Amalia Aguilar en "Rhumba Amalia"

ID Colección: 3054
Formato: Fotografía
País origen: México
Año: 1947
Featuring:
Amalia Aguilar - Actriz, Vedette(s)
Descripción:

Ella es el mambo en su expresión danzaria más depurada. Su extraordinaria energía, su alegría contagiosa y la destreza de todo su cuerpo en la entrega del baile, la distinguen dentro del parnaso de las Reinas del Trópico. Y es también, en su versión fílmica y escénica, la rumba cubana tal y como se entendía en su vinculación a la época de oro del cine mexicano. “La rumba es un ritmo que se lleva en las venas, que da alegría, amor, paz, todo”- ha dicho. No podía ser de otra manera, habiendo nacido como ella, matancera. No podía ser de otra manera, si Amalia Isabel baila desde que tiene uso de razón, arropada siempre por el aplauso familiar, por el piano y las canciones de su madre Regla y el teatro que su padre improvisaba en el patio de la casa para que sus hijas Amalia y Cecilia jugaran al teatro, a ser actrices, cantantes, declamadoras, bailarinas.

Siempre que podía, Amalia Aguilar enfatizaba dos cosas: ella había nacido para bailar, era una; y la otra, lo que según ella la diferenciaba de sus colegas las Reinas del Trópico: “…yo no soy una artista hecha a tamborazos; yo estudié en Cuba.” Había recibido formación en ballet y danza clásica, y tenía lo rudimentos necesarios para llevar técnica y arte a los bailes y ritmos populares. Supo temprano que lo suyo no sería convertirse en una bailarina de ballet clásico y con su hermana Cecilia forma el dúo Hermanas Aguilar, y aún en La Habana actúan, cantan y bailan largas temporadas en el Hotel Nacional de Cuba, el cabaret Edén Concert primero y Tropicana después y en las radioemisoras RHC Cadena Azul y CMQ. Con la Compañía de Teatro de Cuba viaja a Panamá y allí la “descubre” el famoso coreógrafo cubano Julio Richards, el mismo que poco antes la había rechazado de plano en una audición en el Teatro Martí. Richard, muy influyente entonces en México, la contrata y Amalia debuta en el país azteca en las plazas principales: el Teatro Lírico, el exclusivo Sans Soucí y la radioemisora XEW.

Llega Amalia a México antes que Ninón Sevilla y después de María Antonieta Pons, en los inicios mismos de la época de las películas de rumberas, y hace su exitoso debut en 1945 interpretando a una bailarina en el filme Pervertida dirigida por José Díaz Morales, y en los roles estelares Emilia Guiú y Ramón Armengod.

Su inicio cinematográfico provocó la invitación del compositor y director orquestal cubano Armando Oréfiche a participar en una gira por Estados Unidos junto a los Lecuona Cuban Boys. Amalia Aguilar era un ciclón de energía, frescura y juventud que transmitió una calidez inédita para los públicos de las frías ciudades donde se presentó. Fue allí donde la bautizaron como La Bomba Atómica. En el Hollywood Bowl de Los Ángeles alternan con Xavier Cugat y se presentan en San Francisco, Nueva York, Reno y Puerto Rico.

Lo que siguió ya es historia: Amalia Aguilar regresa a México y continúa su paso triunfal por el cine mexicano de la época de oro. Solo en 1949 trabaja en 7 filmes: Calabacitas tiernas, Novia a la medida y Conozco a los dos (Gilberto Martínez Solares), Dicen que soy mujeriego (Roberto Rodríguez), El colmillo de Buda (Juan Bustillo Oro), En cada puerto un amor (Ernesto Cortázar), El gran campeón (Chano Urueta). En 1950, en pleno apogeo del mambo, filma dos de sus más notables películas: Al son del mambo (Chano Urueta) y Ritmos del Caribe (Juan José Ortega). Y ese mismo año también, La vida en broma (Jaime Salvador). En 1951, participa en Los huéspedes de La Marquesa (Jaime Salvador) y Amor perdido (Miguel Morayta);

al año siguiente, vendrían otros tres filmes: Delirio tropical (Miguel Morayta) Las tres alegres comadres (Tito Davison) y Las interesadas (Rogelio A. González). En 1953 sería Las cariñosas (Fernando Cortés) Las viudas del cha cha chá en 1955 y Los platillos voladores (Julián Soler) en 1956.

