Lilia Vera: el secreto de su canto
Esta es la vida de Lilia Vera, una cantante combativa, una voz única en el folclor venezolano. Hablamos con ella.
¿Dónde está el origen de la fuerza de su canto?, ¿en la actitud?, ¿en el magistral repertorio con el que se identifica?, ¿en su poderosa voz?, ¿en sus convicciones militantes?, ¿en el gentilicio que siempre ha honrado?, ¿en la vida y su contexto?
Combativa infancia
Nacida el 19 de octubre de 1951, en la Maternidad Concepción Palacios de Caracas, su nombre es Lilia Ramírez Villamizar. Su madre se llamó Fidelina Villamizar Mendoza de Ramírez y era del departamento del Norte de Santander, Colombia; su padre fue Marcelino Ramírez Parra, de la población de Bailadores, en el estado Mérida. Nacer en 1951 en Venezuela significó para toda una generación vivir la infancia bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y luego sentir las palpitaciones libertarias que se desataron el 23 de enero de 1958. Ella no fue la excepción.
Su infancia transcurrió en la popular zona capitalina de El Cementerio, donde su padre, Marcelino Ramírez y el profesor Ángel Guanipa le dieron los elementos musicales con los que luego interpretaría los anhelos generacionales. Es que nació con el signo de la música en la garganta y Venezuela en la conciencia. Es la misma Lilia que recorrería las calles de su parroquia para ir a estudiar y para ir a cantar en las radios de la ciudad. Lilia, quien adolescente aún ya en 1968, a sus 17 años sentía el canto de su propia tierra, en otra frecuencia, diferente al canto que escuchaba y que venía de otras latitudes. Aquellos cantos de la República Española, aquellos cantos de Atahualpa Yupanqui, los versos de Pablo Neruda, de Horacio Guaraní, le indicaban lo que ocurría en otras naciones, pero su vibración natural estaba en lo que cantaba, por ejemplo, Jesús Sevillano: un cancionero venezolano. Para ese entonces Lilia cantaba en los barrios de Caracas acompañando al también cantor Alí Primera y quería hacer algo con la canción, no solo cantar.
Reto de vida
Para inicios de la década de los años 70 Lilia abandona las filas de la Juventud Comunista, sin abjurar de sus ideas, con las cuales convivía desde sus siete años.
Mi problema era cantarle a una Venezuela que estaba recibiendo un testimonio, una presencia/denuncia de otros países a través de sus intérpretes y su música. Así lo hacían Mercedes (Sosa), Joan Manuel Serrat, el Quinteto Tiempo, los de Canata, todos esos compañeros, María Escudero y Nany Barret, quien también se presentó por aquí en el 72. O sea, hubo un encontronazo de muchas cosas latinoamericanas agolpadas, que nos incumbían y que, dicho sea de paso, de alguna manera, nos atañen aún.
Así las cosas para 1972, estrenando sus 21 años se convertía en una referencia en el canto popular y tradicional venezolanos y en una revelación tremenda cantando por Nicaragua en el aula magna de la Universidad Central de Venezuela, cuando en ese recinto se vencían las sombras.
Venciendo las sombras estaba también en la UCV aquél obrero, aquél trabajador de inagotable poesía, Otilio Galíndez. Conocerse ambos dio por resultado una de las mejores combinaciones en la historia de la música venezolana, a tal punto que generó un inusitado y espontáneo movimiento para que los temas de Otilio se divulgaran, pero se divulgaran en la voz de ella, de Lilia. Nunca en la historia de la discografía venezolana se supo de una colecta tan monumental para hacer un disco. Y se hizo.
Para hacer el disco recaudaron fondos los estudiantes, los empleados y los profesores porque tenía que ver con la obra de Otilio Galíndez. Eso concordaba con lo que yo venía trabajando, es decir, la música popular venezolana porque yo no interpretaba la canción creada sobre el momento de una situación, no. Yo hacía el cancionero venezolano que ha sido el cancionero de toda la vida a través del folklore, esa denuncia que a través de nuestros antepasados se ha venido dando, en algunos casos, esas vivencias. Básicamente esa era mi canción, y sigo en la misma línea, desde con el merengue hasta con todo aquello que nos planteamos sacar del anonimato, o mejor, del olvido. Aunque por supuesto ya se conociera la existencia del merengue o del joropo nosotros quisimos hacer esa canción que de alguna manera tenía un testimonio, algo diferente. Por ejemplo, hablo del cancionero de Otilio Galíndez porque es cuando me encuentro con una realidad poética distinta a la que se escuchaba en las emisoras de radio.
Contrapeso musical
Lilia Vera entró en el Cancionero Latinoamericano con una propuesta que se mantiene aún hoy al demostrar que la canta latinoamericana, si estaba unida a la conciencia y a la identidad, habría de estar unida también al paisaje natural y humano.
