Merceditas Valdés

ID Colección: 0669
Formato: Fotografía
País origen: Cuba
Año: 194-
Featuring:
Merceditas Valdés - Cantante(s), Bailarina(s)
Descripción:

Merceditas Valdés (La Habana, 24 de septiembre de 1922 – 13 de junio de 1996) fue la primera cantante cubana en llevar los cantos rituales afrocubanos y los tambores batá a escenarios internacionales, principalmente en Estados Unidos.

Aché en la religión yoruba, es el equilibrio necesario para la vida, asociado a la positividad, al orden y a la felicidad. Quien conozca algo de su historia de vida comprenderá enseguida por qué el sabio cubano Fernando Ortiz le llamó así, La Pequeña Aché, en cuyo mundo de investigaciones y puesta en valor del universo ritual y sociocultural afrocubano, la voz de Merceditas Valdés fue decisiva. Invitada por Ortiz, Merceditas ilustró con su voz las conferencias de yoruba, palo, yuka, kinfuiti, que el sabio impartió en 1944 cuando primero se expusieron públicamente y fuera del marco litúrgico los entresijos de las culturas y religiones afrocubanas.

Ella es la voz de los cantos rituales yoruba en su expresión más genuina, su gran mérito es ser de las primeras en llevarlos a la radio y a los espacios de comunicación pública en un país que, por aquellos años, exhibía fuertes prejuicios raciales y sociales. Está también en el centro de otro hecho crucial para la cultura afrolatina: junto con Celia Cruz realizó las primeras grabaciones de cantos y toques de santo de los ritos yoruba de que se tienen noticias y que fueron producidas en 1946 por el sello Panart.

Nacer en el barrio de Cayo Hueso dio sentido a la inclinación musical de Merceditas Valdés: aquellas rumbas de cajón que se armaban en su casa al finalizar cualquier almuerzo o comida sueltan su voz y animan su pequeño y contorneado cuerpo, que no puede detener cuando su madre la lleva a las procesiones del Cabildo de Regla.

Su padre Ángel Valdés, Angelito el Dichoso, era músico en el Coro de Claves Los Roncos, pero se oponía de modo radical a que su hija fuera “artista” y para aplacar el instinto de la pequeña, no tuvo mejor idea que confiar su educación a las Hermanas Oblatas de la Divina Providencia, una orden de monjas negras establecidas en La Habana. Nada pudo, sin embargo, alejar a Merceditas del camino que la imantaba: desde que se presenta casi a escondidas de su padre, en el programa de participación La Corte Suprema del Arte, lo hace con temas afro: Babalú, de Margarita Lecuona y La negra Merced, de Ernesto Lecuona, y con doce años gana el premio.

La situación económica apremia a la familia, que ya se resigna a que Merceditas sea cantante y la muchacha comienza a cantar en los precarios cabarets de la Playa de Marianao, como el Penysylvania, el Panchín y Mi Bohío, y también ocasionalmente en la radioemisora Mil Diez. Pero su carrera verdaderamente profesional se inicia en Radio Cadena Suaritos, emisora que comienza a transmitir todos los domingos un programa sobre folklore afrocubano. La orquesta es dirigida por Obdulio Morales, cuyas hermanas son compañeras de Merceditas en el colegio de las monjas negras y entusiasman a la joven cantante a vincularse a este proyecto, que incluía un conjunto de tambores encabezado por Trinidad Torregrosa y del cual ella debía ser la voz solista.

Torregrosa le enseña el dialecto yoruba y le entrega el primer canto al que la pequeña muchacha debe ponerle voz: está dedicado a Yemayá, la diosa de las aguas. Lo aprende con rapidez, y de ese modo continúa la interacción entre la joven cantante y el mítico tamborero, quien le explica el significado del texto de cada canto, su relevancia histórica y la ayuda a perfilar la expresión en yoruba. De Torregrosa, al igual que de los grandes tamboreros Pablo Roche, Jesús Pérez y Raúl Díaz aprende el secreto de su arte. El programa de Radio Cadena Suaritos resulta un rotundo éxito, alcanza elevados ratings de audiencia y en su contexto se escuchan en la radio el sonido acompasado y enigmático de los tambores batá, por primera vez fuera de su contexto litúrgico-religioso natural.

La fama de su canto se acrecienta. Merceditas Valdés llega a Nueva York en 1950 y canta nada más y nada menos que en el Teatro Apollo, y realiza grabaciones para el sello SMC. En 1951 el compositor y director orquestal Enrique González Mantici crea y dirige especialmente para ella el programa Rapsodia Negra, que se transmite por CMQ Radio y continúan sus éxitos mediáticos. Vuelve a colaborar con Fernando Ortiz, cuando en 1954 la presenta en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, con el conjunto de tambores. La exclusiva Sociedad Pro-Arte Musical decide auspiciar un ciclo de conferencias de Ortiz y Merceditas por todo el país. Es un año pródigo para la cantante: viaja a Nueva York a presentarse en el afamado Carnegie Hall, en un concierto de música afrocubana acompañada por una orquesta de ochenta músicos dirigida por el compositor Gilberto Valdés, y con un repertorio de obras suyas como Ekó, Ogguere, El botellero, Que vengan los rumberos, Bembé y Zaidé. “Recuerdo que esa noche en el Carnegie Hall, a veinticinco dólares la entrada, no quedaba libre una luneta –comentaría Merceditas-. Entre los espectadores estaban dos judíos empresarios y viendo el filón del éxito contrataron a la orquesta con nosotros e invitaron a Tito Puente conmigo. Hicimos la gira por todos los estados norteamericanos hasta Canadá, donde también actuamos bastante-” contó Merceditas a Mayra A. Martínez en entrevista para su libro Cubanos en la música.

