Gastone Moschin y Barbara Bouchet

El año 2020 no será jamás uno cualquiera. Se ha llevado personas y costumbres, ha desenterrado fantasmas y proporcionado motivos tanto para la esperanza como para el desaliento. A partes iguales. El año 2020 no será precisamente inocuo para Italia, que ha perdido a Ennio Morricone, probablemente uno de los mejores compositores y directores de orquesta de todos los tiempos, un demiurgo de la lírica moderna, el hilo de un país que siempre presumió de perfecta simbiosis y complicidad con las artes, la cultura, la retórica, la oratoria, el cine, la canción. De cualquier tipo o estilo.

El artista romano –definido Mozart por el actor Franco Nero– deja un legado de 500 bandas sonoras, entre originales y adaptadas. Por no hablar de su excelso trabajo con directores como John Carpenter, Brian De Palma, Roman Polanski, Quentin Tarantino, Sergio Leone o Sergio Corbucci, con los que colaboró en sempiternos spaghettis western. No es inapropiado pensar que aparecieran en su funeral un buen puñado de ilustres y variopintas condolencias: Metallica, Herbie Hancock, Sofía Loren, Giuseppe Tornatore, Nicola Piovani, Joan Baez, Renée Fleming, Bruce Springsteen

Porque sí. El año 2020 será especial. Mucho más en una Italia donde hay miedo a pronunciar la palabra muerte. Un país sensible, contradictorio, anacrónico, original, bello, corrupto y supersticioso. Con ingenuidad y estilo para recurrir a eufemismos ante calamidades como la de Ennio, que se marchó para volver. Un pretexto perfecto, mientras deshace las maletas, para hacer la autopsia a la música italiana y su incursión en el cine. Una necroscopia sobre una convivencia que él supo comprender mejor que nadie, y que dio lugar a varios géneros y tendencias haciendo las delicias de un país inclasificable, ávido, genuino y mágico. Ciak… Si canta! Benvenuti!

Musical a la italiana

Morricone, Nino Rota (El Padrino, La Dolce Vita) y Nicola Piovani (La Vida es Bella), pero también Adriano Celentano, Rita Pavone, Nino D’Angelo, Patti Pravo, Lucio Dalla, Domenico Modugno, Al Bano y Romina Power, Caterina Caselli, Gino Paoli, Peppino di Capri, Mina o Gianni Morandi. Italia inventó el melodrama. Fue inevitable que -en la progresión de las formas artísticas- hubiera una fuerte permeabilidad entre géneros. Si en los 50 se asomó a lo latino con temas de Sofía Loren (Mambo Italiano) o Silvana Mangano (El Negro Zumbón), en los años 60 hubo una explosión de Musicarelli, películas musicales (diversas al tout court anglosajón) con el pretexto de introducir una canción de éxito, normalmente la ganadora en el Festival de San Remo. En torno a ella se creaban comedias de baja calidad que tuvieron un éxito tremendo. Gianni Morandi, por ejemplo, brilló en este sentido. No hubo una canción suya que no se convirtiera después en película. Algo similar a lo que sucedió con Elvis Presley en América, explica el periodista Marino Bartoletti, el mayor experto musical del país.

El Musicarello suponía cintas de bajo coste y una gran popularidad. La temática giraba en torno a historias de amor o ingenuos e infantiles malentendidos de un país cuyo tejido social –con el miracolo económico– estaba en pleno cambio. Historias con jóvenes que usaban la música como excusa para pulverizar, mediante la diversión, esquemas sociales rígidos e inviolables hasta ese momento. Era frecuente también la presencia de cómicos como Totó, Nino Taranto, Raimondo Vianello o Aldo Fabrizi, entre otros.

Inicialmente estaban relacionadas con la tradición lírica-clásica italiana y podían virar a filones musicales melódicos importantes como la popularidad napolitana o el stornello romano. Después, con la difusión del rock’n’roll y el beat, llegaron películas de Elvis, Bill Haley o The Beatles…Despertando también un cierto espíritu innovador y reaccionario italiano con el propio Modugno, Celentano o el mismísimo Fred Buscaglione. Ahí emergieron auténticos tótems de esta onda como I Ragazzi del Juke Box o Urlatori alla Sbarra. Con Morandi se alcanzó el cénit, prosigue Marino remarcando y contextualizando esta explosión a mediados de los años 60, con el desarrollo del mercado discográfico. 

Ahí se culmina, gracias al terreno fértil que encuentra, un instrumento meta narrativo: la vida privada del cantante se funde con la historia en la gran pantalla. In Ginocchio da Te (canción que aparece en la oscarizada Parasite), Non so Degno di Te, Se non Avessi più Te tuvieron un éxito tremendo entonces. Películas que giraban en torno a los discos de Morandi. Fue una trilogía dirigida por Ettore Maria Fizzarotti con el guión de Sergio Grimaldi y Bruno Corbucci. La música, adaptada por Morricone, era en su mayor parte interpretada por el propio Morandi, escrita por Franco Migliacci y compuesta por Luis Bacalov en la mayor parte de los casos. Varios monumentos para sacar en la gran pantalla tres historias basadas en el servicio militar que estaba realizando el artista en la vida real, y en la dificultad para conciliar su historia de amor con la actriz Laura Efrikian, de quien se divorció –en la vida real–, en 1979.

