La tradición en flujo
Una mirada a los tránsitos y tributos del folclor latinoamericano. Lo que va de Violeta Parra a Gepe.
Gracias al ejemplo de bandas y músicos de generaciones previas, muchos cantautores jóvenes dialogan hoy con la tradición de la canción popular y folclórica de sus países sin rígidas solemnidades ni timidez en el cruce.
Varios discos recientes vuelven a probar las virtudes del encuentro entre canción tradicional y pop, y las muchas ideas que el folclor latinoamericano “el campesino, el andino, el urbano” les reserva a aquellos jóvenes curiosos que estén atentos a sus lecciones.
Son cruces practicados con brillo en Latinoamérica desde al menos la década de los 70, y que en los últimos años engrosa la oferta “y la diversidad de enfoques” con el tributo admirado que músicos como el chileno Gepe, la mexicana Natalia Lafourcade, y el equipo multinacional coordinado por Camilo Lara les han rendido respectivamente a la investigadora folclórica Margot Loyola y a los dos principales autores de canciones de amor nacidos en el siglo XX en México.
Hay, hubo y por cierto habrá muchos otros ejemplos. La lista no es tímida en atrevimiento. Para cuando en 1984 el conjunto chileno Los Jaivas llevó ocho composiciones de Violeta Parra (1917-1967) a una instrumentación rockera (Obras de Violeta Parra), ya compatriotas suyos como la banda Sol y Medianoche habían vestido de electricidad (en el álbum Madretierra de 1983), canciones de la gran creadora nacida en San Carlos, como Corazón Maldito y Casamiento de Negros.
La hondura del cancionero de la autora de Gracias a la Vida se asoma por las grabaciones de músicos de todo el mundo, en infinidad de claves y estilos: la argentina Mercedes Sosa le dedicó un álbum completo cuatro años después de su muerte (Homenaje a Violeta Parra, 1971), cuando ya su obra se difundía sin freno como influencia para la nueva trova cubana, el tropicalismo brasileño e incluso el folk estadounidense (Joan Baez publicó en 1974 el LP Gracias a la Vida). Sus admirados versos se han cantado en infinidad de idiomas y de momentos.
Tan sólo en esta década, la gerundense Silvia Pérez Cruz llevó Puerto Montt Está Temblando a su disco junto a Refree (Granada, 2014), y el más reciente álbum del asturiano Nacho Vegas se titula Violética (2018), precisamente como homenaje a la compositora, bordadora, pintora, escritora e investigadora chilena. Se escucha allí una eléctrica versión de su Maldigo del Alto Cielo, a dúo con Christina Rosenvinge. La amistad unió en vida a la creadora y el cantautor valenciano Paco Ibañez, cuando ambos se conocieron en París, y desde entonces abundan los lazos entre su cancionero y la Península, incluso en euskera (Violetaren Martx, de Oskorri) y catalán (Gràcies a la Vida, de Miguel Poveda).
Músicos chilenos vinculados al pop y al rock han levantado en el último par de décadas los discos colectivos de tributo Después de Vivir un Siglo: Tributo a Violeta Parra (2001, donde participan, entre otros, Ana Tijoux, Lucybell y Los Bunkers) y Cantores que Reflexionan: Sintiendo a Violeta (2007, con Javiera Mena, Los Tres, Jorge González y más).
Los cruces entre músicos jóvenes habituados ya al trabajo con electrónica, secuencias y grabación en casa y la tradición de canción latinoamericana son por eso una dinámica abierta, que avanza en Sudamérica sin solemnidades. Gepe ha dicho que en el trabajo de investigación que lo llevó al nuevo Folclor Imaginario estaba la convicción de una de las lecciones aprendidas de la investigadora Margot Loyola (1918-2015): el folclor se encuentra siempre en un esencial flujo de cambio:
“Aprendí con ella que las canciones mutan de acuerdo a las circunstancias, al tiempo y a las voces que las transmiten. Lo que hago en el disco no son covers, como suelen entenderse las versiones en el mainstream musical. Pienso, más bien, que soy, junto a la banda con la que trabajé, una más de miles y miles de capas que han ido levantando estas canciones a lo largo de mucho tiempo”.
En ese mismo respetuoso desprejuicio puede insertarse todo el trabajo de encuentro que ha ajustado los códigos o antiguos repertorios de tango, cumbia, bachata, vallenato, sones y boleros a las sonoridades de la electrónica, y que permite comprender hoy el trabajo de propuestas como las de los colombianos Bomba Estéreo y el dúo suizo-argentino Plaza Francia Orchestra (con ex integrantes de Gotan Project) como parte de una cadena de transmisión histórica, además de una propuesta de invitación mutante. Al menos en Sudamérica, los músculos de la mejor nueva música no corren riesgos al extenderse en simultáneo hacia atrás y hacia adelante.
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buenisima lista!