Sandro, el ídolo de Bobby Fischer
Un recuerdo de Sandro de América a la luz del documental de Miguel Mato. El cantante que hizo del vibrato el sello de identidad de la balada.
En una temporada de su vida en Nueva York, Bobby Fischer, campeón mundial de ajedrez e icono del deporte mundial, acostumbraba ir al cine a ver casi a diario las películas del cantante argentino Sandro. Según cuenta el presentador Antonio Carrizo, en su programa Los Grandes, transmitido en la televisión argentina en 1984, el legendario ajedrecista sentía una tenaz predilección por la música y los largometrajes del ídolo latinoamericano.
Miguel Ángel Quintero, ajedrecista argentino y amigo de Fischer, también lo recordó en una entrevista que concedió a ESPN en enero del 2008: Tenía una debilidad por Sandro, por su música, por su manera de cantar. Él decía que Sandro era mucho mejor cantante que Elvis Presley.
Un hombre que dedicó su vida a la realización de una actividad eminentemente intelectual se sentía atraído por la pasión que expresaba Sandro en los escenarios.
Vista de lejos, esa afición puede parecer extravagante ¿qué tiene en común un ajedrecista de Chicago y un cantante popular de Buenos Aires? Sin embargo, si nos asomamos a la personalidad del cantautor argentino y su capacidad de análisis sobre la vida, la sociedad, y la música, nos daremos cuenta que detrás de su baile desenfrenado y su sensualidad, había mucho más que emoción. Sandro no era un tipo hueco (por el contrario era culto y educado) y eso lo percibía su público, entre los que se encontraban gente de diferente condición, ajedrecistas de fama mundial incluidos.
El contravino la idea de que a los ajedrecistas sólo les gusta la música clásica. Al Gran Maestro Internacional Óscar Panno le gustaba toda la música popular, igual que a Jorge Szmetan, Daniel Cámpora, Pablo Ricardi; o a sus contemporáneos Jorge Rubinetti o el propio Quintero. Lo mismo a Carlos García Palermo, quien tiene en su curriculum el haber derrotado a Bobby Fischer en un torneo de aficionados.
El éxito de Sandro se construyó con base en su talento, pero también por el misterio que siempre rodeó su vida. Decía tener doble personalidad, le gustaba diferenciar la figura pública de la persona. Fuera del escenario era Roberto Sánchez, un tipo común, dentro de él aparecía Sandro, el alter ego que le concedió la celebridad mundial y que ha sido analizado en libros biográficos, series y documentales.
Yo, Sandro
Sandro aparece fumando en muchas de sus entrevistas. El cigarrillo, ese hábito que terminó costándole la vida (murió de un enfisema pulmonar) es un compañero permanente de su imagen transgresora que genera (incluso ahora) fascinación en hombres y mujeres. Sandro, nacido en 1945, vendía música, composiciones (realizadas en su mayoría junto a quien sería su manager, Óscar Anderle) y también una actitud, una forma de estar en el mundo.
En Yo Sandro, documental de Miguel Mato (2018), se plantea de viva voz de su protagonista (con audios de entrevistas realizadas en junio de 1970) la esencia de una existencia efervescente y única.
Aclaremos que Miguel Mato es director, guionista y productor argentino, que hizo cine publicitario y televisión educativa, antes de llenar el siglo XXI con documentales de corte social como Una modesta proposición, Gambartes: verdades esenciales, Espejitos de colores, Haroldo Conti: homo viator, Hambre nunca pasé o Losada: las letras de los otros.
El rodaje del documental duró cuatro años y a la par la cadena televisiva Telefé lanzó la telenovela Sandro de América, lo que pudo marcar el final del proyecto, pero al final lo que consiguió fue el aumento de la fama del artista entre el público joven.
En este audiovisual paseamos por su infancia, por sus inicios junto a la banda Los de Fuego y por episodios determinantes en su carrera como primera estrella de rock argentino, showman irreverente y cantante romántico capaz de hechizar a su público.
Se cuenta, por ejemplo, que a los 18 años aprendió a tocar guitarra (con una rota) y tras meses de trabajo finalmente pudo comprarse la suya. Su historia musical, la grabación de más de 50 discos y sus presentaciones en escenarios como el Madison Square Garden (en 1970 fue el primer latino en llenarlo), además de recuerdos íntimos, son parte de este audiovisual que reivindica su figura.
En el documental viajamos al pasado para descubrir como a los 13 años debutó en un acto escolar haciendo una imitación de Elvis Presley, su ídolo y con quien ha sido comparado desde el inicio de su carrera. La idea era hacerla con la ayuda de un LP, que terminó fallando, por lo que tuvo que cantar en vivo. Ese día cambió todo.
Una trayectoria
En los años 60 Sandro conformó la banda Sandro y Los de Fuego, cuyo primer nombre fue Los Caniches de Oklahoma. Con este grupo musical empezó una carrera que desde ese momento contó con el respaldo del público mayoritariamente femenino. Su forma de moverse y proyectar su energía es recreada en Yo Sandro con videos originales de presentaciones icónicas. Así como también su siguiente etapa vestido de etiqueta al iniciar su carrera como solista.
