Abraham Mansfarroll

No es un disco de versiones al uso, no. Ni mucho menos una copia calcada de obras originales y conocidas. En todo caso, Dizzy el afrocubano (Manfapercuson, 2021), el album que acaba de lanzar Abraham Mansfarroll resume las obsesiones musicales que en los últimos años llevaron al excelente percusionista cubano radicado en Francia a estudiar el estilo y la obra del genial Dizzy Gillespie, hurgar en su vida excéntrica y controvertida, y sobre todo, encontrar los puntos en que la percusión afrocubana y la obra del trompetista estadounidense convergieron para no separarse jamás.

Sus once cortes combinan clásicos compuestos por Dizzy, algunos en el período de mayor acercamiento a la experiencia de sus inicios con la percusión afrocubana en su banda, como Algo bueno, Night in Tunisia, Con alma y los clásicos de Chano Pozo Manteca y Tin Tin Deo –con quien comparte autoría–, y temas creados por el propio Manfa bajo el influjo gillespiano, como Llegando a Bahía, Babul, Tumbao en Yateras, y los tributos personales Danzón Dizzy,  Dizzy Rumba y Díselo Diz.

Le costó trabajo conciliar la fecha en que los músicos –todos amigos suyos– podrían reunirse para grabar, pero pudo lograr un excelente line-up multicultural: cubanos radicados en Europa como los trompetistas Carlos Sarduy y Mario El Indio Morejón; el saxofonista Irving Acaco; los bajistas Felipe Cabrera, Luis Manresa y Rafael Paseiro; los percusionistas Inor Sotolongo y Pedro Barrios; el trombonista Denis Cuní; y Carlos Miguel Hernández como cantante; el griego Dimitris Sevdalis y el francés Laurent Coulondre, pianistas; el chileno Sebastián Quesada, también en la percusión. Según Manfa fue una casualidad, pero prefiero creer que ha sido una oportuna causalidad, que grabaran en Midi-Live Studios, marca que sucedió a los históricos Vogue Studios de París, donde alguna vez se escuchó la trompeta del gran Dizzy.

Fue un personaje único. Tuvo el genio de ver y creer en que el jazz necesitaba una evolución y junto a Thelonius Monk, Charlie Parker y otros, crear un estilo que fue más allá de todo lo convencional que se conocía hasta ese momento –subraya Manfa cuando accede a comentar su disco en exclusiva para Radio Gladys Palmera–. A veces se habla más del Dizzy excéntrico que del músico increíble que ya desde inicios de los años 40 estaba haciendo con su trompeta cosas absolutamente renovadoras, y del Dizzy que pronto sabe conseguir un equilibro entre el bussiness y la creación musical. Y otra de sus genialidades fue darse cuenta que antes de la batería existió el tambor… tuvo el coraje de reivindicar a África y saber imbricarla dentro de esa revolución renovadora…

En todo caso, a Manfa le interesa hurgar en cuánto pudo calar lo afrocubano en la obra de Gillespie y qué tanto es posible reinsertarla en percepciones rítmicas actuales, ya sea en una tremenda rumba como Dizzy Rumba, o en un deliberado danzón –como Danzon Dizzy–, donde los tumbaos del piano de Dimitris Sevdalis llegan justo donde se les espera. A ello sirve la clásica estructura instrumental que utiliza, como en cualquier formato de latin jazz, con dos instrumentos de percusión, piano y contrabajo en el ritmo, incorporando a gusto vientos y metales. Del mismo modo le mueve imaginar cómo habría solucionado Gillespie algunos de sus temas si hoy viviera y creara junto con él. Recreaciones de temas de Chano Pozo como Tin Tin Deo y Manteca, clásicos en la obra y repertorio gillespiano, sirven para ello, pero también se deja vencer por la tentación de lograr que Manteca suene a changüí o incluso, se aproxime al songo.

