Watussi

Al inicio

El 23 de marzo de 1949 nacía en Marín, en la ruralidad del mágico estado Yaracuy, (el de María Lionza) Orlando José Castillo, a quien todo el planeta conoce como Watussi, compositor, músico y uno de los vocalistas inconfundibles con los que cuenta la Salsa de Venezuela y del Caribe.

Cuando se analiza su vida y obra se entiende que con el tiempo adoptara como nombre de batalla Watussi, título de un tema que sonó con la Charanga Moderna de Ray Barretto en 1962, con una muy particular interpretación en diálogo (siete pies, grande y feo. ¿Quién se va a fajá con Watussi?). Watussi también está vinculado a un baile de los Tutsi, de Los Grandes Lagos de África.

Le pedimos que se colocara frente a su propio espejo y nos contara. Hubo sorpresas.

Marín, Yaracuy

Nací en Marín, en el estado Yaracuy pero abrí los ojos a la realidad en La Pastora, Caracas. Es que yo ni siquiera sabía que había nacido allí. Lo supe cuando tomé conciencia y cuando me informé.

Al pueblo donde nací lo conocí a los siete años en unas vacaciones de semana santa; era una costumbre viajar al interior del país. Para mis padres era una ventaja ir a Marín porque uno se conseguía el río que era una de las partes interesantes de las vacaciones. Los que no iban al mar iban al río. Teníamos familia allí y eso nos hacía todo más fácil. Además todo era barato entonces, económico. Las calles eran de tierra todavía, había poca electricidad. Casi todas las casas se alumbraban con velas, incluyendo la casa de mi familia. Estoy hablando de los años 50 y pico. No había carro en el pueblo ni nada de eso; el ambiente era típico del campo venezolano. Era otra Venezuela.

Ese choque fue durísimo para mí al principio, también lo recuerdo porque yo venía acostumbrado a otra vida. Yo sufrí mucho con ese primer contacto con mi lugar de origen. Las comidas, no me acostumbraba a la arepa con leche, no me gustaba. Hasta el modo de hacer las necesidades me resultó chocante. Todo fue para mí de un impacto durísimo. Yo siempre estaba llorando, no se me olvida.

Con el tiempo, como siempre íbamos a Marín en semana santa fui tomándole el pulso a la situación y me fui dando cuenta que era más interesante ese mundo de lo que yo pensaba, más interesante que el que yo vivía en Caracas. Entonces dejé de ser caraqueño para mi mismo y comencé a sentirme yaracuyano. Ya tenía como diez años y había comprendido que el interior del país para mí era una escuela, la diferencia de la gente, la diferencia de los sentimientos de la gente con relación a lo que yo conocía en Caracas. Conocí la naturaleza que nos rodea, pero también conocí la naturaleza humana. La gente era más natural. Yo no les enseñé a ellos nada porque para ellos lo que yo sabía no significaba nada, pero ellos sí me enseñaron a mi mucho y todo eso tiene que ver con mi carrera, con mi vida, y muchísimo porque me inculcaron valores humanos que yo no poseía.

Racismo

Me tocó entrompar (enfrentar) la rudeza de Caracas. Desde niño me enfrenté a mi realidad, y me enfrenté al racismo. Al que me decía negrito yo lo paraba, no porque no me gustara la palabra. “Si yo te digo Luis, o te digo Pedro, no te digo blanquito, entonces tú no me digas negrito, me dices Orlando”. De eso sí me recuerdo porque desde niño mantuve esa posición. Si tú cada vez que me vez me dices negrito, negrito, negrito, eso significa que no sabes mi nombre y por eso te digo “Yo me llamo Orlando”. Así fue, y tuve que pelear miles de veces hasta que logré el respeto como persona porque mi nombre es Orlando, y así me tenían que llamar, Orlando. Si me dicen por aprecio, por cariño, chévere, pero no como nombre, no como determinación personal. De eso tengo recuerdos desde niño.

Gracias a Dios mi memoria me lleva hasta cuando tenía tres años. Yo me acuerdo de cuando yo estaba empezando a caminar. Siempre me enfrenté con la situación de Caracas y desde niño me hice respetar como persona.

