Siro Rodríguez del Trío Matamoros

ID Colección: 0056
Formato: Fotografía
País origen: Cuba
Año: 1948
Featuring:
Siro Rodríguez - Cantante(s)
Descripción:

Autografiada el 16 de diciembre de 1948.

Su pasaporte lo identificaba como Ciro Rodríguez pero él siempre firmó como Siro -como en esta fotografía de la Colección Gladys Palmera- y así aparecía en los primeros discos de 78 rpm del Trío Matamoros. Cuando le hacían la pregunta, el simpático y risueño cantante santiaguero contestaba: “Mi nombre es Siro, con ‘s’ de sirope, y no con ‘c’ de cognac”.

Siro nació el 9 de diciembre de 1899 en el número tres de la calle Marte entre Garzón y General Escario, en Santiago de Cuba. Allí creció, en la loma del Tivolí, un barrio popular donde muchos franceses se refugiaron durante la Revolución de Haití al principio del Siglo XIX. De hecho, su madre, Leocadia, llevaba el apellido de origen galo Fourneau. Su padre era Apolonio Rodríguez, comerciante.

El joven Siro tuvo que trabajar muy joven, antes de los trece años, inclinándose por el oficio de herrero que aprendió de Melesio Rizo. Todavía se puede observar desde muchos puntos de su ciudad natal, una de sus obras de la época, cuando todavía no forjaba notas sino metales en el yunque del taller de su maestro: después de que en 1922 se realizara importantes reformas de las dos torres de la Catedral de Santiago de Cuba, se coronaron cada una con una cruz arzobispal, una de las cuales fue forjada por Siro. Por esa época ya compartía su tiempo entre el arte de la herrería con el del canto, empezando con el tango de moda y una voz de tenor. En su barrio se cruzaba con figuras hoy leyendarias de la trova santiaguera como Pepe Sánchez, Pepe Bandera, Emiliano Gómez o Sindo Garay. Fue este último quien, justamente, le daría su primera oportunidad pública y le adjudicó el sobrenombre de “El Baritonazo” cuando su voz cambió con la pubertad. Esos primeros pasos delante de una audiencia, Siro los hizo alrededor del 1913, a los 14 años, formando un dúo con el ya conocido Alberto Aroche durante un homenaje que Sindo le ofreció al trovador guantanamero Leopoldo Jacobo Rubalcaba en el Teatro Oriente de Santiago de Cuba. Desde entonces, Siro alternó su oficio de herrero con el de cantante, uniendo su voz en fiestas, veladas y serenatas con otros trovadores de la ciudad. Al principio de los años 20, integró la estudiantina Los Champions del Son, dirigido por Aurelio Miró, a quien conoció en el taller de su maestro herrero.

Su gran suerte le llegó la noche del 8 de mayo de 1925, cuando fue invitado por el guitarrista Rafael Cueto al 31º cumpleaños del ya conocido cantante y también guitarrista Miguel Matamoros, autor del Son de la loma, popularizado y grabado el año anterior por el Cuarteto Cruz. Lo mejor de la velada fue cuando los tres músicos se unieron en un trío improvisado, Miguel haciendo la voz prima y la guitarra, Siro la voz segunda y las maracas, y Rafael Cueto dando el tumbao con su guitarra acompañante. Ya había nacido el Trío Matamoros.

Con el trío, Siro viajó a La Habana en 1926 para tocar en el Teatro Actualidades e intentar ser contratado para grabar para la Victor. Pero la compañía discográfica norteamericana no contrataría al trío antes del año 1928, cuando su cazatalentos, el Sr. Terry, descubrió un Trío Matamoros más aguerrido en Santiago de Cuba, durante una gira del best seller de su catálogo, el Sexteto Habanero. Del 28 al 31 de mayo del mismo año, Siro y sus dos compañeros grabaron 20 números, todos de Miguel Matamoros, incluyendo el inmortal Son de la loma y El que siembra su maíz. El éxito fue total; del primer título se vendieron más de 40.000 copias, y del segundo más de 60.000. Siguieron más viajes, pero los que Siro más apreció fueron las giras a España en diciembre de 1929 y en septiembre de 1932. En Madrid, el siempre apuesto mulato santiaguero no perdió la oportunidad de un retrato “exótico” con atuendo invernal, es decir sombrero de fieltro y abrigo de tweed.

Hasta el 10 de mayo de 1969, fecha de la disolución del trío, su carrera fue dedicada exclusivamente al Trío Matamoros, con quizás dos pequeñas infidelidades; la primera cuando grabó con el Cuarteto Machín su composición En el campo en Nueva York. Fue una invitación de Antonio Machín cuando su cuarteto compartió sesión, de manera fortuita, con el Trío Matamoros en el Studio 3 de la Victor el 27 de noviembre de 1935. En esta misma fecha, Siro grabó con el trío otro de sus boleros-sones, Martica, dedicado a su hija Marta recien nacida. Su otro “desliz” fue cuando después de un viaje a México en 1945 con el Conjunto Matamoros y Beny Moré, formó el Cuarteto Sonoro con Alberto Aroche, Rafael Cueto y Manuel Borgellá. Pero tal vez en este caso la infidelidad fue de Miguel Matamoros quien emprendió una nueva aventura más que musical con Juana María Casas “La Mariposa” y su Cuarteto Maisí. Pero con Don Miguel –sin su trío- grabó los danzonetes Rompiendo la rutina y Mi último canto con la Orquesta de Vicente Sigler en Nueva York, y Quince y Caminando se va lejos con la Orquesta de Antonio María Romeu en La Habana.


Además de sus dos temas ya citados, Siro Rodríguez fue autor de los sones guajiros Ven pa’ la loma, Guajira, ven a gozar; las rumbas La rumba llama, Llegó la rumba; los boleros-sones Retrato, Un solo corazón, Cuando al fin te vayas, Tu boca, Por qué has venido, Duda; los boleros Qué hay en tu alma (Desengaño), Pobre mujer, Fuiqui fuá, Cien veces; las guarachas La mujer con voto, Yo haciéndome el muerto, Nadie se salva de la rumba, El puerquito en la yuca; y los sones Déjame gozar mulata, La china en la rumba, Entra en la rueda, Nadie se salva de la rumba, El sueño de un indigente, Sin ton ni son, Litigio, Qué será eso y En mi casa oyen la rumba. Y precisamente en su casa de la calle Damas en La Habana Vieja, en la última etapa de su vida, organizaba peñas con amigos donde se escuchaba música y contaba anécdotas sobre su larga carrera de herrero cantante. Seguro no faltaban algunas sobre sus paseos por la capital española. Falleció el 29 de marzo de 1981. (TM)