Cada canción funciona como un manifiesto sobre los temas que preocupan en 2021 a Andrea Echeverri y Héctor Buitrago (la mayoría son problemáticas que han tratado desde los inicios de su carrera): las masacres de líderes sociales en su país, la mercantilización del ser humano, la reivindicación de la acción ciudadana, la defensa del medio ambiente, la importancia del arte en tiempos de pandemia, la cansina turra de los haters, la brecha generacional y hasta un original relato nada nostálgico de los años de plomo en Colombia durante los 90, cuando crearon el grupo.
Igual que ha sucedido durante una carrera que supera las tres décadas, Aterciopelados logra calar en el imaginario popular pese a ser ellos mismos unos extraterrestres, o al menos, ser percibidos como tales por esa sociedad hipócrita y biempensante a la que critican en sus canciones. El dúo, que a nivel sonoro sigue oscilando entre el pop ochentero de Mecano, la psicodelia guitarrera de Zoé y los beats electrónicos de Bomba Estéreo, mantiene ese espíritu punk de rebeldía y alma jipi con el que nació.
Su receta contra los males del mundo sigue siendo la máxima de fiesta y lucha. ‘Gritemos’ ya se ha convertido en uno de los himnos de los jóvenes que salen a protestar hoy a las calles de Colombia: “La alarma se encendió, el party se prendió / Hoy es viernes y el mundo se sublevó / Esta huelga es mundial, el paro es general / La verdad es que mi gente se alebrestó”.
José Fajardo
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