Discriminación política y escolar

Me habían botado de todo el sistema educativo público por asuntos de política, hablo de los años 60. Imagínate cómo funcionaban las cosas en esos tiempos en Venezuela. Nada más con la palabra del director del liceo me botaron. Eso nunca se me olvida. Entonces mi papá me llevó a trabajar con él al taller de mecánica que tenía, metalúrgico. Eso para mí era un sufrimiento, aunque él me llevó más que nada para que le llevara las cuentas, y estudiaba medio día en un liceo pago, privado. Traté de continuar mis estudios pero yo ya estaba marcado moralmente por lo que me pasó en el liceo, ya no estaba tan interesado en estudiar. Así me fui desviando hasta llegar a las motocicletas y la malandrería. Fui malandro, confieso, por varios años.

En una de esas situaciones tuve que irme a Marín exactamente, como refugio. Mi mamá fue la que me dijo que me fuera para allá, a ver si me tranquilizaba. Llegando allá, en esos meses que estuve allá, por el año 68 me tropecé con un grupo musical llamado Los Gulets (que todavía existe por cierto), y ellos me dieron la oportunidad de probarme como cantante. Pero decían que yo era muy salsoso (no decían salsero sino salsoso) y ellos tocaban cumbia y géneros; así que era lo que imperaba sobre todo en el interior del país. En Marín no se conocía lo que era la palabra salsa. Mi estilo no cuadraba con el grupo y no me aceptaron.

Esa fue la primera vez que yo ensayé con un grupo, una orquesta, porque Domingo Bracho, que era el director, tocaba trombón. Entonces, cuando regreso a Caracas ya tengo la experiencia de ese ensayo y siempre andaba con un amigo mío, Humberto Moreno, cantando salsa en el carro, y esto y lo otro y así comenzó mi inclinación hacia la música en una forma activa, con Los Excitantes de Monterola, del bloque 1 de La Silsa (Catia, Caracas), pero el detalle de ese ensayo que tuve en Marín en el año 68 influyó muchísimo en mi espíritu sobretodo, en mi pensamiento y eso me demuestra con el tiempo que sí tuvo algo que ver, que sí hubo influencia de ese pueblito, de Marín en mí, en mi carrera musical  y en la inclinación por la música como carrera. Y acá estamos en la batalla.

Salida de Venezuela

Mi determinación de salir de Venezuela, personalmente proviene de mi última experiencia musical.

Ya había pasado por unas cuantas orquestas, como la de Porfi Jiménez, que fue una escuela para mí. Los Satélites fue una escuela, fue mi primera escuela porque fue la primera orquesta en la que tuve participación en mi vida. Con ellos viajé por primera vez al exterior. Con ellos tuve la experiencia de ir a Nueva York. Yo soy un afortunado. Yo tuve la experiencia y la suerte de estar en el Madison Square Garden en el año 74 cuando era la tarima más importante, no de Nueva York, del mundo. Inolvidable la fecha: 31 de mayo de 1974 cuando por primera vez un venezolano y una orquesta de Venezuela subieron a esa afamada tarima.

Yo tenía 24, 25 años, por ahí, y a esa edad esas experiencias fueron influyentes, determinantes. Se lo debo a Los Satélites, se lo debo a Traicionera, el éxito que tuvimos nosotros con ese tema en esa época y ya yo tenía la experiencia de dos años con Porfi Jiménez desde el año 72 al 74. Yo me salí de Los Satélites en 1972 en el aeropuerto de Santo Domingo cuando hicimos nuestro segundo viaje, y regresando a Venezuela tuve la fortuna de ser solicitado por el maestro Porfi para pasar a formar parte de su orquesta. Y fueron dos años de experiencia porque allí me encontré con los mejores músicos del país y no sólo eran músicos, eran personas ya con edad y experiencia en la vida y fueron para mí maestros existenciales, personas que comenzaron a cambiarme la forma de vivir, de analizar la vida, personas que me cambiaron el comportamiento como ser humano, El Gallo Velásquez, Rafael, el señor Luis Arias, Alfredo Padilla, que ya tenían cierta experiencia. Conocía a Alfredo Padilla desde muchacho, desde que estudiaba en el liceo Agustin Aveledo, y aparte de eso el maestro Porfi.

