Cuando a Kiko Mendive se le va el caimán
Y por un tiempo se hará la luz para él, pues debutará en el cine con un título que le retrata: “Qué hombre tan simpático”.
Todavía no le conoce nadie como “Canillitas”, ni Kiko, aquí, en el barrio de Los Sitios, ni en ninguna parte. Hoy, 16 de diciembre de 1939 va a debutar como cantante en el Sexteto Caribe, que le abrirá algunas puertas.
Es un mulato flaco, huesudo a más no poder, pero lleva el ritmo a flor de piel, y eso lo hará famosísimo dentro de unos años en el cine mexicano. Pero él no lo sabe, y tampoco imagina a esta hora y en estas calles cerca del parque Trillo, que nadie lo recordará en la isla de Cuba.
Esta noche está nervioso, porque la primera vez siempre lo descoloca a uno. Se llama Cecilio Francisco Mendive Pereira, nacido en una casa humilde el 22 de noviembre de 1919, en el barrio de Los Sitios, a unas cuadras de Prado y Neptuno y había empezado su carrera musical a los once años como cantante aficionado en el sexteto del tresero Alfredo Boloña. Lejos estaba de imaginar que un día iba a triunfar en México, y que iba a cantar guarachas jocosas y zalameras como esa que dice:
Arrímate… cariñito… / arrímate bien cerquita,
arrímate y dame un beso, / sabrosito…
Arrímate cariñito, / quiero mirarme en tus ojos,
y besar esa boquita, / corazón.





Después del debut de profesional de esta noche, Cecilio Francisco será fundador de otra agrupación, el conjunto Los Jóvenes de la Crema. Pero Cuba y la noche habanera pronto le iban a quedar estrechas y se irá a enrolar en otra aventura para desembarcar en tierras mexicanas, donde lo afrocubano era prácticamente desconocido. Ahí le abrió las puertas su gracia en el baile y aquella forma de cantar que ya compartía con Orlando Guerra, “Cascarita”.
Partió Cecilio Francisco a tierra azteca en 1941, con la compañía artística Batamú de Armando Burroto. Allí se estaba horneando ya el llamado cine de rumberas, que sería el trampolín para lanzar a muchos músicos cubanos. Y su cordialidad y gracia le ganaron rápidamente amigos, como el pianista Álvaro Ruíz del Loyo, quien lo contratará para actuar en la emisora de radio XEQ. Quizá allí cantó o lo pudo hacer, esta guaracha que también va a incluir en su repertorio Vicentico Valdés:
El negrito bonito / se va pa’ San Juan,
buscando trabajo, / buscando más pan,
no sabe en serio / qué va a hacer.
Pero esto si sabe / no va a volver
a picar la caña / en la llamarada,
luchando con nada, / sin saber por qué.
Hoy no imagina que traspasarán el Siglo XX escenas de la película Pasiones tormentosas, donde cantará un tema que compuso ese mismo año 1941 el barranquillero José María Peñaranda, y que dice:
Se va el caimán, se va el caimán, / se va para Barranquilla.
Se va el caimán, se va el caimán, / se va para Barranquilla.







Allí baila y canta junto a una reina impresionante, María Antonieta Pons, rumbera cubana llamada “El ciclón del Caribe”. Con sombrero de yarey y algo parecido a alpargatas, Kiko Mendive, que apareció en la ficha técnica como “Canillitas”, sonríe, canta, gira agitando las maracas, como si aplaudiera la suerte que le deparó México, y sigue diciendo:
Una vieja y un viejito / iban en un aeroplano,
Y la vieja le decía, / viejito saca la mano…
Se va el caimán, se va el caimán, / se va para Barranquilla.
Y por un tiempo se hará la luz para él, pues debutará en el cine con un título que le retrata: “Qué hombre tan simpático. En un artículo sobre aquellos años mexicanos se dice lo siguiente: “Su estilo gracioso y energético le sirvió para trabajar en muchas otras películas del llamado género rumbero, en las que, además, servía como coreógrafo”.
A aquella primera aparición cinematográfica le seguirían otras como Distinto amanecer en 1943, en la que le acompañó su propia banda, y muchas más, entre las que se cuentan Cruel destino, Los misterios del hampa, Bésame mucho, La reina del trópico, Me lo dijo Adela, Embrujo antillano, El amor de mi bohío, La insaciable, Tania la bella salvaje, La engañadora y Casa de perdición, en 1956, cuando marchó definitivamente a Venezuela, donde la televisión le abrió las puertas. Unos dicen que “huyendo de una historia de amor, de una obsesión que pudiera llamarse Ninón Sevilla, África o Socorro”.
En México grabó un mambo que luego iba a incluir Benny Moré en su repertorio, y que parece un juego, que dice:
Regreso al vacilón, el baile del sillón.
El baile del sillón, que sabrosón, / el baile del sillón, que retozón.
Ya no era Cecilio Francisco, sino Kiko, Kiko Mendive, ágil y delgado, y con mucho fuego por dentro, pero también lleno de gratitud. Allí en México ayudó a otros cubanos que llegaban, y hasta regresó a La Habana en busca de Pérez Prado y lo convenció de que su futuro estaba en suelo mexicano, que entonces era la meca del cine y el disco.







Allá en Caracas fue él mismo y otros. Un Kiko múltiple. Muchos lo recuerdan trabajando en espacios como Media Jarra Musical y Radio Rochela.
Murió lejos de su isla, en el Hospital Universitario de Caracas, el 5 de abril de 2000. Se borraron sus recuerdos, las calles del barrio de Los Sitios, y también desaparecieron de su mente charros y rumberas. Dicen que hay noches en que hay como un chispazo en el cielo, y se escucha un chirrido de zapatos, como si alguien no parara de bailar, y la voz de “Canillitas” o Kiko Mendive, que avisa:
En el puerto de la Guaira, / pescaron un tiburón,
y del buche le sacaron / a María Antonieta Pons.