Estoy esperando el subway número 6
A petición de una buena cantidad de amigos, escribo en este blog la historia de Número 6 , la legendaria canción de salsa y los secretos que le dieron origen
La línea 6 del metro de Nueva York ha cumplido 110 años de existencia y como todos los metros del mundo comenzó haciendo un pequeño recorrido y se fue ampliando paulatinamente hasta alcanzar su extensión actual: desde Pelham Bay Park, en el noreste del Bronx; al Puente de Brooklyn, en el sur de Manhattan. Su color es el verde, que simboliza a la compañía Interboroug Transit Rapid, que gestiona desde 1904 las líneas 4, 5 y 6 del metro. Se estima que los trenes de estas líneas transportan más de millón y medio de personas al día.
Los pasajeros que frecuentan la línea han cambiado mucho con el paso del tiempo. Al comienzo eran trabajadores regulares que iban del downtown al updown de Manhattan, siendo en su mayoría judíos y alemanes, pobladores del Bronx; e irlandeses, italianos y chinos, pobladores del Lower East Side. Pero las aperturas para emigrantes de los alcaldes Fiorello La Guardia en los años 40 y de John Lindsay en los 60 del siglo XX, poblaron ambos sectores de trabajadores latinoamericanos, especialmente puertorriqueños. Y por ende, el Subway número 6 se convirtió en la línea de los latinos.
Dicho lo anterior, situémonos en enero de 1974.
Rubén Blades, recién graduado de abogado en la Universidad Nacional de Panamá, vivía en Miami con su familia, la cual había llegado un año antes incómoda por las leyes promulgadas por el gobierno militar de Omar Torrijos. Pero Blades estaba en una encrucijada, pues ni vivía en su ciudad natal donde podía ejercer, ni en la ciudad de Nueva York donde podía dedicarse a lo que más le gustaba en la vida: hacer música. Al final, luego de unos días de no hacer nada, decidió probar fortuna en la Gran Manzana. Tenía la esperanza de ser fichado por Fania Records, la todopoderosa compañía discográfica para la que grababan sus amigos y conocidos.
Pero le dijeron que no, que si quería grabar tenía que tener más currículum que el presentado: un disco con Pete Rodríguez para el sello Tico y una composición suya interpretada por Ricardo Ray y Bobby Cruz algún tiempo atrás. Aún así, insistente como era, preguntó por un empleo, el que fuera, y le dieron uno de mensajero en el departamento de correos de la flamante compañía.
Aceptó a regañadientes y tuvo que enfrentarse a los clásicos rigores de la vida del emigrante latino: dolor en la espalda, pies sudorosos y callos en las manos. El lado bueno es que Blades tenía mucha fe en sí mismo, de modo que repartió sus composiciones entre diferentes artistas y quedó a la espera de una oportunidad como cantante. Corría el mes de mayo de 1974 y Blades vivía “de prestado”. Faltaba poco tiempo para que Ray Barretto le diera el impulso definitivo a su incipiente carrera, y él a duras penas podía costearse “ropa, zapato, casa y comida”, como decía la canción de Damirón y Chapuseaux, tan en boga en el Spanish Harlem.
Diferentes personas le dieron cobijo y una de ellas fue Alex Masucci.
Alex era el hermano menor de Jerry Masucci, dueño de Fania, y tenía a su cargo todo el marketing de la compañía. Alex era ágil, ambicioso, arriesgado, y congeniaba de inmediato con los nuevos músicos de salsa, en gran medida por su edad. Alex era 15 años menor que Jerry y a todas luces tenía unas ideas de avanzada que su hermano, producto de la vieja escuela neoyorquina de negocios, no veía como razonables. Alex era contemporáneo de Blades y los movían muchas cosas en común, desde los gustos musicales hasta los gustos por determinado tipo de chicas; de modo que se hicieron amigos, amistad que se incrementó durante las semanas en que el primero le dio posada al segundo.
Cuando Barretto fichó a Blades para reemplazar a Tito Allen gracias a una recomendación de Roberto Roena en mayo de aquel año, el joven cantante consiguió dinero suficiente para un alquiler cómodo, decente y cercano a la frenética acción nocturna de la ciudad; pero la amistad con Masucci continuó.
