Aquel grupo no solo fue importante para expandir un ritmo africano desde los clubes portugueses. Aquello también fue importante porque, gracias a ellos, nacía una escena, un circuito que conseguía canalizar las conexiones africanas que existen en territorio occidental y, a la vez, plantar una semilla de la que, con los años, surgirían auténticos alquimistas del ritmo como PEDRO, un joven de los suburbios de Lisboa que confirma con su primer álbum largo que un nuevo clubbing es posible en tiempos de reggaetón. Y muchos de ellos, como PEDRO, lo harían desde Enchufada, la escudería creada por Branko, parte fundamental y productor de los extintos Buraka Som Sistema.
Recogiendo el espíritu de aquella banda y con un hilo conductor que es el de la línea de tren (de ahí el título del disco) que conecta Lisboa con Amadora y el vecindario de Damaia de donde es oriundo y que dio título a su primer EP, tres años atrás; PEDRO nos invita a un viaje por los confines de su barrio, donde hay un altísimo porcentaje de población angoleña, caboverdiana y brasileña, y en donde ritmos como el kuduro y la kizomba están absolutamente adheridos a la BSO de las calles donde creció.
Ese ruido de fondo es el que se imprime en “Da Linha”, tanto cuando se inventa una suerte de clubbing africano (“Too Much”, con el nigeriano Magugu) como cuando hace una aproximación al reggaetón de vanguardia (“Pusha”, con el dominicano Kelman Durán), al trip-hop de Morcheeba (“Terra Treme”, con el luso Pedro Mafama), a un house negroide (“Madrugada”, “Para ti” o "Takré", con su 'padrino' Branko, dando la alternativa a su pupilo), a una orfebrería de kuduro y folktrónica salvaje (“Rapazes” y “Calores”), a una suerte de Bob Sinclair de las favelas (“Stuck On You” o “Toques”).
Alan Queipo
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