Gato Barbieri

A don Mario Bauzá, arquitecto y director musical de Machito and his Afro-Cubans, figura crucial en la mezcla de ritmos afrocubanos y armonías de jazz, y pieza indispensable en el encuentro de Dizzy Gillespie con Chano Pozo, el tema lo irritaba.

No sé de que hablan cuando hablan de latín jazz. Eso no es latin jazz, decía con su inconfundible gruñido en una charla en Nueva York en los años 80. Nadie toca latin jazz. Eso es jazz afrocubano. Para Bauzá no era una cuestión de debido crédito. El hablaba de un latín jazz mucho más ancho y profundo, incluyendo mucha más música del mundo latinoamericano: joropos venezolanos, huapangos mexicanos, palos del flamenco, tango…

Habiendo hecho su punto, el maestro concedía que había excepciones. Pero su lista de artistas en su visión del latin jazz era corta. Un infaltable era Gato Barbieri.

Una conversación entre ellos hubiera sido fascinante. Barbieri, mejor conocido como compositor e intérprete de la banda sonora de la controvertida Last Tango in Paris de Bernardo Bertolucci, dijo más de una vez que él no tocaba jazz. Desde ya, nunca se vio como un músico de latin jazz. Y sin embargo, con un puñado de discos grabados entre finales de los años 60 y mediados de los 70, Barbieri marcó un antes y después en el universo del jazz.

Alguna vez Bill Evans sentenció que el jazz no era un “qué”  sino un “cómo”.

Barbieri aplicó ese “cómo” —desde la ideas de reinterpretación e improvisación a la instrumentación— a temas del gran cancionero latinoamericano y una enorme variedad de estilos de las Américas. Como muchas ideas que resultaron profundamente transformadoras, ahora la propuesta parece obvia.

Después de todo, si un músico norteamericano de jazz podia usar de punto de partida un viejo blues rural o Some Day My Prince Will Come, de una pelicula de Disney, ¿porqué no reinterpretar un chamamé tradicional, deconstruir El Día Que Me Quieras o reimaginar Bahia?

Comenzando con The Third World, todo un manifesto en 1969, y desarrollado en sus discos Bolivia (1971), El Pampero (1971), Fenix (1971), Under Fire (1973), Chapter One: Latin America (1973), Chapter Two: Hasta Siempre (1973), and Chapter Three: Viva Emiliano Zapata (1974), Barbieri dio una voz (a veces literalmente) a una visión revolucionaria de Latinoamérica.

Gato tenía un gran olfato por el momento, el espiritu de la epoca, observa Sergio Pujol, historiador musical y autor del recientemente publicado libro Gato Barbieri: Un Sonido Para El Tercer Mundo (Planeta, 2022) y autor de Jazz Al Sur (Emecé, 2004) y Cien Años de Música Argentina, Oscar Alemán, la Guitarra Embrujada (Planeta, 2015) entre otros. Y yo creo que ahí tiene mucho que ver también la figura de [su esposa] Michelle. Ella me parece que es muy importante en este proceso. Es una especie de ideóloga, digamos, de la música de Gato. Es un personaje muy atento a los vientos políticos y culturales que soplaban en ese momento. No nos olvidemos que cuando él graba The Third World (en 1969), América Latina está en la mirada del mundo. Había un protagonismo de América Latina en la geopolítica internacional y, en ese contexto, expectativas de cambio. Culturalmente, se vivia lo que se llamó “el boom de la literatura Latinoamericana”. Y creo que ellos, ella sobre todo, se da cuenta que ahí hay un espacio a explorar.

Además, musicalmente, Gato, por lo menos hasta mediados o hasta principios de los años 80, siempre estuvo actualizado, siempre estuvo a tono con con las tendencias dominantes de la época, observa Pujol. Esa curiosidad lo lleva del bebop y post bop de Buenos Aires en los años 50, al free jazz cuando alentado por Michelle se muda a Italia y en 1963 conoce a Don Cherry; un encuentro crucial que produce dos importantes discos. Y de alli a New York City y la vanguardia representada por Carla Bley y la Jazz Composers Orchestra (con quienes graba la opera Escalator Over The Hill). El momento es una oportunidad y una revelación.