“Una noche, cuenta Alex, yo estaba con una chica, una top model, y el timbre empezó a sonar, ¡ring!, ¡ring!, ¡ring! No lo podía creer, ¿quién está llamando a mi puerta a estas horas de la mañana? Imagínate, eran más de las cinco de la mañana. Finalmente me levanto, y pregunto:
-¿Quién es?
-Soy Rubén.
-Rubén, ¿qué diablos quieres? Son las cinco y media de la mañana.
-Escribí una canción.
-¿Y qué?, ¿a quién demonios le importa?
-Quiero que la escuches.
-¡Fock you mean! Déjame escucharla mañana, ¿ok?
-No, no, quiero que la oigas ahora, quiero que la oigas ahora…
-Está bieeen, cántala por el interfono.
-Apúrate maquinista que hace tiempo estoy esperando el número seis, el número seis, el número seis”.
Por la mente de Blades pasaban muchas cosas, entre ellas el cine, y el Subway número 6 estaba de moda en la gran pantalla. En la satírica cinta de Woody Allen, Bananas (que tuvo música de Yomo Toro por cierto), se veía el acoso de unos pandilleros a una anciana y su protagonista. Y diferentes escenas eran recurrentes en todo tipo de películas desde las de blaxploitation hasta cintas muy célebres como la galardonada Contacto en Francia.
Algunos meses después del incidente de Blades y Masucci, se estrenó El Vengador Anónimo donde Charles Bronson hacía de justiciero solitario ante la avalancha de delitos pandilleros. Y el 2 de octubre se estrenó The Taking of Pelham 1,2,3. La dirigía Joseph Sargent y, basada en un best seller de John Godey, narraba el secuestro del vagón de cola de la citada línea 6, ocasionando un conflicto sin precedentes en la MTA de Nueva York. La cinta estuvo a punto de no ser estrenada porque se temía que se realizaran secuestros de verdad en aquella ruta latina, pero fue un éxito de taquilla, aunque a partir de ese momento, el tren que salía a la 1:23 de la madrugada desde Pelham hacia Manhattan fue anulado del servicio normal.
Lo del temor a los secuestros no era gratuito, pues la dichosa línea 6 era famosa por continuos retrasos, por ir siempre llena en las horas pico y por su lamentable estado de conservación. “El Subway más demorado, voy apurado y no aparece el número seis”.
Trenes viejos, sucios y dañados lo conformaban, tanto que el tramo final en el downtown, el que va de Bowling Green a South Ferry se cerró por aquel tiempo y se utilizaba autobús hasta el ferry que conducía a Brooklyn. Por supuesto, fue pasto de ladrones, en su mayoría de bandas latinas que se adueñaron de la ruta como quien se adueña de la calle de un barrio. Por eso junto a las consabidas calcomanías de advertencia como No Fume, No Arroje Basura al Suelo, todas en inglés, estaba la de No Escupa, sólo en español. “Hay tres tipos esperando, de forma rara me están mirando. Ay, apura y ven”.
Por la mente de Alex Masucci, en cambio, pasaban proyectos y nuevas bandas, y entre ellos estaba el poder firmar a un conjunto musical que había descubierto pocas semanas atrás en el club Chico East, un local esquinero regentado por dos socios, ubicado en la calle 92 y Segunda Avenida, junto al Ruppert Park y a mitad de dos paradas del Subway número 6. La banda se llamaba Bobby Rodríguez y La Compañía y tocaba allí todas las noches de martes a domingo.
Rodríguez, clarinetista, saxofonista y flautista, era el hermano menor de Ray Rodríguez, uno de los hombres fuertes de la escena musical neoyorquina en tiempos del boogaloo. Y había trabajado con Joe Bataan, quien no sólo era uno de los músicos más populares e influyentes de la ciudad, sino que lo había influenciado de tal forma que Rodríguez adoptó un estilo de salsa funky, muy cercana al latin soul, basado en el sincopado bajo de Pastor “Toti” Negrón y en el trombón de Eddie Hernández Iglesias, también ex músico de Bataan.