En medio de la pobreza argumental y de tanto personaje arquetípico en el cine de rumberas, Amalia Aguilar estaba lejos de ser una mera figura exótica y decorativa, simbolizando el glamour de la rumbera: por su forma de bailar, la veracidad de su entrega y por la concepción que tenía de su propio espectáculo, aportó mucho al valor musical de esos filmes y fue figura imprescindible en la difusión y triunfo del mambo de Dámaso Pérez Prado en México y su expansión a través del cine a toda Latinoamérica. Su excelencia en la interpretación de mambos, rumbas, guarachas y chachachás, la llevaron a bailar y cantar en sus filmes con los más prominentes músicos y cantantes cubanos que solían visitar y rodar en México, como Benny Moré en sus comienzos en México; Rita Montaner, con quien puso a prueba todo su talento en el filme Ritmos del Caribe; Dámaso Pérez Prado, que tuvo en ella a la mamboleta ideal.

Otros como Silvestre Méndez, Kiko Mendive, Aurelio Estrada Yeyo, representaron para Amalia los partenaires ideales a la hora de bailar o cantar los ritmos cubanos. A través de la música, los cantos y bailes, la relación de los músicos cubanos con el cine de rumberas –y en particular, en los filmes de Amalia Aguilar- los dotó de un valor adicional, como expresión genuina de la cultura popular cubana, con la que también se identificaban los mexicanos. Su histrionismo en la actuación tuvo contrapartes ideales, como los cómicos mexicanos Germán Valdés Tin Tan y Adalberto Martínez Chávez Resortes, Pedro Infante, Ramón Armengod o Tito Junco, etc.

Amalia Aguilar siempre quiso dar fe de su independencia y del esfuerzo personal que decidió el curso de su vida artística: “No fui impuesta por ningún productor, ni por ningún romance. Cuando estaba en la cúspide de mi carrera, siempre mi pensamiento fue casarme, tener una familia”-así decía la rumbera cubana explicando su decisión de, en paralelo a su trabajo en el cine y el teatro, intentar llevar una vida simple, como cualquier otra mujer. Amó a un hombre. Con él tuvo tres hijos y la pasión por ellos no fue en menoscabo de su entrega a lo que también amaba: el baile, el escenario. “Cuando piso un escenario me siento una giganta, aunque un segundo antes casi me maten los nervios por la responsabilidad para con el público” –afirmaría.

Ha vivido a medio camino entre México D.F. y Lima, Perú. Es cubana, pero también se siente parte de México – país que la acogió y donde hizo su gran carrera- y de Perú –la patria de su esposo el abogado Raúl Beraún, un nombre importante en la historia de la aviación peruana, – donde también –reconoce- la han querido y aplaudido mucho.

Supo en qué momento debía andar por nuevos caminos, que la llevaran más allá del cine, reinventarse: incursionó en la televisión, asumió nuevos roles en el teatro y junto a Rosa Carmina labró su triunfal regreso a los escenarios en 1975. En 1981 en colaboración con sus hijos Raúl y Jorge, dirigió el espectáculo Perú, te traigo un son con cuarenta artistas en escena, música original del cubano Mario Fernández

Porta y vestuario del mexicano Julio Chávez. La exitosa experiencia le supo a gloria y repitió en 1982 en el mismo Teatro Segura, de Lima, con Salsa caliente 82. Con ellos conquista el trofeo Circe como directora y artista, una alta distinción que entrega el Círculo de Cronistas del Espectáculo en Perú.

Amalia bailarina, Amalia empresaria, Amalia mujer, Amalia madre: todo un camino recorrido en el que se propuso demostrar que su vida y sus intereses iban mucho más allá de una larga cola de volantes, un mambo y un tambor. (Rosa Marquetti)

FUENTES:

Muñoz Castillo, Fernando. Las reinas del Trópico. Grupo Azabache. México. 1993.

Pérez Medina, Edmundo. Rumberas exóticas y bailarinas. Cine Confidencial No 13. Corporativo Mina S.A. México. 2000.

Tuñón, Julia: Mujeres de luz y sombra en el cine mexicano: la construcción de una imagen (1939- 1952). Colegio de México. México. 1998.

www.imdb.com