Era el tiempo en que lo más económico para el público, lo más funcional para la promoción y lo más fácil para las estaciones de radio, eran los discos de 45 rpm, o 7 pulgadas, o sencillos, o singles, o simples, como se conocían en Argentina. La CBS apostó por Sandro y en 1963 lanzó el single A esto llamas amor / Eres el demonio disfrazado. También era un tiempo en el que Sandro, aparte de imitar a Elvis en la televisión, hacía covers de Paul Anka y Jerry Lee Lewis en sus grabaciones.
Como un hombre metódico, disciplinado y con una gran pasión por su trabajo lo describen en el audiovisual. Sandro estudiaba constantemente la forma de dar un buen espectáculo. No era un improvisado, sabía lo que quería y no se permitía equivocaciones.
A finales de los años 60 Sandro comenzó a alejarse del rock and roll y se inclinó por la balada. Popularizada por festivales como San Remo, la balada melódica era un refugio ideal para los rockeros avasallados por el advenimiento de la música tropical bailable. La salsa daba desde Nueva York pasos de animal grande y la cumbia se sentía cada vez con mayor fuerza en Argentina. Además estaba el tema de las dictaduras militares, bajo las cuales el rock era mal visto. O al menos, eso parecía. La balada también fue un refugio para ese sector del público que sentía al bolero como cosa de viejos.
Y si Sandro el rockero era ídolo, Sandro el baladista “la rompió”. Penumbras con estrofas como Tu boca, sensual, peligrosa; tus manos, la dulzura son: Rosa… Rosa con Rosa, Rosa tan maravillosa, como blanca diosa, como flor hermosa; La vida sigue igual con El vino, las mujeres, la parranda y el amor son cosas que en la vida, recompensan el dolor; o Porque yo te amo con esa frase que hizo suspirar a una generación: Tus labios de rubí, de rojo carmesí, parecen murmurar, mil cosas sin hablar.
Muchas de sus canciones se convirtieron en discos de oro, y su estilo de interpretación, vivido, emocional, dramático, contenido, lacrimógeno, lo acercaron a Charles Aznavour y la chansón francesa. Ayudó el influjo de su voz de barítono y en especial un vibrato que lo diferenció de todos los demás baladistas de su tiempo. Pero a pesar de su popularidad en lo romántico, no abandonó del todo al rock. De tanto en tanto volvía al redil.
Su voz en off en el documental nos permite acercarnos a su visión sobre su carrera desde una perspectiva nueva. Además en el filme podemos disfrutar de grabaciones realizadas por el propio artista en su ámbito privado. Recortes de prensa y fotos nos permiten asistir a la histeria colectiva que desencadenaba su presencia en el público de toda América.
El cine de Sandro
Desde los años 60, Sandro participó en más de quince largometrajes, realizó una telenovela e incluso llegó a escribir y dirigir. Sus películas servían como una plataforma para promocionar su carrera como cantante. La mayoría eran musicales donde el intérprete argentino representaba diferentes versiones del arquetipo que alimentó durante años: el muchacho atrevido, el chico apasionado, el joven transgresor, valiente, carismático. Su imagen es el atractivo número uno de estas películas que de no tenerlo como figura central tal vez perderían su valor.
Su primera aparición en el cine la hizo en Convención de vagabundos (1965), cantando y bailando junto a Los de Fuego. Su participación es breve. Oficialmente sus primeras películas son La vida continua (1969), dirigida por Emilio Vieyra y donde comparte créditos con la actriz argentina Coni Vera, y Quiero llenarme de ti, también dirigida por Vieryra. En ambas cintas se pueden escuchar canciones representativas de las épocas de mayor éxito del cantante:Rosa Rosa, Quiero llenarme de ti, Yo te amo, Una muchacha y una guitarra, entre otras.
En la década siguiente filmó Gitano (1970), Muchacho (1970), Siempre te amaré (1971), El deseo de vivir (1973) y Operación rosa rosa (1974), donde el formato de comedia dramática con música se mantiene.
En 1976 filmó junto a la actriz y presentadora argentina Susana Jiménez, Tú me enloqueces, cinta donde actúa, escribe y dirige. Luego de su muerte Jiménez escribió lo siguiente sobre el ídolo argentino: Siempre me trató como a una reina, con la galantería y el respeto que él trataba a las mujeres en general. Nunca volví a trabajar con alguien que besara así… Todo lo que se imaginen es poco. Su público muy seguramente estará de acuerdo, después de todo él rompía esquemas más allá de lo imaginable.
Roberto Sánchez Ocampo murió el 4 de enero de 2010 a los 64 años. Su cuerpo fue velado en el Congreso de la Nación en Buenos Aires. Más de 100.000 personas acompañaron el féretro hasta el cementerio. En Banfield, una plaza lleva su nombre. Sandro, renombrado como Sandro de América, sigue vivo. Sin duda.