Fueron gente que me enseñaron a comportarme mejor como persona y como músico porque el ambiente donde nos desarrollábamos en el trabajo en esa época era el mejor. En Caracas tocábamos los bailes del Miss Venezuela, estábamos siempre en la televisión en el programa de Amador Bendayán, casi todas las semanas estábamos actuando en un programa de televisión. O sea me fui metiendo en un ambiente donde tenía que comportarme mejor obligatoriamente y eso me hizo a mí cambiar y crecer como persona.

Pasé por Federico y su Combo, y encontré también un personal no sólo de calidad musical sino de calidad como gente; y llegó un momento en que me voy a Barquisimeto después de trabajar con Rafael Cortijo, que, por cierto, él quería llevarme a Puerto Rico en 1977 si mal no recuerdo. Completé la gira con él para Aruba después de Venezuela, me dejó el dinero del pasaje. Fue conmigo a la embajada americana a sacarme la visa y no me la dieron. Ese fue el motivo por el cual yo no me fui directamente con él a Puerto Rico en el 77.

Me fui a Barquisimeto entonces a trabajar con una orquesta llamada El Clan de la Salsa que había estado en Caracas grabando su disco, y ellos me invitaron a trabajar en Barquisimeto. Estaba el guaro Willy Rodríguez, que era el otro cantante, que luego yo lo recomendé a Vladimir y su Constelación, que cantaban él y Tito Gómez. Estuve casi un año en Barquisimeto, todo 1978 prácticamente. Allá conocí a Santiago Baquedano, extraordinario músico venezolano, de los mejores del mundo. Entonces se integró un grupo llamado Baquedano’s. Nos fuimos a Margarita a trabajar en el hotel Concorde. Allí estuvimos varios meses. No sé si fue el primero pero fuimos de los primeros en tocar en el Concorde.  Cuando terminó el contrato regresé a Caracas. No quería cantar con más nadie, no quería seguir cantando. Quería hacer otras cosas. No quería cantar más, sobre todo en Venezuela. Era algo que me salía del alma y de la razón, por tantas cosas, tanta envidia. Yo era un personaje fuera de mi país y en mi país lo que hacían era hablar mal de mí, y tenía el sueño de reunirme con Cortijo en Puerto Rico, que no lo había olvidado.

Me estaba preparando para irme a la Feria de San Sebastián y entonces llega a mi casa Alfredo Padilla con Luis Pérez que algo tenía que ver con La Salsa Mayor, y Alfredo llegó para proponerme que fuera con ellos a hacer unos bailes en Valencia y en Maracay.  Ya se había ido de esa orquesta Carlos El Grande, se había ido Pellín, estaban nada más que Costello, Freddy Nieto y un cantante que había llevado yo a La Renovación para que hiciera los coros cuando yo fui director musical de La Renovación; que eso no se dice, pero el primer director de La Renovación se llamó Orlando Watussi, pero esa es otra historia. Entonces atiendo a Alfredo, me proponen que el lunes siguiente voy a firmar contrato con la Salsa Mayor con un sueldo y esto y lo otro, y yo verdaderamente le dije que no. Entonces como Alfredo Padilla es mi amigo (aunque ya no está físicamente) le dije: “vamos a hacer una cosa”, y le pedí esperar a mi amigo, con el que iba para  la Feria y si él no se molestaba iba a ayudar a la orquesta pero solo hasta ahí y punto. Así fue.

El trabajo cantante lo hicimos Freddy Nieto y yo. Después de eso fui a la oficina de la orquesta el día lunes, y no se pudo  resolver lo que decían del contrato. Hubo un problema muy doloroso con alguna gente de la Salsa Mayor, que me dolió mucho, mucho. Me fui a mi casa y retorné el miércoles. Fue entonces cuando le pedí al Negro (Luis Francisco) Mendoza que sí quería apoyarme me consiguiera un pasaje para salir de Venezuela. El Negro lo hizo y además ese mismo día me consiguió la visa. Era miércoles. El viernes a las 6 de la tarde yo estaba en San Juan de Puerto Rico.

Le debo al Negro Mendoza haber emprendido mi viaje internacional, lo que yo soy prácticamente y lo digo con toda honestidad. Siempre lo he dicho. Fue la persona que me puso en la mano lo que yo necesitaba para continuar mi carrera musical.