Pero además, Bobby gustaba mucho del swing de las grandes bandas de Harlem y del dixieland de New Orleans en los albores del siglo XX. Gustaba tanto que tenía una bonita colección de vinilos de Johnny Dodds, Omer Simeon, Jimmie Noone, Albert Nicholas y Sidney Bechet. De allí que cuando tenía la oportunidad, cambiaba el rider de la banda en el escenario y colocaba clarinete, trompeta y trombón en primera línea, como si se tratara de tres cantantes. De esa forma, el clarinete hacía un contrapunto entre trompeta y trombón y el resultado era un mambo salpicado de florituras tonales agudas en los vientos.
Y Masucci quedó fascinado cuando los vio presentados por el maestro de ceremonias Marty Arret, el mismo animador del muy conocido club El Corso. Y en los siguientes meses de 1974 trató de darle forma al primer disco que grabaría Rodríguez con Fania Records; bueno, en realidad con Vaya, filial de Fania y en la cual tenía mayor voz y voto. El proyecto, de todas formas, sólo vería la luz en 1975.
La elección del repertorio no fue excesivamente complicada, pero Alex Masucci notaba que le hacía falta un tema de mayor punch y ese era, sin duda, el que le había cantado Blades por el citófono.
Rodríguez y Blades ya se conocían, pero sólo de saludo. Sin embargo, una serie de casualidades y personas los acabarían uniendo para siempre. La primera de ellas fue el encuentro de Blades con un viejo amigo suyo, el cantante puertorriqueño Junior Córdova. Ambos se conocían desde que en 1973 Córdova se presentase en Panamá con la orquesta La Única. Para 1974, Córdova estaba con Rafael Cortijo y acababa de aterrizar en Nueva York con ganas de cambio, pues Cortijo daba bandazos en su formación (Cortijo y su Bonche, Las 7 Potencias, La Máquina del Tiempo…) y había mucha sensación de inseguridad.
Así, cuando se encontraron, Córdova le preguntó a Blades si sabía de alguna orquesta con la que pudiera cantar, y éste le respondió: “Mira Junior, si yo no estuviera con Barretto, la banda con la que me gustaría cantar es Bobby Rodríguez y La Compañía”. Un par de semanas más tarde Córdova se convertía en la primera voz del conjunto de Rodríguez en las noches del Chico East.
La segunda casualidad la simbolizó Ray Barretto, pues desde el comienzo Alex Masucci pensó en él como productor del álbum debut de La Compañía. Barretto era un hombre afable, pero invariable en sus conceptos. La relación de Rodríguez y Masucci con él acabaría siendo complicada, no así la de Blades, quien sería un habitual de los ensayos, los shows y las grabaciones de la naciente banda.
De modo que cuando Alex Masucci llegó con el Número 6 debajo del brazo, hubo muchos reparos. A Bobby Rodríguez le pareció que aquella canción rompía el estilo creado y sonaba distinta dentro de su repertorio habitual. A Ray Barretto le gustaba, pero no estaba tan convenido de que ese fuera el tema llamado a ser el sencillo promocional del long play.
Así que al final terminó imponiéndose la voz del jefe: ¡tú tienes que grabarlo! Y así fue.
El álbum se tituló Lead Me To That Beautiful Band y fue grabado en los Good Vibrations Sound Studios, en Broadway entre 40 y 41, con Jon Fausty como ingeniero, Ray Barretto como productor musical y Alex Masucci como productor ejecutivo. Se seleccionaron ocho canciones, dos cantadas por José Acosta, cuatro por Junior Córdova, una por Eddie Hernández, y un tema coral.
Y llegó la hora de la promoción, labor en la que Alex Masucci tenía autonomía total, aunque no todas sus decisiones eran del agrado de su hermano Jerry. Y es que en este caso, en lugar de recurrir a los locutores latinos habituales como Polito Vega o Joe Gaines de la WBNX, Alex fue en busca de un divo del pop afroamericano, Frankie Crocker.
Crocker era el dj número uno de la Costa Este. Su programa de las mañanas en la WBLS convertía cualquier canción en un hit en cuestión de horas, y aunque sus locuciones eran consideradas por muchos como vulgares, y su fama estaba depositada en una leyenda negra que hablaba de payolas y otros métodos ilegales de promoción, era el hombre que Masucci necesitaba.
“Así que llamo a Franky, cuenta Alex. Y salimos esa noche y le digo: Franky, tienes que escuchar este disco que acabo de grabar. Está en spanglish, español e inglés, ¿you know? Así que puse el disco para Franky, y él dijo: este disco es una mierda. Y le digo: venga Franky, come on, y él insistía: si, si, es una mierda, es terrible!”.
