Hablo de Flipante, el álter ego del músico y productor valenciano Daniel Belenguer Saborit, conocido también por llevar casi una década capitaneando su proyecto Bearoid, en el que funde electrónica con melodías pop redondas y ciertos tics de las músicas urbanas. Mucho de eso hay también en Flipante, su “agencia de publicidad punk y creación de contenido para redes sociales”. Pero también hay una pregunta que surge con este disco: ¿por qué infravaloramos este tipo de canciones (los jingles) con una misión y una pegada evidente, y las marginamos de las canciones que respetan los formalismos de la industria?
Lo que comenzó como un híbrido sarcásticamente comercial para que la gente le encargue canciones para anunciar sus productos derivó, primero, en una cuenta de Instagram que, a pesar (sabe dios por qué) de no haberse convertido aún en un viral parecido al de aquellos vídeos de PlayGround con canciones de Christian Flores, contiene absolutos temazos. Así lo habrá pensado también nuestro Sr. Flipante, que ha recopilado sus casi treinta primeras composiciones-encargos, todas ellas rondando el minuto de duración (lo que dura un post de Instagram para colocar en el muro) y en las que, con ese toque de humor informativo que caracteriza los jingles de Flipante y con canciones con registros que van desde el trap al chotis, el reggaetón, el italo-disco o el punk, ayuda a vender plantas, cafés, hamburguesas, frutas, burritos, arroz o pistas de skate, a promocionar agencias creativas, peluquerías, coworkings o servicios de tarot o incluso a componer una canción de amor a partir de la playlist de una pareja. De broma muy en serio.
Alan Queipo.
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