La nueva marea flamenca y poética de Huelva
Los flamencos onubenses se arriesgan a volar lejos sin despegar los pies de su tierra.
Decía Joaquín Martin “Quini” que “gitanos hay en todas partes del mundo, pero el flamenco sólo se canta aquí”. Con aquí, se refiere a Andalucía y concretamente habla de Huelva, donde trabajó toda su vida, a caballo entre lo social y lo musical. Por aquí han pasado castellanos, gitanos, árabes… una mezcla que dio pie, casi mágicamente, al flamenco, género que sigue creciendo y mutando sin olvidar sus raíces.
Desde Huelva salieron los barcos que “descubrieron” América, aquí nació un palo tan valiente como el fandango. Conviven las marismas con el polo químico, el Parque Natural de Doñana con las balsas de fosfoyesos. El plástico envuelve a las temporeras, los poetas luchan por una escena cultural a la altura y los flamencos despegan, resonando a nivel mundial.
Cada año en Moguer se celebra Voces del Extremo, encuentro poético que desde 1999 de la mano de Antonio Orihuela, trae la poesía de la conciencia, reuniendo a autores de todas partes en el lugar donde creció Juan Ramón Jiménez. Este festival vio nacer al Niño de Elche tal y como lo conocemos hoy: él le puso música a los poetas críticos del panorama nacional que se encuentran en Voces del Extremo y reentendió el flamenco en el disco homónimo que lo acercó al gran público.
Y en la escena flamenca de la ciudad vemos que, igual que poetas imprescindibles como Eladio Orta beben de la rebeldía estética y vital de Juan Ramón Jiménez, las propuestas flamencas de Rocío Márquez, Arcángel o Argentina no se entienden sin escuchar primero a los Hermanos Toronjo o al Niño Miguel.
Pocas han sido las grandes figuras flamencas de Huelva a lo largo de la historia, pocas pero necesarias. Aunque en los últimos tiempos esta tierra está dando más frutos que nunca y veinte años después de la muerte del mítico Paco Toronjo, quizá lo único que haga falta es darles un lugar y un origen común.
Enrique Morente consideraba al tío de Tomatito, al Niño Miguel, uno de los artistas más grandes del flamenco, decía que “un toque del Niño Miguel no se te escapa nunca, una vez que te ha entrado en el pecho se queda ahí para siempre”, y él pasó de acompañar a Camarón a pedir en la calle, tocando con tres cuerdas. El Niño Miguel se movía entre la genialidad de un toque adelantado a su tiempo y lo cotidiano de un personaje que vaga por la ciudad, derrotado por la droga y la enfermedad.
Hoy una nueva generación flamenca parece que está vengando, en el mejor sentido de la palabra, este triste final.
Como Rocío Márquez, que deslumbra con su cante impecable y su nueva concepción de este arte “no podemos cantar como si hubiéramos vivido una guerra, como si hubiéramos pasado hambre, no hemos vivido eso. Sería poco autentico y sería de poca pureza bajo mi punto de vista mantener un discurso y unas maneras que no nos pertenecen”. Se atreve con un flamenco sin guitarra y ahonda en la historia de este género a través de lo académico, con una interesantísima tesis doctoral sobre la técnica vocal en la historia del flamenco. Su trabajo adopta formas infinitas y sus colaboraciones van desde Fahmi Alqhai a Los Voluble . Que siga la fusión. Este jueves en el XVI Festival Flamenco Joven de Andalucía le rinden tributo.
No se queda atrás Arcángel, referente en el flamenco desde que hace casi 20 años lanzaba su primer álbum. Hoy viaja al este con su último trabajo en el que se funde con el coro de Las Nuevas Voces Búlgaras, una maravilla. Luego está Raúl Rodríguez, sevillano de orígenes choqueros, que rompe con lo establecido y se lanza a lo experimental, no en vano es hijo de Martirio: “la tradición que yo conozco es la creación, por parte de mi madre, Veneno, Pata Negra, me he educado en un entorno de buscadores”. Él cruza el charco y aflamenca el tres cubano, lo hace suyo y lo lleva a otro nivel.
Diego Guerrero se mueve en coordenadas parecidas, sin abandonar el flamenco pero mirando a Latinoamérica. En 2017 fue nominado en la categoría de Mejor Álbum de Música Flamenca en los Latin Grammy por esa unión natural entre el flamenco y la rumba afrocubana o el jazz, que reinventa y hace brillar desde la sencillez.
También nombrar a Argentina, otra onubense que lleva años consolidándose como figura esencial del panorama flamenco. En el escenario se convierte en un animal y podremos disfrutar de su Hábitat en la Bienal de Flamenco de Sevilla, donde también encontraremos a una pareja que toma cada vez más protagonismo. Lo que ofrece ni más ni menos es un trabajo bien hecho. Los Mellis de Huelva, acompañan, con tranquilidad y precisión en el compás a prácticamente todos los grandes de la escena, desde la propia Argentina hasta la mismísima Rosalía.
A Sandra Carrasco la hemos visto recientemente junto al Ballet Nacional en el Festival de Mérida con Electra y en el nuevo proyecto del Premio Nacional de Guitarra Juan Carlos Romero (también de Huelva) junto a Rocío Márquez dándole una vuelta a la música clásica en su nuevo proyecto Al borde del aria. Y acercándose al soul desde sus comienzos, el de sobra conocido y controvertido Pitingo está ahora mismo presentando su nuevo Mestizo y Fronterizo por toda la geografía española.
Los flamencos onubenses se arriesgan a volar lejos sin despegar los pies de su tierra, con el legado de lo viejo a sus espaldas y la libertad de darle forma a un género que se presta a la evolución constante ¿Será la frontera? ¿La puerta al océano?
Pocas, pero necesarias: hasta ahora no abundaban las grandes figuras en esta ciudad. Sentaron las bases Toronjo y Niño Miguel y surgieron agrupaciones como Alameda (flamenco progresivo) o Jarcha, donde comenzó Martirio antes de erigirse como gran dama de la copla y romper con todos los esquemas. Juan Carlos Romero, componiendo y acompañando a Morente, Poveda o El Pele. Los Activos, que dieron la vuelta al mundo, al compás, luchando contra la exclusión social de la barriada del Torrejón.
Con este caldo de cultivo, hoy podemos hablar de una escena consolidada y fructífera, llena de colores y texturas, que se abre al Atlántico o continúa los pasos nómadas de los gitanos en Europa, que sigan subiendo y bajando estas mareas. Desde el suroeste de la península resuena con fuerza el grito de los nuevos flamencos, que no entienden de límites y se arman de constancia, trabajo e investigación. Fusión con sentido. Fandango, sí y mucho más.