que yo ofrecía.
Ciertamente la actitud performativa de los cantantes de las orquestas charangas al incorporar el baile, tuvo mucho que ver con la iniciativa de Bacallao, pero también de Fajardo, a juzgar por lo que el violinista Marino Castillo le contó al investigador y musicógrafo Gaspar Marrero. Según Castillo …Fajardo inició muchas cosas en la música… La primera orquesta que baila es la de Fajardo. Tenía a Sergio y a Rudy Calzado, quienes salían en la televisión en El Show del Mediodía. Después, a Bacallao (…). Los mismos cantantes de Fajardo –Sergio y Rudy Calzado–; Luis (Calzado) y Bacallao, cada uno en su momento, montaban las coreografías. Era requisito indispensable para todo aspirante a cantar con Fajardo que supiera bailar. Y los instrumentos teníamos también que movernos. Montábamos pasillos para los violinistas de acuerdo con el tumbao que hacíamos, para no atravesarnos.
Con Fajardo y sus Estrellas, Felo Bacallao participa en la grabación del LP Ritmo de pollos, uno de los más importantes y exitosos en la discografía de la orquesta en Cuba, grabado en 1958 y publicado al año siguiente. La versatilidad de Felo despunta ya en temas tan disímiles como el fajimambo que da título al disco, de la autoría del propio Fajardo; la guaracha A mi qué (Jesús Guerra) o la versión cha cha chá del clásico italiano Volare (Nel blu dipinto di blu) (Domenico Modugno).
Con Los Estilistas del Cha Cha Chá
El mismo año en que Felo Bacallao graba este único long-play con Fajardo, sale de la orquesta; hace algunas actuaciones como solista y bailarín en el salón Antillano del hotel Habana Hilton y poco después entra ¡al fin! en la Orquesta Aragón. Inicialmente, a su director, Rafael Lay Apesteguía, no le había gustado mucho la idea, lo encontraba “inmaduro”, pero después se convenció. El fallecido Orestes Varona me preguntó si quería venir fijo para la plantilla de la orquesta (Aragón) y le dije: ¡¿Cómo que no?! ¿Con quién mejor que con ustedes. Y desde ese año 1959 estoy cantando con la orquesta Aragón –contó Bacallao al periodista radial Luis Alberto Alén–.
Algunas fuentes indican el 7 de febrero de 1959 como la fecha de entrada de Bacallao a la Orquesta Aragón. Lo que siguió fue un trabajo de 34 años dentro de la reina de las charangas cubanas. El mismo año de su entrada, Bacallao viaja con la Aragón a Nueva York y se presentan en el mítico Palladium, en el Manhattan Center y en el Ateneo Cubano y ese mismo año se imponen en la preferencia de los bailadores los LPs Me voy para la luna, Cójale el gusto a Cuba y Charangas y pachanga, con los que Felo debutaba en la discografía de “Los aragones”, aún dentro del roster de artistas exclusivos de RCA Victor y su sello subsidiario cubano, Discuba.
A nivel musical, Bacallao inauguraba una nueva etapa en la Orquesta Aragón, en capacidad ya de abandonar el tradicional unísono y asumir el canto a dos voces, aunque en ocasiones, la de Lay fuera una suerte de tercera voz, como justamente destaca el musicógrafo Gaspar Marrero. Pepe Olmos, Felo Bacallao y Rafael Lay son de las mejores voces para un formato como el de la orquesta y, en la línea frontal de la formación y ante los micrófonos, se convierten en la identidad vocal de “Los Estilistas del cha cha chá”, y en patrón a seguir por todo el movimiento de las orquestas charangas dentro y fuera de Cuba.
El repertorio tanto de Fajardo, como de la Aragón recorre disímiles géneros, en la mayoría de los casos, versionados en el patrón rítmico del cha cha cha, al que la charanga como formación orquestal está asociada directamente. Ambas bandas demostraron la versatilidad del género para asumir, versionadas, canciones de las más disímiles procedencias y en ambas formaciones, la voz y el estilo de Felo Bacallao sería determinante para concretar con éxito esta intención. Destacó especialmente en los boleros que cantó y grabó con la orquesta Aragón, tarea nada fácil junto a otro gran bolerista: Pepe Olmos. Si hiciera falta un testimonio del gusto de Felo Bacallao por los boleros, incluso antes de estar en la Aragón, ahí está el de Marta Valdés, quien lo recordó cantando dos temas suyos –No te empeñes más y No es preciso– en una descarga filinera en el habanero Club 21, en medio del apogeo de Fernando Álvarez como bolerista multiversionado. En un perfecto tándem con Olmos, Bacallao transfiere a la Aragón ese saber hacer cuando Lay decide enfatizar el bolero en el repertorio de la orquesta. Hoy se pueden escuchar grabaciones como de Canta lo sentimental/Así canta corazón (Urbano Gómez Montiel / Yody Fuentes) y tantos otros boleros por “Los aragones”.
