Los días 11 y 12 de septiembre de 1971 son dos fechas muy importantes para México, que deben quedar escritas en la historia con letras mayúsculas. En una época enmarcada por la represión gubernamental después de la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, y del Halconazo del 10 de junio de 1971, que dejó un número considerable de muertos y encarcelados, en México se vivía una atmósfera de libertades canceladas. Ser joven era lo mismo que ser delincuente, ser estudiante mucho peor. 

En septiembre del 71, la juventud volvió a salir para concentrarse en lo que sería, hasta la fecha, el festival más importante para la escena del rock nacional. Se calcula que unos 150 mil asistentes -en realidad nadie sabe a ciencia cierta cuantas personas estaban ahí-,  gozaron, bailaron y cantaron esos dos días de gloria juvenil.

Originalmente sería una carrera de autos y un concierto, pero la gran afluencia de personas que llegaban en grandes grupos al lugar, cercano a la capital mexicana, obligó a suspender la carrera automovilística, y todo se concentró en la música. 12 bandas fueron contratadas para tocar en esas dos fechas, pero el interés y la expectación fue tan amplia, que se incluyeron algunos elencos que no estaban en el programa oficial. 

Avándaro fue el aparador del rock hecho en México más allá de la industria discográfica y los éxitos radiofónicos. Fue la expresión de una juventud que necesitaba respirar libertad, que necesitaba ser escuchada y hacerla participe de lo que sucedía en la vida de la nación. El propio concepto de juventud surgió de manera diferente como categoría social de análisis a partir de este acontecimiento.

Aunque las crónicas periodísticas denostaron todo lo sucedido en la fiesta musical que significó Avándaro, y criminalizaron al rock y al público asistente identificado con el movimiento hippie retomado de los Estados Unidos, pero adaptado a una versión "a la mexicana". Así nacieron "los jipitecas", como los denominó Enrique Marroquín, mezcla de hippies al estilo estadounidense, pero rescatando las raíces indígenas de los pueblos originarios de México. Y como lo contaba Tere Estrada aquí en Radio Gladys Palmera, el apoyo al rock mexicano desde las radiodifusoras y discográficas se diluyó después del Festival.

El énfasis de los medios de comunicación para señalar que en Avándaro sobró el sexo, las drogas y el rock and roll, fue el pretexto ideal para el Gobierno, y a partir de ese momento quedó prohibido el ritmo que incitaba al mal. Las estaciones de radio no podían tocar rock mexicano, mucho menos organizar conciertos. Por ello y otros aspectos, el Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, tiene un significado más allá de la música, que no es menor. Representa el sentir de una generación, cuya bandera promulgaba la paz y el amor, pero también la libertad y la democratización del país, lo cual infería un señalamiento férreo al autoritarismo imperante en aquellos años. 

Este 2021 se cumplen 50 años de aquel acontecimiento donde el rock mexicano fue el gran protagonista, y aunque quisieron callarlo con una censura que pretendía extinguirlo, lleva medio siglo sonando. Y como dice el grito más famoso del rock mexicano acuñado por Alejandro Lora del Three Souls On My Mind: ¡Qué viva el rock and roll!

La presente selección es una remembranza y un homenaje al rock mexicano de los años 70, e incluye música de las 12 bandas que conformaron el cartel oficial, integradas en su mayoría por hombres. Sólo dos mujeres cantaron en ese magno festival: Maricela Durazo con la banda Tequila, y Mayita Campos con Los Yaki.