Cuando el va a Nueva York en el 66 por primera vez con Don Cherry, se da cuenta que por más bien que toque el saxo, por más técnico que sea, por más que Carla Bley lo considere uno de sus saxofonistas favoritos, él no va a tener un lugar relevante en la historia del género, dice Pujol.

Es necesario hacer un giro y cuando está considerando seriamente volverse a Argentina, el artista responde al momento. Trabajar con el pianista y compositor sudafricano Abdullah Ibrahim (entonces bajo el nombre Dollar Brand) lo pone hombro con hombro con un artista del tercer mundo reinterpretando su folclor en el lenguaje del jazz. El encuentro resulta en el disco de duetos Hamba Khale (1968). En Nueva York sus charlas con el cineasta brasileño Glauber Rocha lo encaminan en una estética revolucionaria. En el aire esta la idea de antropofagia cultural expresada en el tropicalismo: absorber las influencias culturales extranjeras y devolverlas “brasileñizadas”.

Para Gato es una salida muy interesante, anota Pujol, porque lo que hace Glauber Rocha como realizador es tomar la tradición de la nouvelle vague francesa en términos del lenguaje cinematográfico, pero con un contenido muy local y muy político.

Para Barbieri es una idea en la que confluyen sus intereses musicales y politicos. 

No olvidemos que él estaba afiliado al Partido Comunista, dice Pujol. Nunca fue un militante en realidad, y quizás tampoco tenía una idea demasiado clara de las cuestiones políticas, pero de ninguna manera era un tipo insensible a esos temas. Por ejemplo, cuando se produce el golpe contra Allende el 11 de septiembre del 73 en Chile, el participa en una serie de conciertos de repudio en Nueva York.

Esa temática y estética latinoamericana en The Third World, Bolivia, o El Pampero,  era un espejo en el que los músicos de jazz afroamericanos, dando voz a las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos, podían verse.

En su propuesta, Barbieri redefine al jazz como un lenguaje global que puede ser hablado con diferentes acentos.

Nadie se sorprende hoy dia cuando el pianista panameño Danilo Pérez trabaja sobre el tamborito; Chano Domínguez habla jazz en bulerías; el pianista venezolano Edward Simon reinventa La Bikina, o el trompetista peruano Gabriel Alegría explora la música afroperuana.

Y en medio de ese momento creativo en su carrera en el jazz, Gato, un cinéfilo que habia escrito y participado en bandas de sonido en Argentina e Italia, encuentra su mayor éxito popular en música en el cine.

El realizador Bernardo Betrolucci, con quien Barbieri y especialmente Michelle tenian una relacion de amistad y trabajo, lo llama para hacer la música para El Ultimo Tango En Paris. La sensualidad del tema principal y ese sonido único de Barbieri, áspero, potente, y profundamente emocional, son un marco perfecto para la historia de soledad, sexo y desencuentro del filme. El escándalo alrededor de ciertas escenas (la película es prohibida en Argentina, Brasil, Brasil, Chile y España) sólo añade publicidad. Último Tango hace del saxofonista una estrella internacional.

Pero para mediados de los años 70 el momento ha pasado. Hasta el concepto de tercer mundo parece haberse desvanecido en la memoria.

En los años 80, Gato ya no está a tono con el momento, anota Pujol. Hay una cosa medio retro en él. Desfasada. En los últimos años, Gato es como la estampa de otra época, una figura anacrónica.

Lo que sigue entonces, musicalmente, es una larga coda en la que Barbieri gira en sus discos hacia el pop instrumental y el smooth jazz. Para la crítica es un músico en decline. Pero Barbieri encuentra una nueva audiencia y hits, como su version de I Want You, un tema de musica soul hecho famoso por Marvin Gaye o, mas notablemente, la balada Europa de Carlos Santana (en su biografía, Pujol anota que Michelle quería hacer de Barbieri “el Santana del saxo”).  

Pero hay mas que un mero cálculo comercial en este cambio de dirección, sugiere Pujol. Gato es un oyente omnívoro. Escucha todo tipo de música y le gusta mucho el soul y el funk. El nombra a Marvin Gaye entre sus ídolos musicales. ¿Que otro músico de jazz de su generación nombraría a Marvin Gaye o a Stevie Wonder como referentes? Ninguno.

