Y lo hace con un nuevo proyecto en solitario al que decidió nombrar dinastia, sin tildes ni mayúsculas, pero lo hace desde el torreón más alto de la “Alcazaba” que decide okupar por la fuerza: a medio camino entre un crooner indietrónico, el aftertrap que bascula entre el r&b y la cultura rock y el future funk heredado por el Prince de los años ’90, Larquier rompe con el estereotipo de trapero tanto en su pose, en su propia estética y en su marco de referencias musicales.
Y lo hace en alianza con 0-600, alter ego de Federico Ferrer y uno de los productores de referencia en la música urbana argentina (suya es la base de esa suerte de himno coral de la escena en que se convirtió “Tumbando el club”); que consigue arrimar texturas por momentos más cerca de un trap estándar que parece cantado por un cantante melódico (“no muerto”), colándonos una suerte de r&b con ecos a Dante Spinetta y a una indietrónica juguetona (“snooze”), firmando una nana urban-lo-fi hipersensual junto a Lara91k (“cruela”) o conectando a Bon Iver con un Armando Manzanero de la Generación Z (“rangos”).
Alan Queipo
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