Nunca había estado en Puerto Rico, pero contaba con la gente que yo conocía como Cortijo, Papo Lucca y muchos músicos más. En este tránsito internacional con la orquesta con la que mejor me sentí fue con Bobby Rodríguez y la Nueva Compañía. Pude estar con Cortijo y su Combo, con Bobby Valentín, y agrego también a Joe Cuba, Eddie Palmieri, Larry Harlow, La Típica 73, hasta que llegué al Conjunto Libre.

Lo de Fania Records fue un tremendo error mío. Mis amigos me aconsejaban que no lo hiciera pero yo estaba emocionado y firmé. Me dejaron un año inactivo. Le pedí luego la libertad y fue entonces cuando llegué a las manos de Bobby Rodríguez.

Para 1988 todo cambió. Pude llegar al público de Europa, gracias a mi amigo y compadre Alfredo Cutuflá, pues Cheo Feliciano, que era el contratado, no quiso ir sin su orquesta. Fui yo y fue muy exitoso. Hice un alto para una presentación muy especial en Panamá (los 15 años de la hija de mi compadre Mano de Piedra Durán) y para 1990 ya estaba de gira por Francia, Italia, Holanda, Inglaterra, todo bien. Volví a Nueva York pero tomé la decisión de residenciarme en Milán con mi familia.

Actualidades

Soy feliz a pesar de la pandemia y las cuarentenas, entonces se deben imaginar hasta qué punto soy un hombre feliz. Mi esposa y mi hija son las personas más positivas de mi vida desde hace treinta años y pienso que cuando entre dos personas se crea un mundo propio no se tiene que adaptar ninguno de los dos sino compartirlo y mantener lo más importante que es la felicidad alcanzada. Nosotros somos felices desde el primer día hasta el día de hoy y esa felicidad la conoció y la ha vivido nuestra hija desde que nació hasta que hace casi par de años se independizó. Yo siempre he creído que cuando uno sale de su propio territorio debe prepararse mental y espiritualmente para adaptarse a cualquier lugar y circunstancia que toque vivir y tal vez ese ha sido uno de mis mejores recursos desde que nací, o sea llegar, reconocer el terreno y adaptarse a el y a las personas, pues creo que el tiempo junto a las costumbres realizan su trabajo y el nuestro es respetar todo y a todos.

Estoy en Europa. La salsa no forma parte de la cultura europea como sí lo es en el caso de Latinoamérica donde no pasará jamás. Tendrá sus momentos comercialmente hablando donde suba o baje, pero siempre estará presente en nuestros pueblos.

Y en cuanto a Venezuela, voy y vengo, cuestiono cuando hay que cuestionar y aplaudo cuando hay que aplaudir. Allí está mi raíz, mi esencia. Y ya sabes: ¡siempre pa’ lante!

No es sencilla una selección musical de Orlando Castillo, Watussi, porque no solo hay muchas bandas y orquestas a las que ha pertenecido, sino porque los estilos han sido múltiples. Hemos seleccionado unos cuantos, incluyendo temas muy representativos para su carrera como Traicionera junto a Los Satélites, y Chabuca, dedicatoria suya a la gran Chabuca Granda. Eso, si lo que siempre ha estado presente es la referencia al pueblo, al barrio y a la raza negra.

Playlist

1. Porfi Jiménez y su Orquesta - De repente
00:00:02
2. Cheché Mendoza y Los Satélites - Acabando
00:03:02
3. Grupo Marina Perla - Gozando un puyero
00:05:36
4. Cheché Mendoza y Los Satélites - Traicionera
00:09:04
5. Federico y su Combo Latino - Canción de la serranía
00:12:14
6. Johnny Sedes y su Orquesta - Barlovento
00:15:06
7. Conjunto Libre - El changó de María
00:18:54
8. Bobby Rodríguez y la Nueva Compañía - El pintor
00:26:00
9. Orlando Watussi - Pa' los pueblos de mi país
00:31:57
10. Orlando Watussi - Chabuca
00:37:40
11. Orlando Watussi con José Mangual Jr. - Las calaveras
00:41:44
12. Orlando Watussi - Barrio
00:46:37

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