Para los años 72/73 ya se advertía la presencia del Cancionero Latinoamericano entrando a Venezuela, representada en los nombres antes dichos, pero especialmente con Mercedes (Sosa) interpretando temas de Armando Tejada Gómez, de Ariel Ramírez y de otros autores argentinos, así como de Violeta Parra, una de las autoras/ intérpretes más relevantes de Latinoamérica y que estaba en las voces de más de uno de los cantores venezolanos. Ahora bien, me pregunté: Si aquella gente tenía una realidad y una vivencia que a través de esa canción de denuncia nos traía a nosotros ¿por qué nosotros entonces no agarrábamos nuestra propia canción y la hacíamos con nuestras formas musicales, que culturalmente tuvieran que ver con nosotros? Canciones que le dieran a uno la pauta para planteársela al público y en el caso de llegar a otros escenarios agrandar el espacio donde defender lo que para mí desde ese entonces y para siempre comenzaría a ser el reto: el trabajo ideológico, más que el político.
Lilia Vera (y luego un largo etcetera musical) marcó desde Venezuela un camino distinto para la canción social latinoamericana y caribeña. Ella la sustentó en los creadores a los que interpretaba. ¿Y qué interpretaba? Pueblos tristes, Mi tripón, Caramba, Candelaria, Coplas, La Cocoroba, El Paují de piedra, El amolador, Clavelito colorado, El Becerrito…
Como bien sentenció el maestro Eduardo Serrano (autor de Barlovento) en uno de sus versos: Este es un pueblo que canta cuando va a llorar, y ciertamente en Venezuela como en casi toda Latinoamérica no se asocia la protesta a la tristeza, pero en la época en la que Lilia Vera comenzó a desarrollar su carrera cantar era un riesgo. De eso pueden dar fe Gloria Martín, Alí Primera, Lilia Vera, Otilio Galíndez, Aquiles y Aníbal Nazoa, La Chiche Manaure, Los Guaraguao y el grupo Ahora, entre otros voceros venezolanos ante la comunidad del nuevo canto latinoamericano.
El primer disco de Lilia Vera, ya comentamos, fue producto de una colecta gigantesca en la Universidad Central de Venezuela. Casi en paralelo otros cantores se inventaban sus propios sellos disqueros para poder dar a conocer su obra. Las discográficas de entonces no estaban convencidas de eses tipo de canto venezolano, y mucho menos de esa canción llamada “canción protesta”. Queda para la historia y como ejemplo el accionar de Gloria Martín, y de Alí Primera, quienes se inventaron su propio sello discográfico (Cigarrón) para ventilar la poesía y la música como armas en su batalla diaria. Lilia Vera se afilió al emprendimiento. La nueva canción venezolana, pues, surgió con ese claro empuje. A esa canción ha entregado su poderosa voz de contralto, y la sigue entregando.
Impronta discográfica
Desde el vamos Lilia ha acompañado a los venezolanos, latinoamericanos, e inclusive europeos a través de más de 15 grabaciones discográficas, un sin fin de conciertos, numerosas giras fuera de Venezuela y una voz, la misma de sus inicios hasta la actualidad, sin remilgos ni contrapesos. Para ello escogió un repertorio de poetas y músicos de inmenso valor. A Lilia Vera la reconocemos en la obra de Otilio Galíndez, de Cruz Felipe Iriarte, de Luis Mariano Rivera, Luis Laguna, Víctor Hugo Márquez, Enrique Hidalgo, Simón Díaz, Rafael Salazar, Luis Cruz, Conny Méndez, Alberto Arvelo Torrealba, Gloria Martín y Aquiles Nazoa, entre otros nacionales; así como en la obra de Pablo Milanés, Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, Alfredo Zitarrosa, Víctor Jara y otros poetas y músicos latinoamericanos de gran factura con los cuales incluso hizo el memorable álbum Lilia Vera de América.
Esa trayectoria ha quedado registrada en la siguiente discografía: Pueblos tristes (1972), Lilia Vera (1973), Lilia Vera volumen 2 (1976), Lilia Vera volumen 3 (1976), Lilia Vera volumen 4 (1977), Lilia Vera y su nuevo canto (1979), Lilia Vera y Pablo Milanés (1981), Aguinaldos y parrandas (1982), Lilia Vera de América volumen 1 (1983), Lilia Vera volumen 5 (1983), Cantos, cuentos y juegos infantiles (1986), Cantando y cantando (1995), Pajarillo verde (1997), América insurgente (2004).
Además de su discografía, Lilia Vera ha participado en otras obras discográficas de músicos como Magdalena Sánchez, Ilan Chester y Simón Díaz. También su voz está recogida en diferentes recopilaciones de la canción latinoamericana.
Para cantar
A Luis Mariano, A Víctor, Ahora, Al niño Jesús llanero, Allá en la tierra, Canchunchú dichoso, Canción por la unidad latinoamericana, Candelaria, Caramba, Carmela, Cielito del prisionero, Clavelito colorado, Coplas, Chucho y Ceferina, De Machiques a Detroit, Décimas jarochas, Despertar, El amolador, El becerrito, El chichero, El paují de piedra, Entreverao, Febreros y abriles, Flor de mayo, Idilio del hombre y la tierra, La cocoroba, La culebra, La mariposa, La muerte del animal, La negra Dorotea, Llanera altiva, Lucerito, Mi nostalgia, Mi tripón, Montilla, Oriente de polo a polo, Pajarillo verde, Pregón de las flores, Pueblos tristes, Será posible el sur?, Son chispitas, Tú si eres importante, Un heladero con clase, Vasija de barro, Vaya un pecado, Viajero del amor, entre otros temas para cantar con Lilia y a Lilia.