Charles Aznavour (foto: Rob Bogaerts / Anefo).

Apenas retornaba Charles Aznavour a París en octubre de 2018 luego de una triunfal gira por Japón, y estaba preparando la próxima presentación que sería en Bruselas. No pudo ser. A los 93 años lo que llegó fue la inmortalidad y una leyenda que, como la canción francesa, vive de su gloria.

Siempre fue comediante. Tenía en su ADN ese particular y exclusivo linaje de la calle como escenario del espectáculo y el canto. Además supo sacar fortaleza de algunas “debilidades”: no era bien agraciado atendiendo a los prototipos implantados, no tenía mucha estatura (1,61 mts.), no tenía padrinos… pero sabía interpretar el sentimiento popular, el drama íntimo, la nostalgia y ese mirarse al espejo solo, para dialogar con el alma, que es el sentimiento.

En su voz herida, patética, sus canciones nostálgicas adquirieron un vigor extraordinario. Solía cantar a las cosas perdidas (la madre, el amor, la juventud), algo en lo que el gran público se proyectaba.

No pudo ser cantante de ópera como su padre y su hermana pero es una figura histórica de la chanson de Francia con alcance mundial.

Charles

Nació en París el 22 de mayo de 1924. Sus padres eran armenios y regentaban un restaurante en la capital de Francia. Su nombre de bautismo fue Shahnourh Varinag Aznavourián Baghdasarian. La vena artística familiar surgió espontáneamente y desde los 7 años de edad, junto a su hermana Aída ya cantaba y actuaba en papeles infantiles en teatros parisinos. También incursionaba en el cine.

A los 17 años Charles Aznavour comenzó a componer, a escribir. Se unió a Pierre Roche, un pianista y también compositor con el que conformó un dúo que llegó a ser visto por Edith Piaf, quien se convirtió en ángel tutelar, llevándolos a alguna gira que los dio a conocer un poco más. Incluso alcanzaron algún éxito con la canción J’ai bu (He bebido). Se separaron en 1950.

Separado de Roche el panorama no parecía pintar bien para Aznavour, pues aparte de su poca estatura y todo lo demás tenía una voz que sonaba extraña. Aún así logró presentarse hacia 1955 en el Olympia y el Moulin- Rouge. Comenzaría a ser tomado en serio.

¿De dónde provino ese encanto que comenzó a deslumbrar al mundo y que se abrió paso contra todas las adversidades?

La chanson

Es bien conocido que la canción en Francia es consentida dentro de las artes. Desde el siglo IX se conocen canciones en francés, y aquellas canciones medievales para todo, para bailar, para beber, para amar, para quejarse, para hacer política…

Comenzó siendo culta y selecta pero enseguida los trovadores, los troveros la vincularon a la danza poniéndola de paso al alcance del pueblo. El primer gran monopolio de los tiempos modernos estuvo vinculado a esa música. Adrian Le Roy fue el único editor autorizado para divulgar canciones en Francia hasta 1788 pues intuían que la música podía ser ‘peligrosa’. Gracias a Le Roy se ha podido reconstruir año por año la historia de la canción francesa.

Para 1731 se habían establecido las llamadas sociedades de cantantes. Francia entró al siglo XX con los café concerts, organización cultural, digamos, de larga data. Atendamos al detalle de Santiago de Cuba, donde se sintió la influencia de Francia desde finales del siglo XVIII  hasta mediados del siglo XIX, cuando llegaron al oriente cubano procedentes de Haití con su fuerza de trabajo, sus hábitos, costumbres y la distinción en la forma de vivir. Los franceses incidieron en muchos aspectos en Santiago de Cuba destacando la agricultura, comercio, modas, artes y los oficios. Los franceses construyeron un café concert con capacidad para más de 300 personas al que llamaron Le Tívoli.

Para 1930 la canción francesa comienza a recibir la influencia americana primero con el jazz y décadas más tarde con el rock (inglés y americano). Sin embargo un sector se mantuvo fiel a su identidad y a sus características letras poéticas.

El cine, la radio, los discos, la televisión cambiarían mucho el panorama, pero hasta en la etapa del pop la canción francesa siguió siendo fiel a su historia melódica, donde el ritmo es apenas perceptible, es casi espiritual, lento, suave. Las letras siempre se adaptaron a la estructura del idioma y por eso la versificación resultó fácil y adaptable a lo melódico.