Merceditas Valdés fue también la primera en llevar los cantos rituales afrocubanos a la recién inaugurada televisión en Cuba. Trabaja con Ernesto Lecuona en los inicios mismos de este medio en la Isla, en el programa Noche Tropical en el Canal 4 de Unión Radio y también en otros. En el cabaret también fue de las primeras en llevar el tema afro, cuando en 1952 en el Sans Soucí hace parte del show Zun zun Babae, de Rodney, que tuvo a Celia Cruz como figura principal, y que contó con las actuaciones de Xiomara Alfaro, la norteamericana Skippy, la bailarina Marta Castillo y otros. Con este mismo espectáculo se presenta meses después en el hotel Flamingo en Las Vegas, Nevada, Estados Unidos, acompañada por la orquesta de Miguelito Valdés.

Aparece en shows afro también en Tropicana: Karabalí en 1955 junto al Cuarteto D’Aida y al pianista y compositor Orlando de la Rosa; Tambó, en 1957 con Celia Cruz, Paulina Alvarez y Adriano Rodríguez con el conjunto de tambores batá, y también con el gran Nat King Cole, que se presentaba por segunda ocasión en La Habana. A mediados de 1956 se presenta en el cabaret La Campana, centrando el espectáculo Yemayá y en diciembre de 1957 se le puede ver en el Alloy’s en el espectáculo Macumba do Rio, producido por el coreógrafo argentino Gilberto Brea. La pista del cabaret Copa Room la recibe en la inauguración del hotel Havana Riviera, en marzo de 1958 con en el show Fiesta en Ritmo.

Merceditas aparece en el filme mexicano Yambaó (Cry of the Bewitched) del realizador Alfredo Crevenna, rodado en Cuba en 1957, protagonizado por Ninón Sevilla, junto a los más connotados músicos, cantantes y bailarines afrodescendientes en Cuba en ese momento. En 1961 regresa a la pista de Tropicana en el show Carnaval en Tropicana, compartiendo roles principales con Rosita Fornés y Armando Bianchi, y destacándose por sus interpretaciones de La Raspadura y Olofi.

A pesar de su reiterada presencia en centros nocturnos, Merceditas prefería la televisión como vehículo para llegar a la mayor cantidad de personas posible. Después de los sesenta, hace presentaciones con el grupo Los Amigos, bajo la dirección del gran pianista Frank Emilio Flynn, y el grupo Oru, dirigido por Sergio Vitier, en los cuales toca también su esposo el gran baterista y timbalero Guillermo Barreto.

La discografía de Merceditas Valdés no es abundante, pero sí esencial: aunque su repertorio incluye guarachas, pregones, cantos de cuna, y otros géneros, prefiere la cantante apegarse a lo raigal y litúrgico, que es en definitiva su gran contribución a la cultura afrolatina. A las primeras grabaciones para Panart, le siguieron unas casi idénticas para el sello Víctor en La Habana, registradas en 1949, junto a Evelia Collazo y un denominado Conjunto Afro-Cubano, en dos cantos dedicados a las deidades Changó y Ochún. Su voz quedará registrada en discos realizados con la Orquesta Afrocubana Batamú, de Marcelino Guerra, Los Muñequitos de Matanzas, Mongo Santamaría, el Grupo Afrocubano Lulú Yonkori, el conjunto Gloria Matancera, el Coro Yoruba, y otros.

Los discos Aché I y Aché II grabados bajo el sello Areíto (EGREM) son sin dudas sus obras cumbres: el primero le vale a Merceditas el premio EGREM en 1987. Particular destaque merece su participación en el LP Santero (Panart LD-2060) publicado en 1959 y que recoge sus primeras grabaciones realizadas en 1946, en plenitud de madurez y capacidad expresiva, cuando interpreta Yemayá y Ochún, con coro yoruba; Obatalá y Elegguá (con Bienvenido León y las voces del cuarteto de Facundo Rivero); y los Rezos a Obatalá y Yemayá junto a Eugenio de la Rosa y el coro yoruba.

Premios y reconocimientos no le faltaron, pero siempre dijo que no trabajaba por ellos. En 1993 la Academia de las Artes y las Ciencias de la Grabación (CARAS), de Canadá, le otorgó el Premio Juno, por su participación en el disco Spirits of Havana, de la flautista canadiense Jane Bunett. En 1996 la UNESCO la condecoró con la Medalla de Oro Picasso y el Diploma de Mérito. (Rosa Marquetti)