En el repertorio bailable, sería interminable la lista de los temas en que Bacallao brilló: No me venga con cuento (René Hernández), El paso de Encarnación, Los problemas de Atilana (Pedro Aranzola), Que tenga sabor (Eridania Mancebo), Caminito de Guarena (Billo Frómeta), Caimitillo y marañón (Rosendo Rosell), Yo no bailo con Juana, son sólo unos cuantos títulos.
A pesar de todo esto, Felo Bacallao, es mucho más recordado como el bailarín excepcional que fue. Podría afirmarse que la Aragón fue aún mucho más alegre y desinhibida con ese performático Felo Bacallao, que, con premeditación y alevosía estaba cambiando los códigos escénicos de la formación y sobre todo, de uno de los ritmos identitarios de la charanga: el cha cha chá.
Otros momentos importantes involucraron a Felo Bacallao fuera de la orquesta Aragón: en 1978 llega la orquesta neoyorquina Típica 73 a grabar en La Habana su histórico album Intercambio Cultural (Fania) y entre los músicos a quienes sus integrantes invitan está Felo Bacallao, quien aparece haciendo coros junto a Felo Barrio y Sonny Bravo. También participa en la serie de discos Estrellas de Areíto, que dirigiera y produjera Juan Pablo Torres en La Habana en uno de los coros más notables que se recuerden, junto a los Hermanos Bermúdez, Manolo Furé, Pepe Olmos, Modesto Fusté, Filiberto Sánchez, Eugenio Rodriguez Raspa y Rolo Martinez.
Se dice fácil, pero fueron 34 años, varias decenas de discos de larga duración y numerosas giras y conciertos por todo el mundo, en los que Bacallao y la Aragón fueron uno. Tras la trágica muerte de su director, Rafael Lay Apesteguía, Bacallao permanece en la Aragón cerca de 11 años, hasta que en 1993 decide retirarse. Su últimas grabaciones con la Aragón están recogidas en el CD La charanga eterna (1992). Su lugar en la orquesta es ocupado por su hijo Ernesto Bacallao Serrano, cuyas facultades como buen cantante –aunque sin ser bailarín– hicieron posible que continuara así la tradición en los relevos dentro de la orquesta.
Venezuela, estación final
Felo había llegado a Venezuela con la Aragón en una gira de tres meses en la que compartió escenarios con El Gran Combo de Puerto Rico, la Billo’s Caracas Boys y la Dimensión Latina. Con 56 años, decide fijar allí su residencia y a pesar de su propósito de retirarse de la vida artística, realiza colaboraciones con Enrique Culebra Iriarte, Oscar D’León, Tata Guerra y Los Matanceros, con quien graba, entre otros, los temas Alegre petición y Guajira con son. Su último trabajo discográfico lo realizó en 2002 junto a Enrique Culebra Iriarte: el disco La Bra Bra Sound donde el notable pianista venezolano trató de preservar en los arreglos la influencia del formato charanguero.
Felo Bacallao murió repentinamente en el caraqueño barrio de Cuaricuao el 13 de mayo de 2005. Cuando ocurrió el periodista e investigador cubano Bladimir Zamora escribió esto, refiriéndose a Felo y a la Aragón: No puedo decir ahora mismo que la pieza única de esa maquinaria entrañable fuera Rafael Bacallao, pero ahora que llega la noticia de su muerte en la Caracas fraterna, todo el remolino de asombros que me copa los sentidos, me lo ponen a él al frente de la orquesta, casi levitando sobre el sonido de oro de la flauta de Richard Egües.
Felo Bacallao abrió el camino a la continuidad musical en la familia, con su hijo Ernesto Bacallao, seguida ahora por su nieta, la joven cantante cubana Laritza Bacallao, que hace valer la vieja sentencia: lo que se hereda, no se hurta. En la música cubana y afrocaribeña, la huella de Felo Bacallao ha quedado en la discografía de Fajardo y su Estrellas, y en general, en el trabajo de José Antonio Fajardo como uno de los grandes flautistas cubanos.
La continuidad en la tímbrica y el estilo de la Aragón ha sido preservados por Rafael Lay Bravo, el actual director de “La reina de las charangas”, y aun así, a pesar de este monumental logro, cuando se escucha su tema de presentación al grito de ¡Aragón, Aragón, Aragón!, es imposible no recordar a quien contribuyó no sólo a fijar su sello sonoro, sino también a que ésta fuera además un delicioso espectáculo visual lleno de sabor: Rafael Felo Bacallao.