Otro detalle en la chanson francesa es que sus ídolos duran mucho, tanto, que a los jóvenes les cuesta llegar.

También es relevante el aspecto de lo colectivo. Proporcionalmente son pocos los grupos, y mucho menos los grupos netamente franceses. Hay numerosos grupos y bandas para la vida nocturna, pero cantan en inglés o con estilo gringo.

La vigencia de esa canción francesa queda evidenciada en la casi inmortalidad de temas como La mamma, La internacional de Pierre Degeyter, La Marsellesa, La carmagnole, La vie en rose, Lo importante es la rosa, El extranjero, y hasta Mambrú. Esa música no parece pertenecer a ninguna clase social, pues la canta con amor todo francés.

Conviene destacar que el concepto de cantante estuvo siempre muy vinculado al teatro, a la actuación. Ejemplos hay muy buenos: Maurice Chevalier, Josephine Baker, Sacha Distel, Ives Montand, Georges Brassens, Jacques Brel (nacido en Bélgica) y Georges Moustaki, considerado el extranjero más famoso de la canción francesa, pues había nacido en Egipto pero se hizo ciudadano francés en 1985. Había llegado a París en 1951 y 4 años más tarde se desató su vena de compositor. Muchos temas entonados por Edith Piaf eran de la autoría de Moustaki.

En ese contexto tan particular se gestó y desarrolló todo el arte interpretativo y creador de Charles Aznavour. Enarbolando sus temas, que reflejaban mucho de su cotidianidad, y de la cotidianidad individual del pueblo francés Aznavour conquistó a la audiencia de Estados Unidos y de América. En realidad conquistó a la audiencia de todo el mundo, mundo que recorrió varias veces con notable éxito.

Muchos consideraron un error que cantara en otros idiomas que no fuera el francés porque verdaderamente era intimista, pero ¿de qué otra manera se podía acercar a públicos que no hablaban ese idioma?

Hizo carrera cinematográfica y se le reconoció como un actor de talento. Recuérdese de qué familia provenía. Entre sus participaciones cinematográficas están Disparen sobre el pianista, La prueba de valor, El tambor de hojalata, La montaña mágica y Ararat.

Un rey en La Habana

Dicen que Aznavour se enamoró de la música latina en 1961 cuando adaptó al francés la canción Esperanza, un chachachá de Ramón Cabrera, que había popularizado en los clubes de Paris Pancho Cataneo y el conjunto Los Matecoco. Aunque la pachanga era el ritmo latino de moda en el mundo por aquel entonces, el chachachá resultaba muy atractivo para los músicos franceses por facilitar adaptación, pues no tenía las complejidades armónicas del mambo.

Ya para entonces Aznavour era muy conocido en América Latina y se le veía como un “amigo del bolero”, lo que tenía mucho de razón. El énfasis que le daba a sus canciones lo aproximaba mucho a un género romántico con el que también había coqueteado Maurice Chevalier al interpretar canciones de Rafael Hernández.

Años más tarde, cuando la balada inundó la programación de las estaciones de radio latinoamericanas y los festivales de la canción eran los eventos más vistos en la televisión, las canciones de Aznavour fueron adaptadas al español por los cantantes latinos.

Venecia sin ti (Que c’est triste Venise) fue un fenómeno tremendo y ya no sólo en la balada, sino en todos los ritmos. Hicieron versiones Chano Scotty y su Combo Latino, María Eugenia y Los Directores, Rosita Perú con la orquesta de Larry Martin, Jimmy Santy con Enrique Lynch y su Orquesta y Los Diplomáticos de Discos Fuentes.

Quien fue otro suceso. Está en boca de Johnny Ventura y su Combo, Raúl Marrero con la orquesta de Bienvenido Bustamante, Pijuan y su Sexteto, Joe Quijano y Arabella. Algo parecido sucedió con La mamma, que interpretaron Marta Strada, Los Paraguayos, Los Machucambos, Elio Roca y Germán Fernando con la orquesta de Luciano Ardi.