El disco, con idea de diseño del propio Mansfarroll, realización de portada del artista cubano Rodin Sotolongo y notas de Yanira Martínez Arango, ancla la mirada Manfa –quien además lo dirige y produce–,  lo mismo en el Nueva York del bebop, que en su Guantánamo natal, aunque deja claro que esto no va de nostalgia, sino desde su visión más universal con la que, a nivel sonoro, decodifica tanto múltiples preferencias como disímiles y autorreconocidas pertenencias. En todo caso, lo que se ha propuesto es que todo esto sea visible y audible en su obra y en lo que graba, pero huye de la pincelada pintoresca o la cita gratuita. Insiste en ello al explicar el sentido y génesis de una de las obras más notables del disco y donde Irving Acao con su saxo logra momentos muy destacados:

Babul está inspirada en un poema del gran poeta cubano Regino E. Boti, guantanamero como yo, y en esa línea quise reproducir sonidos que nos llevan a cosas en las que me reconozco: la tumba francesa y hasta las influencias haitianas presentes en la cultura popular de esa parte de donde soy.

Advierto: no olvidar que ideas similares de referencias geográficas y regreso a las raíces, para transformarlas, se aprecian también en Tumbao en Yateras, otro track del disco con un rebosante patrón changüisero, marcando las breves improvisaciones del trombón de Denis Cuní, la trompeta de Carlitos Sarduy y el saxo de Irving Acao. En realidad, aunque en esencia y motivación se distancia de su anterior album Utop! A Guantanamera (Manfapercuson, 2017), donde parece aterrizar en el oriente cubano con toda su carga de información y cosmopolitismo, con Dizzy el afrocubano Manfa va un poco a la inversa, adentrándose más en el impacto de la percusión afrocubana en los años iniciales de bebop y el modo en que regresa como huella o como búsqueda experimental en nuevos tiempos y contextos.  

En Dizzy el afrocubano, Mansfarroll vence la tentación de todo instrumentista y sin dejar de lado el lucimiento virtuoso, consigue un excelente equilibro entre su desempeño como solista, el de los demás músicos y el discurso lógico de cada tema.

Aunque en el disco toco varios instrumentos de percusión, desde hace algún tiempo, en mis trabajos toco más el timbal, al que veo como mismo lo ve (José Luis Quintana) Changuito: como un tambor. Chango se inspira en lo abakuá y en la rumba. Su genialidad le permite elegir un ingrediente determinado que, con su magia y su swing, lo hace único cuando lo toma. El descubrimiento de Changuito para mí fue encontrar mi propio camino. Me ha permitido estar en búsqueda permanente: por ejemplo, el 6/8 lo hago, pero no como un bembé puro y originario, sino como un híbrido al recrearlo. En Night in Tunisia, he puesto el patrón abakuá con los tambores batá y también hago una alusión a él en Tin Tin Deo y Danzón Dizzy. La influencia de lo abakuá en la música cubana y en el latin jazz es enorme, e inacabable. Sigo explorando en sus orígenes y posibilidades, estudiando y descubriendo cosas…

Llegado a este punto, y haciendo un balance de su evolución humana y profesional, de cuánto el camino recorrido le ha aportado, Manfa reflexiona y explica:

Cuando viví en Cuba me había propuesto entrar en la religión afrocubana, porque siempre he pensado que asumir la religión es el modo más directo y espiritual de estar en contacto con el tambor. Pero al final, no lo hice y ya no entraré. No soy religioso, pero mi respeto hacia la religión, su espiritualidad y significado es enorme. La música es mi religión. Por eso trato de no cantar en lengua –ni en yoruba, ni en abakuá–; no lo hago por respeto. Con la música me entrego a ella, es mi modo particular de respetarla y de respetar lo que defiendo. Y este disco es también una muestra de respeto a un músico que hizo mucho por nuestra música y nuestras raíces. Tuvo el coraje de reivindicar a África en momentos en que muchos de sus colegas que se consideraban vanguardistas y trataban de hacer avanzar el jazz, lo criticaron, pues veían esto como un atraso, como un regreso a lo elemental; no tuvieron visión para comprender que Dizzy estaba revolucionando el jazz para siempre. Todos los músicos tenemos que agradecer a Dizzy. Todos los músicos cubanos tenemos algo que agradecerle.

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