Se ha presentado en sociedad un proyecto en el que Gladys Palmera tiene puesto todo su interés: Monte Olimpa, definido como “una cofradía para celebrar todas las identidades y diversidades en la vida nocturna cultural”. Monte Olimpa es un club que celebra todas las identidades y diversidades en la música, donde DJs, selectoras y melómanas de todos los géneros y orientaciones pueden encontrar un espacio vibrante para potenciar sus habilidades y transformar la escena musical.

Monte Olimpa es el primer proyecto de Casa Biche, productora de proyectos musicales y que es reconocida como booking de las bandas Canalón de Timbiquí, Conjunto Media Luna, Frente Cumbiero, La Perla, Romperayo, Semblanzas del Río Guapi, Son Rompe Pera o Soy Emilia. Biche viene trabajando en Cali desde hace una década, acaba de construir y presentar en sociedad su nueva sede y aspira con Monte Olimpa a ofrecer talleres en áreas tan complejas como la salud mental de los artistas; los espacios seguros para mujeres, personas feminizadas, trans y no binarias; la realización de eventos; el lenguaje musical; la ingeniería electrónica y construcción de sintetizadores; o la grabación y producción musical en vivo.

Esos son justamente los temas de un ciclo de talleres que, con el apoyo de Save The Night de Jägermeiter, ofrece durante el último trimestre de 2024. Monte Olimpa seleccionará a 15 participantes que cumplan con los requisitos del proceso de inscripción. Estas personas podrán acceder a los talleres de manera gratuita y recibirán un subsidio de transporte de 500.000 pesos colombianos para facilitar su asistencia a las sesiones presenciales y prácticas.

¿PORQUÉ MONTE OLIMPA?

Obviamente la referencia a la montaña más alta de Grecia, en la región balcánica de Tesalia y Macedonia, es evidente por su espíritu mitológico. El Monte Olimpo era el hogar de los dioses olímpicos, el centro del universo gobernado por Zeus y donde vivían los principales representantes del panteón que regía el destino de la tierra. Pero también es una referencia a doña Olimpa Solano, quien llegó a ser la melómana y coleccionista más longeva y famosa de Cali.

En Cali ha habido unas cuantas coleccionistas de postín como la indomable Lila Cuellar, que tenia una increíble colección de 20.000 vinilos de música sinfónica en un bar llamado La Casa Beethoven en el entonces peligroso barrio de Santa Rosa. De muerte trágica, Doña Lila sería inmortalizada por Leonel Giraldo en su maravillosa crónica “Una cerveza bien fría y la Quinta de Beethoven, por favor” (El Agua de Abajo, Random House, Bogotá, 2019).

La sede de doña Olimpa fue durante años El Trapiche, pero acabó siendo la terraza de su propia casa en la urbanización Barranquilla del norte de la ciudad, donde atendía invitados selectos con una música que sólo se podía escuchar allí. La ilustre dama tenía un gusto muy clásico y una peculiar preferencia por los boleros. Y estos iban de Daniel Santos a Raúl Marrero, de Tony Aguilar a Pete El Conde Rodríguez.

Vivió hasta los cien años, como ni no quisiera irse nunca porque adoraba lo que hacía: música para que los amigos te quieran más, como diría García Márquez. Sus miles de vinilos habían sido conseguidos uno a uno en el puerto de Buenaventura, a veces encargados, a veces encontrados, desde que era adolescente. Las joyas las tenía en formato de 78 RPM, como mandan los cánones del coleccionismo y la melomanía.

“Mi mamá heredó el gusto musical de mi abuela. Vivían en una finca grande, en el kilómetro 18. Allí tenían un trapiche y pusieron un negocio donde la gente aledaña iba a tomar cerveza… Entre los años 40 y 50 mi mamá y mi tío se fueron a vivir a Buenaventura. Allí un amigo de mi madre, don Vicente Arango, dentista, le avisaba cuando llegaba un barco de otra parte y ella y mi tío se iban a comprar acetatos”, le contó alguna vez su hijo Pablo al diario El País.

El Encuentro de Melómanos y Coleccionistas, de la Feria de Cali, fue un espacio idóneo para que brillaran las mujeres que cultivaban el amor por la música en vinilo. Todas ellas siguieron el ejemplo de doña Olimpa y aquel empeño en mantener vivo un legado, una tradición y un amor incondicional por el formato por excelencia de la música universal.

El Encuentro, nacido de la cabeza de Gary Domínguez, que comenzó en la Taberna Latina, luego se volvió itinerante, pasó por el CAM, por el Parque de los Poetas, el Parque de la Música y finalmente las Canchas Panamericanas, vio la fuerte presencia de María Claudia Giraldo, Beatríz Valdés, María Eugenia Montoya o Ana María Walts (DJ La Mami), entre otras. Pero doña Olimpa siempre fue la matrona, la referencia.

Con el paso del tiempo esa referencia cruzó el Atlántico y se comenzó a hablar de Alejandra Fierro Eleta (Gladys Palmera) y a verla como un modelo a seguir. En Alejandra las melómanas encontraron un cuidado detallado por cada uno de los vinilos, una pasión por rescatar y cuidar el diseño, la estética y el aspecto visual de los discos, y, sobre todo, el deseo de divulgar y dar a conocer lo que tenía sin miedo a compartir y a mantener escondido el tesoro de toda una vida.

Alejandra es una mujer de radio que devino coleccionista, pero nunca se ha considerado como tal. “Soy melómana”, siempre ha dicho con orgullo. La mueve la pasión y el amor por la buena música, sea de donde fuere, sin límites y sin fronteras. Radio Gladys Palmera demuestra cada día esa amplitud de miras y Fundación Gladys Palmera, con su obra social La Escuelita del Ritmo, comprueba ese deseo infinito de ayudar sin intereses creados.

Coleccionistas mujeres hay muchas por el mundo. Están, por ejemplo, Sheila Brugel, en Brooklyn, especialista en discos de mujeres grabados en 45 rpm; o Colleen “Cosmo” Murphy, en Londres, especializada en música exotica. Pero hay una nueva generación que Monte Olimpa muestra al mundo, aunque esta hace que el coleccionar vinilos no tenga como objetivo tener muchos, sino ponerlos al servicio del baile y la enseñanza musical. Por eso más que coleccionistas son DJs, productoras y especialmente melómanas.

En lo que hace Monte Olimpa se puede comenzar por María Mestiza, gestora cultural y activista; por Miss Champú, DJ del colectivo Sónicas; pero sobre todo por Alejandra Gómez y Juanita Carvajal, fundadoras de este proyecto tan entusiasta como armónico que evoca a las diosas terrenales de la música en vinilo.

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