Con todos ustedes, Musmé, el transformista más famoso de Cuba
Aparece en vinilo la joya perdida del arte trans cubano.
La Habana entera caminó Julio Chang durante más de veinte años con el único y persistente propósito de ser quien quería ser. No había distancia que lo detuviera: lo mismo se dirigía, con su paso de aparente cansada parsimonia a la periferia de La Habana Vieja, a la Playa de Marianao o a los predios de El Vedado. Salía cada día desde aquel solar en el entrecruce de las calles Salud y Escobar, en el Barrio Chino habanero, donde vivía junto a sus dos hermanas, unas lindas chinas cubanas, y algún sobrino, pero sentía que el futuro no estaba allí: al menos él no lo veía reducido a aquel espacio empobrecido, ni tampoco delante de aquella mesa elemental donde vendía ostiones todos los días en la puerta del bar Capitolio, en la asiática calle habanera de Zanja. Así lo recuerda el musicólogo José Reyes Fortún, quien niño aún, apreciaba el respeto con el que Chang era tratado en el barrio del que ambos eran vecinos, como el hombre trabajador que era. Pero los sueños de Julio Chang espoleaban la decisión de ser lo que quería ser o, al menos, convertir en totalmente suyas las noches de aquellos largos días de trabajo.
Aquel chino delgado, medio bajo de estatura y sin mucho atractivo aparente que agradecer a la naturaleza, vestido impecable, eso sí, a la moda masculina con sus pantalones muy por encima de la cintura, pero sin llamar demasiado la atención, quedaría aparcado al entrar por la puerta de empleados a cualquiera de los cabarets –porque ese era siempre su destino final- para dar paso a un ser fabuloso e increíble. En la meticulosa construcción de la imagen de ese otro yo que terminó superándolo definitivamente, estuvo el mayor triunfo de Julio Chang. La paciencia y perseverancia que, con fama bien ganada, se adjudica a quienes nacieron o provienen del Lejano Oriente, fueron sin duda valores añadidos que le sirvieron al chino cubano para rozar la perfección en el diseño y construcción de Madame Musmé, como se llamó inicialmente su alter ego, o simplemente Musmé, como trascendería después el más famoso transformista cubano.
Y no es solo por el aspecto externo y performático del suceso Musmé, sino porque él -ella- pondría el listón altísimo para el resto de sus colegas de aquellos años 50 en La Habana: Musmé cantaba con su propia voz, con unas cuerdas vocales privilegiadas que según algunos, le aseguraban una tesitura de soprano, pero que, clasificada en rigor, era de contratenor, un contratenor que podía impostar la voz e imitar a una contralto, y que se esforzaba por dotar de extrema femineidad su cantar, como quien se adentraba por los vericuetos de las canciones más famosas, de los boleros más encendidos ¡Y lo lograba!
La perfección que, según testimonios, había alcanzado Musmé ya en la segunda mitad de los 50, no era otra cosa que la síntesis y culminación de un proceso en que el transformismo salía a cara descubierta para reafirmarse como polémica manifestación de arte escénico, no exento de competitividad y rivalidades. Sus antecedentes en Cuba hay que buscarlos, probablemente, en las primeras décadas del siglo XX con el teatro bufo o vernáculo; con otros espectáculos de variedades en teatros mal reputados y peor vistos, y hasta en las fiestas populares, como los carnavales, con la peculiaridad que, siempre en mayoría, eran hombres que se travestían en mujeres, en ocasiones en grotesca y hasta humorística transformación genérica; y en otras, ocultando tras la perfección mutante su verdadera identidad, como se dice ocurrió con más de una corista o modelo de los cabarets Montmartre y Sans Soucí.
Hay noticias de la presencia de transformistas cubanos actuando fuera de Cuba en los tempranos 50: René del Río y Carlos “Bobby” de Castro se presentaban con éxito, según la revista Show, en el Club 82 en el sur de Manhattan. Otro cubano, actuaba bajo el nombre de San Germán también en Nueva York y en ciudades de Canadá. No es si no hasta la segunda mitad de los 50 que muchos cabarets habaneros, no de los más afamados precisamente, sino los clasificados como de segunda, sin llegar a ser antros o tugurios, abren sus pistas a los transformistas. Un vistazo a la prensa del espectáculo de aquellos años lo confirma: a partir de 1954 René del Río y Omar Ferrán se presentarían en el Cabaret Colonial donde este último hacía furor cantando con su propia voz Flor de Yumurí, El Soldado de Chocolate o Soledad, y más tarde cantando de arriba abajo el repertorio de la muy famosa entonces Sara Montiel. May Lean y Rubén Duval actuaban en el Women Club, de la barriada de Luyanó; el cabaret Tropi-Ranch se inaugura incluyendo en su elenco al transformista Adrián, quien también actuaría en las noches de apertura del night-club Blue Moon en las calles Santa Marta y Franco en el barrio habanero de El Pontón; Jilkana (o Gil Cana aka Otto Pérez), quien se hacía llamar el transformista-rumbero, notable por sus llamativos vestuarios, bailaba no muy bien y doblaba a cantantes conocidos en los pequeños y periféricos Fiesta Club y Bolero Bar; en el Panchín, en la Playa de Marianao, se anunciaba a una enigmática Madame Pompadour. Todo esto ocurría ya casi al finalizar la década de los 50.
