Gente de la Semana (1951/02/18) Año 3 - No. 07
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Esto no comenzó en La Habana. Los inicios de la infravaloración a la que siempre Rita Montaner sometió a Josephine Baker hay que buscarlos en París, cuando la diva cubana se presenta por primera vez en la capital francesa. El investigador y musicógrafo Ramón Fajardo Estrada afirma que ese mismo año Rita Montaner caracteriza a la estrella del Folies Bergère en el espectáculo Bohemia, de Aurelio G. Riancho y Eliseo Grenet, presentado en el habanero teatro Regina. Por eso, puede inferirse que desde el inicio de su carrera a Rita le llama la atención la personalidad histriónica de Josephine Baker, a la que en 1928 ve actuar en París.
La Baker llega por primera vez a La Habana en 1950 y, al referirse a Eliseo Grenet, dice al reportero que ella había estrenado Mama Inés en París, cuando en realidad, quien lo hizo, con éxito abrumador, fue Rita Montaner, la noche del 16 de septiembre de 1928 en el afamado Palace cuando reemplaza el cuadro que debió interpretar la española Raquel Meller en la revista Le luxe de Paris.
Fajardo Estrada cree que, probablemente, la Baker habría asistido a alguna de las presentaciones de Rita Montaner en el Palace, si nos atenemos a la opinión que sobre ella expresó la diva afroamericana: “Una artista maravillosa, nunca escuché a nadie que cantara la música cubana con tanta intención y genialidad.”
Si Rita Montaner supo alguna vez lo que Josephine Baker opinaba de ella, no lo sabemos, pero lo que dijo la cubana no cumplimentó el gesto y con su sinceridad habitual dijo a un periodista dos años después: “Josephine Baker? Le diré: para mí su único mérito fue la oportunidad con que se presentó en París. Bailadoras de charleston y de jazz hay mil tan buenas, o mejor que ella, en los Estados Unidos y en Europa…Ahora que, naturalmente, se presentó en París, donde nadie había explotado aún el género y triunfó… Hay que admitir, además, que tiene un cuerpo muy bello […] Pero yo no pensé jamás en hacer pendant a la Baker. Mi modo de entender el arte es distinto; quizás porque soy cubana y me entusiasma más la belleza que el dinero […]”
Josephine Baker en el París de los años treinta había cantado sus versiones de temas que habían sido estrenados por Rita, como Mama Inés y Espabílate, ambos de Eliseo Grenet. Y sabiendo la aversión que sentía la Montaner por aquellas cantantes que hacían versiones de temas de su repertorio, estos hechos están también, sin dudas, en los antecedentes de lo que vendría después.
Rita regresa del extranjero a finales de 1950 y la Baker está en La Habana, ya no hay desparpajo en su vestuario y por el contrario, junto a su arte, exhibe los más caros vestidos y joyas en sus espectáculos: y para colmo le pagan mucho más que a los artistas cubanos, Rita incluida.
Y razona Ramón Fajardo: “Y quizás por eso [la Montaner] se siente motivada -con mayor fuerza- a imitar otra vez a la Baker, que arrastra un público mayoritariamente femenino, deslumbrado por sus joyas auténticas, sus pelucas, sus plumas de avestruz, sus maquillajes de diosa balinesa y los vestidos de lamé, moiré, terciopelo, raso, tul, con paillettes y encajes de chantilly, que ostenta, tras lanzar la consabida pregunta: “¿Se cambia, oh, siñoras y siñores?” Los espectadores responden “¡Se cambia!” y ella saca un nuevo traje, aún más suntuoso que el anterior, en un verdadero alarde de buen gusto.”
En un cuidado ejercicio de histrionismo imitativo, la noche del 2 de febrero de 1951, Rita Montaner sorprende a los espectadores que asistían al Teatro Martí para presenciar el estreno de Los pecados de Salomé, revista en la que el cuadro más llamativo sería el titulado: “¿Se cambia?…Se cambia”, en el que Rita da su propia versión, caricaturesca, sí, de Josephine Baker.
“Vestuario excéntrico y, en parte, harapiento; espigas de millo o plumas que son un verdadero adefesio, joyas de brillantes que provocan un contraste en ese conjunto; y un maquillaje que reproduce el exotismo logrado por Josephine Baker en su rostro mediante el empleo de afeites. A esa personificación, Rita incorpora todo lo que, a su juicio, existe caricaturizable en la Baker” -describe Ramón Fajardo en su obra citada.
La polémica estaba servida: las opiniones de los cronistas se dividen en defensas y ataques por igual apasionados de lo que unos consideran artística recreación y otros, ofensa imperdonable. La taquilla del teatro Martí pudo colgar cada día el letrero de no hay entradas, tal fue el éxito del espectáculo. Y la popular revista Gente cubrió el acontecimiento en sus páginas, llevando también a su portada la imagen de la Montaner transformada en una caricaturizada Josephine Baker. La diva de los platanitos no se dio por enterada de los sucesos. (RM)
Fuentes:
Fajardo Estrada, Ramón: Rita Montaner, testimonio de una época.
Diario de la Marina, Febrero 1951.
Revista Bohemia, Febrero 1951.