América Latina adoraba a Aznavour y durante años lo siguió adorando; desde cuando lo cantaba Antonio Machín con su estilo sobrio y conservador, hasta cuando lo interpretaba Luis Miguel con su estilo juvenil y pop.

En 1999 lo encontramos grabando en Paris a dúo con Compay Segundo el tema Morir de amor, para el álbum Duetos del legendario cubano. Los acompañó Hugo Garzón Bargallo, quien recordó alguna vez que fue Aznavour quien les dio la idea de hacer ese trío. Nosotros aceptamos, nos pusimos muy contentos de cantar este tema con ese grande de la canción francesa, decía.

Años más tarde sería Aznavour quien haría su álbum Dúos. Allí le regaló al mundo su voz cantando con Liza Minelli, Elton John, Plácido Domingo, Sting, Laura Pausini y, gracias a la tecnología, con Edith Piaf, su gran amiga y aliada con la cual cantó tantas veces sin que quedaran registros discográficos.

Participó también en un álbum grabado en 2006 junto a Chucho Valdés en Cuba, país donde era muy querido. El disco, Color My Life, se grabó en los estudios Abdala, los ensayos en el Hotel Nacional. Valdés fue su anfitrión y el arreglista de los temas de Aznavour “al estilo cubano”, como contaba el propio Chucho. Se quedó unos diez días, con tiempo para ver La Habana. Dondequiera que pasaba, todo el mundo lo reconocía. Fue increíble. La gente decía: ¡Pero es Aznavour!; entonces le pedían autógrafos, se fotografiaban con él, le contó Valdés a la France Press.

Todo ello contradice la permanente queja de Aznavour de que no se apreciara tanto su faceta de compositor. Se me escucha, pero no se me lee, dijo en una entrevista en España. Por ello hemos hecho una playlist llena de sorpresas.

Contrajo matrimonio en tres oportunidades y dejó seis hijos (uno ya fallecido). Creía que el talento radicaba en el trabajo y no en la imaginación y siempre estuvo seguro de que el futuro sería de los artistas.

En Armenia, la tierra de sus padres, hay estatuas y hasta un museo dedicado a él. Sus padres habían huido del genocidio de 1915 y su idea era llegar a Estados Unidos, pero la vida los llevó a París, donde nació Charles el 22 de mayo de 1924. Junto a la vida nació para el arte, para la vivencia cantada, para la nostalgia, para la gratitud del mundo, para la paz, para el amor…

Como se quejaba Charles Aznavour que lo conocían más por su voz que por sus composiciones, hemos seleccionado algunos temas suyos en otras voces y orquestaciones. La selección va in crescendo, partiendo de versiones orquestadas en los años 60 hasta meterse en el siglo XXI y finalizando con él mismo acompañado por Chucho Valdés, durante su estadía en La Habana. Son muchos los intérpretes de Aznavour en AfroLatinoAmérica, como diría Jorge Amado, y los formatos orquestales son tan variados como los estilos que van desde la balada hasta el merengue. Repetimos sólo dos intérpretes porque bien lo merecen: Germán Fernando con la orquesta de Luciano Ardi, por lo peculiar de sus versiones, únicas en su clase; y Los Matecoco, muy cercanos al propio Aznavour en giras y conciertos en Francia.

Playlist

1. Germán Fernando con la orquesta de Luciano Ardi - Sin embargo
00:00:14
2. Marta Strada - La mamma
00:02:59
3. Los Matecoco - Bon Dieu Moi Pas Content
00:06:03
4. Elena Burke - Y por tanto
00:09:01
5. Germán Fernando con la orquesta de Luciano Ardi - Silvia
00:13:02
6. Jimmy Santy con Enrique Lynch y su Orquesta - Venecia sin ti
00:15:05
7. Los Matecoco - Redez-Vous a Brasilia
00:17:48
8. Gnonnas Pedro - Bon-Anniversaire
00:20:30
9. Compay Segundo & Charles Aznavour - Morir de amor
00:24:50
10. Luis Miguel - De quererte así (De T’avoir aimee)
00:28:12
11. Arabella - Quien
00:31:20
12. Orquesta Palenque - Apaga la luz
00:36:56
13. Wilfrido Vargas - La boheme
00:40:51
14. Charles Aznavour - Sans importance
00:44:54

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