Así es como se ha definido el sonido del quinteto que capitanea Agustín Guerrero: el tango que tocaría el Frank Zappa más endemoniado. Hay algo de psicodelia y mucho de free jazz, pero la base tanguera y neo-lunfarda comanda un barco que juega a estar siempre en la deriva para allanar nuevos horizontes sonoros desde un concepto incendiario: aniquilar la solemnidad y los libros de estilo.
Lo consigue en “Estupidez”, un disco que es otra cosa: una hora en la que se intercalan quince poemas en soneto escritos y leídos por el periodista y escritor Pablo Marchetti con quince canciones instrumentales del mismo título que los poemas en las que colinda ese tango amorfo, caótico y fuera de todas las formalidades y protocolos respetuosos de un género que, en este álbum, se vuelve líquidamente viscoso. Un tango con mucha conexión con el universo Zappa, sí, pero también con el del verso libre de Luis Alberto Spinetta, el caos pianístico de Leo Maslíah, la policromía de Animal Collective, el after-jazz de Charles Mingus o la deconstrucción automática de Eduardo Mateo.
El formato casi de ensayo sonoro poético y cáustico, libre y desprejuiciado, rompiendo cánones sonoros pero también formales, demuestra la grandeza inabarcable de “Estupidez”: un objeto que se transforma en una cosa diferente cada vez que se toca, se lee o se escucha. Un ejercicio de nueva percepción sonora que lleva el tango a nuevos precipicios, que es algo que nunca debió haber perdido el género y logotipo cultural porteño en el mundo por antonomasia.
Alan Queipo.
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