Algunos cabarets llegaron a contratar a transformistas extranjeros, como la bella mexicana Shalimar, la venezolana Liu Mitsouko, y la que más alto llegó: la danesa nacionalizada estadounidense Christine Jorgensen, que se presentó en 1958 en el cabaret Tropicana.
Es justo en ese año cuando el cabaret Rumba Palace, en la famosa Playa de Marianao, decide hacer del transformismo una de sus fortalezas de atracción comercial: Kismet, Rubén Duval, René Romance, Ramball, Omar Ferrán y hasta Tintona, un transformista cómico, figuraron en los shows del cabaret de la Playa de Marianao.
Pero Musmé era la mejor. Julio Chang-Musmé había comenzado en el Panchín, un cabaret de poca monta en la Playa de Marianao; toma clases de canto con Marianna de Gonitch, célebre cantante y profesora rusa afincada en La Habana. Pasa por varios sitios y se dice que logra su consagración en el teatro Campoamor, ese cuyas ruinas aún acusan la desidia en las habaneras calles Industria y San José y hablan del esplendor que un día tuvo. “Madame Musmé como transformista es original y expresivo, tiene ‘caché’ y voz” reseñaba la revista Show en abril de 1957, al referirse a la exitosa temporada del transformista chino en el cabaret Pennsylvania, también en la Playa de Marianao. Cuenta Olga Navarro, poetisa, declamadora y modelo en aquellos años, y además, empresaria al frente de la empresa del club Las Vegas, en El Vedado, que lo contrata por varios meses para presentarse en ese popular night-club, donde comparte escenario con la afamada cantante Olga Rivero y la vedette Natty Alfonso, entre otros. Ya en diciembre de ese mismo año, Musmé se presenta en el refinado club Intermezzo y su éxito es tal que la revista Show le dedica un fotorreportaje a página completa donde se le menciona como “el transformista-suceso” y se elogia no sólo su “impecable mutación de personalidad para encarnar la figura de una mujer”, sino también sus cualidades como cantante y bailarín.
Durante 1958 Musmé es reclamada de nuevo por el club Las Vegas, donde se le podía ver en un cartel encabezado por Juana Bacallao. En noviembre pasa al Autopista Club, muy de moda entonces, siendo reemplazado en Las Vegas por su colega Omar Ferrán. Comienza 1959 con el estremecimiento nacional del triunfo de la Revolución, y a inicios de año, el cabaret Rumba Palace, en la Playa de Marianao, presenta un espectáculo insólito que reúne a tres de los más renombrados transformistas del momento: René Romance, Rubén Duval y Musmé. El espectáculo permanece en cartelera casi todo el año hasta que la rivalidad hizo trizas el equilibrio: Romance y Duval se aliaron para vencer la supremacía de Musmé y terminaron liados en una gresca atroz. La gerencia cortó por lo sano y dejó al mejor: a Musmé.
El cantante Rubén Ríos recordaría: “Cada vez que yo debutaba en un [night] club, me tocaba compartir honores y escenario, con uno de ellos. Pero una vez trabajamos juntos casi todos. René del Rio, Omar Ferrán, Musmé, Rubén Duval, y el show era más interesante y divertido en los camerinos del teatro Campoamor, que se acaba de desplomar hace unas dos o tres semanas, que en el escenario. Eran tremendos juntos.”
En realidad lo que marcaba la diferencia en Musmé con respecto a los demás transformistas de la escena cubana de finales de los 50, era que cantaba con su propia voz, y junto a Omar Ferrán serían los únicos en hacerlo. Las apreciaciones sobre el desempeño vocal de Musmé en esos momentos son diversas: según Lourdes Torres, a Musmé la caracterizaba su voz de contralto y su calidad al cantar. Para Rubén Ríos era importante que cantaba imitando el estilo y la voz de la gran Olga Guillot.
En mayo de 1960 el chino transformista seguía conquistando excelentes críticas: “En Rumba Palace triunfa el transformista chino que tiene una medida para cantar que ya quisieran para sí muchas mujeres de fama.” Allí en el Rumba Palace, todo parece indicar, transcurrieron los últimos días de Musmé en Cuba. Sería ésta la última referencia encontrada en la prensa cubana acerca de la gran Musmé. Pocos meses después el órgano asociativo de los artistas, la ACAT, con su nueva dirección promulga una disposición en la que suspende a los transformistas de los shows de cabaret, tal y como publicaba la revista Show en su número de septiembre del propio 1960. Los transformistas eran vulnerables y la Playa de Marianao con sus cabarets, cabaretuchos y tugurios, comenzaba también a acercarse a lo prohibido y se encaminaba a su progresiva desaparición. Musmé se repliega, en táctica de resistencia, y cuando se calman un poco las aguas turbulentas, reaparece en la escena del Teatro Martí, como atracción de los espectáculos que encabezaban Pous y Sanabria en enero de 1965. Pero el teatro de variedades, como género escénico, también iba en picada y su esplendor era ya pasado perfecto en La Habana.