Policías de serie B

No sólo la comedia y el oeste se casan con la música italiana. Si Visconti recurrió a Verdi, David Lynch al italoamericano Angelo Badalamenti, Fellini a Rota, Almodóvar a Mina, Scorsese a Gino Paoli en Uno de los Nuestros, Pasolini a Vivaldi en Mamma Roma y a Modugno para el corto Cosa Sono le Nuvole… Si Maria Callas, Peter Gabriel, Springsteen o Neil Young firmaron la BSO de Philadelphia, Gianna Nannini compuso e interpretó la BSO de algunas cintas italianas, mientras que Raffaella Carrá y Dalida sonaron en telenovelas, fue el rock progresivo de I Goblin el que puso sonido el terror psicológico de Dario Argento. Casi de la mano, el pop ochentero se inmiscuyó con Claudia Cardinale (Do it Claudia) o Gloria Piedimoent (La Guapa).

Fueron incursiones, mimetizaciones o matrimonios esporádicos. No se dilataron en el tiempo, como en los 60 y los 70, donde también hubo un género italiano rompedor que giró en torno a los renglones que dictaban los pentagramas del belpaese: films poliziotteschi, con gánster de Serie B. No eran películas protagonizadas por Gian Maria Volonté sino por el excéntrico Tomas Milian, entre otros. Acción y violencia gratuita, desairada, para divertir a gente que no quería pensar demasiado. Ahí también encontró cobijo el gran Louis Prima, un emblema.

Historias como La Mala Ordina, Milano Calibro 9 o Milano Odia: la Polizia non può Sparare, (con BSO de Trovajoli, Bacalov y Morricone, respectivamente) hicieron las delicias de un público que masticaba acción, tanto en la vida real como en la ficción. Y es que no era casualidad que Italia, por entonces, se encontrara en los años de plomo. La calidad de la historia era discutible. La música, sin embargo, de altísimo nivel. Digna de las action movie americanas. Muy íntimas y personales, aclara Enrico Gabrielli, compositor del grupo funk-jazz italiano Calibro 35, fundado en Milán hace poco más de diez años tomando como inspiración ese género otrora cotizado. Ellos tres representaron la edad de oro del soundtrack europeo. Fueron nuestro espejo… Después, con precisión, artesanía, paciencia y tiempo fuimos creando nuestro estilo, argumenta una de las cabezas pensante de un grupo que fue elegido como banda sonora para Said, una co-producción italo-española.

Su crecimiento no se detuvo ahí, ya que colaboró en América con Muse y abrió en Sao Paolo el concierto de Headhunters, el histórico combo nacido de la experiencia con Herbie Hancock. Hubo un periodo en el cual el cine italiano se escribía con mayúscula. Había productores enormes como Ponti o Cristaldi… Desde la posguerra hasta los años 80, la industria fue fluida y producía títulos a velocidad impresionante. Todo –montaje, vestuario, guion, actores y música– era de gran nivel. Si la cultura anglosajona colonizó el mundo con las canciones pop, nosotros lo hicimos con los sonidos de las imágenes en movimiento, sentencia.

Calibre 35 mantiene viva la llama de ese esplendor pasado que asombró al mundo, que dio un aire diverso, un vuelco al séptimo arte a través de la música y la canción. Ya no está Morricone, pero como dice Enrico, sí su monumento de ingenio sonoro. Volverá. En Italia, cuna del cristianismo, nadie muere para siempre. “SEAN, SEAN”.

Playlist

1. Ennio Morricone ft. Nora Orlandi - Metti Una Sera A Cena (Metti Una Sera a Cena, Giuseppe Patroni, 1969)
00:00:02
2. Nino Rota - Amarcord (Amarcord, Federico Fellini, 1973)
00:03:03
3. Nicola Piovani - Il Marchese Del Grillo, Pt. 1 (Il Marchese del Grillo, Mario Monicelli, 1981)
00:05:03
4. Gianni Morandi - In Ginocchio Da Te (In Ginocchio Da Te, Ettore Fizzarotti, 1964)
00:09:12
5. Adriano Celentano - I Ragazzi Del Juke Box (Ragazzi Del Juke Box, Lucio Fulci, 1959)
00:10:39
6. Mina - Come Sinfonia (Dolor y Gloria, Pedro Almodóvar, 2019)
00:13:46
7. Armando Trovajoli - La Mala Ordina Main Theme (La Mala Ordina, Fernando Di Leo, 1972)
00:15:54
8. Luis Bacalov - Milano Calibro 9 (Milano Calibro 9, Fernando Di Leo, 1972)
00:18:27
9. Goblin - Profondo Rosso (Profondo Rosso, Dario Argento, 1975)
00:24:17
10. Calibro 35 - Said (Live) (Said, Joseph Lefevre, 2010)
00:27:48

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