Frustrado y pensando que sin el apoyo local, su apuesta por La Compañía acabaría convirtiéndose en “uno más”, como lo pronosticara su hermano Jerry, Alex se fue a su casa y pensó en establecer un sistema de promoción en los programas de salsa de la WKCR.
Pero a la mañana siguiente puso la emisora de radio que tenía sintonizada siempre, la WBLS, y de repente sonó la voz gritona y entusiasta de Frankie Crocker presentando lo nuevo de la música urbana: “esta es la primera novedad de la semana”, y comienza a sonar el piano de Al Dorsey, la banda al completo y la voz de Junior Córdova diciendo: “Apúrate maquinista que hace tiempo estoy esperando el número seis, el número seis, el número seis. El Subway más demorado, voy apurado y no aparece el número seis, el número seis, el número seis, el número seis. Mira que tengo muchas cosas por hacer, ir a casa a comer y ver a la mujer, y mi ropa preparar porque esta noche yo me voy a rumbear. Apúrate maquinista que hace tiempo estoy esperando el número seis, el número seis, el número seis, el número seis…”.
Demás está decir que fue un gran hit. Lo que no sobra es contar que sucedió con cada uno de sus protagonistas a raíz de este hecho.
Bobby Rodríguez ganaría con su álbum Lead Me To That Beautiful Band el Latin New York Music Awards como Mejor Nueva Banda en 1976 y Mejor Banda del Año en 1977. La Compañía grabaría un total de cinco discos para Vaya Records antes de su desintegración.
Rubén Blades volvería a ver una canción suya interpretada por Bobby Rodríguez, What Happened, grabada en vivo en el club Jojous Lake y reproducida en el álbum Salsa at Woodstock. Esta canción la cantaría Blades más tarde junto a Willie Colón, pero Número 6 nunca llegaría a grabarla con su voz, salvo en el fragmento de un documental.
Ray Barretto tuvo su primer desencuentro con Alex Masucci durante la preparación del show en Woodstock pues se negó a hacer la producción por considerarla fuera de lugar. Y aunque siempre apoyó a Rodríguez, los siguientes productores de La Compañía fueron el propio Bobby, Johnny Pacheco y Louie Ramírez.
Alex Masucci decidió volver a apostar por Bobby Rodríguez y la Compañía al año siguiente con la grabación del show en el Jojous Lake. Sin embargo, Jerry Masucci cuestionó la decisión porque creía que una banda tan joven no podía grabar un disco en vivo. La relación laboral entre los dos hermanos se deterioró a partir de allí y al poco tiempo Alex se retiró de Fania Records.
Frankie Crocker abrió su espacio radial a los géneros latinos a raíz del éxito de Bobby Rodríguez. Pero curiosamente el que más acogida tuvo en su programa no fue la salsa sino el hip hop. El estilo radial de Crocker se conoció con el tiempo como Urban Contemporary.
José Arteaga
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ESA ERA MI BANDA PREFERIDA
A pesar de haber escuchado algunas veces La Hipocresía y A Bailar Salsa, en mi época universitaria, supe a fondo del inmenso Bobby Rodríguez y su orquesta La Compañía, cuando en tu hora faniatica le hiciste ese merecido homenaje. Desde ese día quedé fascinado con esa gran orquesta y sus calificados integrantes. No estoy seguro pero creo que por fortuna los caleños gozaron de su presencia al menos un par de veces.
Tu artículo sobre la historia del tema #6 compuesto por Rubén Blades en sus albores como compositor, para mis gustos es un corto relato magistralmente escrito. Me deja la sensación que lo redactaste de un tajo porque de un tajo lo leí con gran fruición; dejas la impresión de fungir como biógrafo especializado en la vida y obra de Bobby, junto con los integrantes de La Compañía.
Sabes que entre Junior Córdova y yo, hay una desafortunada coincidencia, ambos vimos abandonar este planeta a edad temprana un hijo; yo sé lo que padeció Junior y eso me hace muy cercano a él.
Una cosa más: ¿Cómo es que desde el Nudo de los Pastos, emerge una persona con vasta sapiencia sobre la música latina que cimenta sus raíces en la herencia cultural africana?
Un abrazo rompe costillas.
Óscar Tenorio