Muy pronto Musmé, como muchos de sus colegas, abandonaría Cuba y las noticias sobre ella llegarían desde México, donde logra hacerse de un espacio notorio en su género y alcanzar muchos éxitos. En Veracruz alcanzó fama con sus presentaciones en el cabaret El Hipopótamo, donde volvió a enfrentar la rivalidad de sus congéneres, que se confabularon para hacerle imposible su permanencia allí. En los años 70 Musmé aparece en Nueva York, donde se presenta en el Tijuana Cat.
De esos tiempos es esto que sólo puedes encontrar en Colección Gladys Palmera: una absoluta y verdadera rareza de coleccionismo, donde su intérprete –Musmé- vuelve a la palestra adelantándose a sus rivales y sentando sus reales de trascendencia, con valores icónicos para el transformismo cubano, pues se trata del único disco comercial grabado en vinilo por un transformista cubano en todos los tiempos. Sí, ya me dirás que la esencia de los transformistas radica menos en la utilización de la voz propia y más en lo performático, la mutante caracterización, el baile, y el doblaje, pero aun así en Musmé la grabación de este disco representa ese valor añadido que la distinguió siempre por encima de las demás, a más de ser un inapreciable y raro testimonio sonoro.
Su voz apresada en este vinilo nos permite imaginar, a través de sus doce cortes, la atmósfera que envolvía su show en directo en el Tijuana Cat. “Era un bar excelente, lleno de la ruidosa felicidad que vivían aquellos bellos hombres cubanos, la mayoría de los cuales acababa de llegar a este país para vivir: del barco al bar, era el signo internacional del homosexual, fuera bebedor o no. El Tijuana Cat era también una especie de cabaret improvisado (un sitio fijo para el cantante, un viejo taburete y un piano vertical que a duras penas mantenía el equilibrio en el borde mismo del pequeño escenario)”, comentaba hace unos años el autor del blog Boysinger.
Covers de temas populares de los 70 como El Triste (Roberto Cantoral), gran éxito del mexicano José José, y el hit de la italiana Mina Una Casa en la Cima del Mundo (Vito Pallavicini y Pino Donaggio), uno de los premios del Festival de San Remo en la voz de Donaggio; clásicos del cancionero estadounidense como Goin’ Out of My Head (Teddy Randazzo y Bobby Weinstein) y Love Story (Francis Lai y Carl Sigman), se unen en el disco a Habana, que es, en realidad la pieza Romance en La Habana, del costarricense Ray Tico en homenaje a la capital cubana. También un Mosaico que incluye El Jibarito (que su título es en realidad Lamento Borincano (Rafael Hernández), Preciosa (Rafael Hernández) y En mi Viejo San Juan (Noel Estrada Suárez), conforman, juntos a otras piezas, este único disco LP de Musmé bajo el título Prúebame, grabado por el transformista chino cubano probablemente en los 80, casi veinte años después de haber dejado Cuba para siempre. La precariedad del formato instrumental que le acompaña, en algunos casos al estilo del sonido pop sesentero –en ocasiones solo se escucha un piano y una batería–, y la cuestionable calidad del sonido hacen pensar que fue grabado in situ en el Tijuana Cat.
La rareza del oscuro sello Tijuana Cat Records y lo infrecuente de discos similares permiten suponer que el de Musmé podría formar parte de registros fonográficos esporádicos, que se hacían en y bajo la marca comercial del bar homónimo.
Dicen que hace unos años Musmé aún vivía, solitario y alejado de todos, en Nueva York, apartado ya de lentejuelas y candilejas, sin el brillo de los escenarios, al que el paso del tiempo y la muerte de su hermana, quien fue para él madre y amiga, le obligaron a dejar atrás para siempre.
En todo caso, la trascendencia del mito Musmé se refuerza con la existencia de este LP Prúebame, y su huella aún sigue viva en La Habana, con el arte trans de Margot, Imperio, Deborah, Zahira y muchas otras a quienes, sin saberlo, Julio Chang-Musmé inspiró.
Fuentes consultadas:
Bobby Collazo: La última noche que pasé contigo. 40 años de farándula cubana. Fundación Musicalia. Editora Corripio. Santo Domingo, 1987.
Francisco Gutiérrez Barreto: El libro de la Farándula Cubana 1900-1962. Versión multimedia.
Michael Klein: blog Boysinger “Did I Ever Really Live?”
Rosa Lowiner y Ofelia Fox: Tropicana Nights. The Life and Times of The Legendary Cuban Nightclub. Harvest Book-Harcourt, Inc. USA. 2005.
Marta María Ramírez: blog TransCuba “De Fuller a Musmé: Tras sus huellas (1918-1959)”
Enrique Río Prado: La Venus de Bronce. Una historia de la zarzuela cubana. Ediciones Alarcos. La Habana, 2010.
Rosendo Rosell: Vida y milagros de la farándula de Cuba. Ediciones Universal. Miami, 1994.
Revista SHOW: enero 1955, octubre 1955, mayo 1956, noviembre 1956, abril de 1957, enero 1958, octubre 1959, mayo 1960.