Si el material, y a veces la producción, eran insustanciales, irredimiblemente mediocres, siempre estaba para el oyente la recompensa de ese sonido inconfundible, viril y decisivo. Y en directo, Barbieri simplemente sobrevolaba sus más recientes discos, con guiños a sus hits, para revisitar su jazz latinoamericano.

Aunque muy activo en directo, en sus últimas dos décadas Barbieri sugiere por momentos un artista a la deriva. No todo tiene que ver con la música. La muerte en febrero 1995 de Michelle, su gran amor, su compañera e infaltable “ideóloga” musical, lo deja sin puerto. Y sólo unos meses después, después de sentir dolores en el pecho durante una actuación, Barbieri tuvo que ser operado de urgencia del corazón.

Pero también hay momentos que sugieren la posibilidad de un final feliz. Barbieri forma una nueva pareja con Laura Ryndak, una fisioterapeuta que cuando lo conoció “no tenía la menor idea de quien era Gato Barbieri” y, en 1998, a los 66 años, Barbieri es padre por primera vez.

Con Laura y Christian (el hijo de ambos), vuelve la música.

La última grabación de Barbieri, New York Meeting en 2010, es, sin embargo, una vuelta al principio… y una despedida.

Es un viaje a su propio pasado, una especie de su En Busca del Tiempo Perdido, ofrece Pujol. Barbieri toca acompañado por un trío compuestos de dos músicos argentinos, el pianista y compositor Carlos Franzetti y el baterista y gran amigo Néstor Astarita, y el bajista americano David Finck. El repertorio esta compuesto, predominantemente, de estandares (Someday My Prince Will Come, Equinox); Prepárense, un tema de Astor Piazzolla que Barbieri había interpretado con urgencia y ferocidad en The Third World, y una composición de Barbieri que era parte de la banda sonora de Ultimo Tango: It’s Over (Se acabó). 

Leandro José “Gato” Barbieri murió el 2 de abril de 2016 en la ciudad de Nueva York. Tenía 83 años.

Pero para entonces ya hacia tiempo que era inmortal.

Esta es una selección personal (y muy acotada) de una obra inmensa, no sólo en calidad interpretativa, sino en número de canciones, de las cuales, por si fuera poco, hay muchas muy extensas. Pero una de las conclusiones que permite sacar la playlist es que Gato se supo rodear siempre de genios de la música como él mismo. En The Third World estaba un ilustre ingeniero de sonido, Rudy Van Gelder. En El Pampero tenía a su lado a un soberbio productor, Bob Thiele. En Fenix estaba el gran bajista Ron Carter. En Last Tango in Paris tenía como arreglista a Oliver Nelson. En Under Fire tocaba la batería Roy Haynes. En su odisea latinoamericana (Chapters 1 y 2) lo acompañó el eterno Ricardo Lew. En Chapter 3 estaba una constelación de estrellas: Chico O'Farrill, Víctor Paz, Edy Martínez y Randy Brecker. Y en New York Meeting tenía a su lado a Carlos Franzetti. 

Playlist

1. Gato Barbieri - Introducción/Canción del llanero/Tango (The Third World, 1969)
00:00:29
2. Gato Barbieri - Mi Buenos Aires querido (El Pampero, 1971)
00:11:30
3. Gato Barbieri - El arriero (El Pampero, 1971)
00:17:32
4. Gato Barbieri - El día que me quieras (Fenix, 1971)
00:29:21
5. Gato Barbieri - Last Tango in Paris (jazz) (Last Tango in Paris, 1972)
00:35:40
6. Gato Barbieri - El Paraná (Under Fire, 1973)
00:41:19
7. Gato Barbieri - La china Leoncia arrió la correntinada, trajo entre la muchachada la flor de la juventud (Chapter 1: Latinoamérica, 1973)
00:50:19
8. Gato Barbieri - Juana Azurduy (Chapter 2: Hasta Siempre, 1973)
01:03:53
9. Gato Barbieri - La podrida (Chapter 3: Viva Emiliano Zapata, 1974)
01:14:55
10. Gato Barbieri - Someday My Prince Will Come (New York Meeting, 2010)
01:19:39

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