Pedrito Rico
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A finales de los años cincuenta Pedrito Rico (Elda, 7 de septiembre de 1932 - Barcelona, 21 de junio de 1988) se convirtió en un auténtico fenómeno musical en Argentina, Cuba, México y Venezuela, mucho mayor, probablemente, al impacto que había alcanzado en su propio país, España, en una carrera recién comenzada en 1955 en los teatros Ruzafa, de Valencia, y Circo Price, de Madrid. Allí lo vio un empresario argentino y lo contrata para presentarse entre 1956 y 1957 en Buenos Aires, en el teatro Avenida, enclavado en una zona de la ciudad donde se concentraba entonces una populosa comunidad de naturales de España, lo que contribuyó a que su rápido éxito se expanda a otras ciudades como Mar del Plata, y hasta actuar en el teatro Nacional, como la principal atracción en una de sus temporadas.
La fuerte conexión entre los mercados musicales de Argentina y Cuba lleva a Pedrito Rico a debutar en La Habana en 1958 en el Teatro Nacional, donde llega a compartir cartel con la famosa Yolanda Montes, Tongolele. Gusta tanto que rápidamente le ponen delante un contrato para su primera actuación en uno de los grandes cabarets –el Casino de Capri- a partir de octubre de ese año. Pedrito Rico llega a Cuba en medio del gran esplendor de los desprejuiciados espectáculos de la noche habanera, cuando la capital cubana ya es sitio obligado para muchas celebridades. Era el sitio ideal para que Pedrito, con su evidente androginia y una gestualidad que recordaba a las grandes cupletistas y cantaoras, tuviera una delirante aceptación. En agosto de 1958, Show, la revista cubana del espectáculo, lo describe como “…mucho temperamento, muy artista, y muy taquillera figura.” Con excelente voz y dotes de bailarín, el artista valenciano remataba su imagen escénica con vestuarios y joyas exagerados en brillo, cuantía y tamaño, que, visto desde hoy, pudo ser la versión anticipada de un Liberace cañí.
De La Habana, Pedrito Rico viajó a Caracas para actuar en el Patio Andaluz, en Radio Continental y en el cabaret Pasapoga, donde se recuera un mano mano con el cantante venezolano Daniel Riolobos. Después regresa a la capital cubana donde las cifras pactadas en sus contratos crecen como mismo sus miles de fanes, que les siguen hasta los escenarios del teatro Nacional y el cabaret Caribe del hotel Havana Hilton. Era tal la popularidad del valenciano y su enorme presencia mediática, que alguna prensa recuerda el pregón de los vendedores de periódicos entonces: “¡Extra, extra! No trae nada de Pedrito Rico.” El periodista Rafael Martínez Sixto, en la citada revista, amplía en torno al inusual fenómeno de popularidad: “Lo de Pedrito Rico en Cuba, ha sido apoteósico. Las mujeres y los niños lo adoran. Recuerdo haberlo visto al día siguiente de llegar, cuando era desconocido, en una esquina de las más importantes de esta capital, solitario. Pero desde el mismo día que inició sus actuaciones, ardió Troya!” A duras penas podía salir a la calle en La Habana sin correr el riesgo de ser asediado por sus fanes.
El éxito y la capacidad de Pedrito Rico como atracción taquillera por excelencia en Cuba duraron hasta 1959, cuando los cambios radicales que comenzaron en la isla lo llevaron a México. Allí no fue igual, aunque logró hacerse un espacio en los teatros de variedades ante un público que ya le conocía por sus películas El Ángel de España –de donde surgió su apelativo artístico- y Venga a bailar el rock (ambas de 1957)
De su paso por Latinoamérica y el Caribe, Pedrito Rico sumó a su repertorio de pasodobles, cuplés, zambras, rumbas flamencas, también algunos boleros y ritmos tropicales que llevó al ámbito estilístico de lo español, adaptándolos a su singular forma de cantar. En plazas como Buenos Aires, La Habana, Caracas y México DF, arrasó con temas como La campanera, Dos cruces y Mi escapulario, conquistando un éxito incomparable, que intentó reeditar en su propio país, a partir de 1960, sin que alcanzara el mismo impacto. El auge de la canción española hizo surgir nuevas figuras con las que Pedrito debió compartir fama y escenarios. Sumó a sus triunfos, canciones como La nave del olvido, Negra paloma, Pero reza por mí, Muñequito de papel, Sólo sonrisa y Consuelo la cantaora, entre otras. Pero la llegada del pop y el gran auge de la canción y la balada en España redirigió las miradas hacia otros estilos y cantantes emergentes. En todo caso, el nombre de Pedrito Rico está entre los que marcaron un cambio en el modo de interpretar lo español a través de la canción y lo conquistado en Latinoamérica lo ubica justamente entre los artistas más populares y recordados de la década de los cincuenta. (Rosa Marquetti)